(de Alejandra Basualto)
Él era grande y amarillo y tenía las manos tibias. Y ella lo amaba. Lo amaba por casi una década, dentro de la que hubo muchas inundaciones de calles y carreteras, un terremoto en el área metropolitana, y varios veranos tórridos, durante los cuales ella jamás habría abandonado su casa a las siete de la tarde si no fuera porque tenía cita con él. (Aquí el narrador se reserva el derecho de omitir detalles sobre el origen y tipo de relación que los unía, para no herir los sentimientos de la esposa de él ni del marido de ella.)