martes, 16 de enero de 2018

Tener libros en casa

Eduardo Enrique Jaime es un pariente cercano, pero más que un pariente es un amigo. Por alguna extraña razón, que no deja de asombrar a su esposa (mi sobrina y amiga, Paola Edith), aunque estemos conversando de cualquier tema relevante o vano, caemos siempre, casi por arte de magia, en los libros. Y hablando de libros se nos pueden pasar muchas horas y aunque no tengo cabal consciencia del asunto, pareciera ser que Paola Edith y Daniela Judith -mi pareja- a menudo se sienten ajenas a tan reiterada conversación. 


¿Y qué hablamos de los libros? Casi de todo, de autores, personajes, historias, géneros, temas y estilos. Yo sé, por ejemplo, que él acaba de terminar de leer El jardín de los siete crepúsculos, de Miquel de Palol y Muntanyola y ahora le está haciendo los puntos a John Katzenbach. Por mi parte, como soy bastante promiscuo para leer, voy alternando entre Las palabras, de Ramiro Ramírez L,, por la literatura, El niño de las maravillas, de Emmet Fox, por la espiritualidad; El Programa de estudios de Lenguaje 8° Año Básico, por el lado de la educación y algún ejemplar antiguo de la ya desaparecida revista Uno Mismo, que siempre se deja leer con interés.

Es evidente, por lo tanto, que me gustan los libros y tengo una biblioteca glotona que no deja de crecer y amenazar con expulsarme de los escuálidos metros cuadrados que constituyen la parte física de mi hogar. Tengo libros desde que me acuerdo que existo y aún conservo títulos que me regalaron cuando niño. Y recuerdo con nostalgia algunos que iluminaron mi niñez y que desaparecieron con el tiempo. Esta sobreabundancia de libros ha condicionado, sin duda a mi familia, que siempre sabe que habrá libros a mi alrededor y puedo decir con alegría y orgullo que mi hija mayor, Helein de los Ángeles, es no solo una buena lectora (dedicada y crítica), sino que, además, una excelente escritora.

¿Y a dónde va este artículo? A una sencilla y no muy novedosa reflexión: Los libros en casa revelan siempre la relación entre hábitos de lectura, memoria familiar y, en cierto modo, el nivel sociocultural. Porque los libros en casa se convierten en un estímulo para la lectura, siempre que alguien los use, claro está. Claro, pues no por el solo hecho de haber libros en casa, los niños que la habitan adquirirán el hábito de la lectura, pero es evidente que si no hay libros en ella, situación cada vez más recurrente en los hogares modernos- no habrá por dónde suponer que los niños puedan interesarse en leer.

En los hogares que hay, al menos, 100 libros o más, son los mayores de 50 años quienes llevan la delantera en la posesión de ellos, pero las generaciones menores sí tienen libros a su haber. Más de un 70 % de los adultos mayores de 35 años que tienen libros en su casa, recuerdan que en la de sus padres había libros. Eso no es casualidad.

Hoy, cuando los niveles de lectura en las escuelas han ido bajando notoriamente, cuando muchos estudiantes prefieren leer un mal resumen que un buen libro, cuando los juegos electrónicos en el computador o en el móvil se han convertido en una verdadera ludopatía para muchos niños y adolescentes, quienes aún amamos la lectura no podemos dejarnos vencer y debemos seguir abriendo espacios a los libros, espacios dignos, visibles, importantes dentro del hogar. Los libros son como seres vivos, con una paciencia inagotable. Enviarlos al cuarto de los trastos en desuso o esconderlos en un baúl que jamás se abre, es condenarlos a su desaparición y, peor aún, ir quitando oportunidades de estímulo lector a nuestros hijos.

La lectura, el vicio impune. como lo han llamado, es la única gran receta para abrir la consciencia, para ampliar el vocabulario, para mejorar la ortografía y la redacción, para establecer cada vez más conexiones y relaciones entre las cosas y los hechos y los contextos, etc., en suma, para cultivarnos.

Tal vez por ese entorno filolibresco que generamos con Eduardo Enrique Jaime es que una vez nos sorprendimos cuando Paola Edith y Daniela Judith exclamaron jubilosas: "¡Nosotras también hablamos de libros!", mientras comentaban Los mitos me tienen gordo y enfermo, de Pedro Grez. Ahora, además, la pequeña Dana Elizabeth, hija de Paola y Eduardo, de apenas, cinco años y que acaba de aprender a leer, anda leyendo todo lo que cae por delante, ha desarrollado una curiosa inclinación por conocer los nombres y fechas de nacimiento y muerte de los presidentes de Chile y ahora tiene hasta una línea de tiempo en su rosada habitación para ir ubicando los hitos interesantes que descubre en los libros, ya sea el sandwich inventado por el presidente Ramón Barros Luco o el salto a la gloria de Arturo Prat, en Iquique, bajo el gobierno de Aníbal Pinto. No hace mucho vino a revolver los libros de cuentos infantiles que también sobreabundan en mi biblioteca, y se llevó varios. Su madre, se interesó en Brian Weiss. Mientras su hermana, Florencia de Jesús, mira extrañada a esta loca familia de libros que lee libros y habla de libros, por el momento ella no ha sido tocada por el único vicio virtuoso que existe, pero aunque  no lo sabe, la semilla está sembrada y terminará cayendo bajo el influjo de alguna biblioteca sin darse cuenta. Por otro lado, me entero que mis tres hijas, Helein de los Ángeles, Lissette Amatista y Gisselle Violeta, fueron a una biblioteca pública y pidieron ocho libros entre todas, para pasar las vacaciones...

Tener libros en casa. Es la única manera de transmitir el goce de la lectura y todos los enormes y múltiples beneficios que ella desencadena.

prof. Benedicto González Vargas

(gracias por pinchar la publicidad en este blog)




3 comentarios:

  1. Muy linda reflexión, debo decir que nos motivas para continuar con la lectura, creo que flo cuando tenga un par de años más se encantará con libros de suspenso y terror que aún no puede leer por su corta edad.
    Eduardo sueña con el día que todos nos sentemos juntos,cada quién con su libro a disfrutar de la lectura.

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  2. Gracias, Paola, por detenerte a leer y comentar, gracias también por tus palabras. La idea principal siempre es mostrar la importancia de la lectura y entusiasmar a los lectores. Disculpa por haber usado ejemplos de tu familia sin avisar, pero sirva también como muestra cariño y reconocimiento a Uds.

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Estimado visitante, gracias por detenerte a leer y comentar, en cuanto pueda leeré tu comentario y te responderé.