Ya ha llegado septiembre y este mes, en Santiago de Chile, es el mes de
los circos, es la primavera que florece entre carpas y risas. Es
curioso, pero tal vez el primer recuerdo del circo que tengo proviene de
la televisión: el Circo Teleminimundo, donde se mostraba un completo
espectáculo circense, y que yo no me perdía a mis cinco años de edad,
especialmente me gustaba el trío de payasos: Cuchara, Chirola y Copucha,
que eran de lo más divertidos. Alguna vez, incluso, Cuchara fue al
colegio donde estudiaba para dar una función: ¡inolvidable!
Luego tengo el recuerdo de los circos de barrio que solían llegar a
Padre Hurtado, el pueblo donde viví hasta los 18 años. Eran circos
pequeños, pero entretenidos, divertidos y esforzados, donde los artistas
hacían varios papeles incluyendo venta de boletos, acomodadores de
sillas, venta de fotos y recuerdos.
Finalmente, ya adolescente, comencé a conocer otros circos más grandes y
de mayor tradición en Chile, como Las Águilas Humanas, Los Tachuelas y
el Circo del Tony Caluga, entre otros.
Aunque las fieras, los trapecistas y los malabaristas tienen lo suyo, a
mí siempre me han gustado los payasos, el término, según dicen los que
saben, fue acuñado en el siglo XIX y su origen está en artistas
callejeros que actuaban en plazas y que luego pedían un aporte
económico. Según los historiadores del circo chileno, para fines del
siglo XIX se integran a compañías circenses que, en su mayoría, eran
fundadas por extranjeros (españoles, italianos, alemanes) y que
reproducían acá las formas típicas circenses de sus países, pero que
luego se fueron enriqueciendo con artistas locales, no propiamente del
circo, lo que contribuyó a formar lo que hoy llamamos el circo chileno,
una entidad reconocible por sus peculiaridades específicas, incluso, en
el exterior.
Hay registros que señalan que en la Guerra del Pacífico (1879-1883) hubo
circos entreteniendo a las tropas movilizadas al norte.
Como decíamos, en los orígenes de este llamado circo chileno se
encuentra la incorporación de cantores populares (folcloristas,
payadores, etc.); no nos olvidemos de que tanto Violeta Parra como sus
hermanos Nicanor, Lalo, Roberto, Lautaro, Hilda y Óscar actuaron en
circos; de hecho, Óscar es el famoso payaso Canarito, aún vigente en la
geografía circense criolla.
Las representaciones de hechos de la historia patria tampoco estuvieron
ausentes de las pistas redondas del circo, dichas representaciones
pudieron verse hasta bien entrada la década del 60. Pero, tal vez, lo
más característico del circo chileno es la presencia de los payasos,
famosos en Chile por su habilidad para interactuar con el público y
responder de manera graciosa, improvisada y picaresca las bromas
(tallas) que les lanza el Respetable.
Inolvidables payasos de nuestra historia fueron el Tony Chalupa, el Tony
Caluga, el Tony Pollito, el Tony Ñico y, en la actualidad, el Tachuela
Grande, el Tachuela Chico (Hermanos Maluenda) y Pastelito (de la familia
Maluenda), que es el payaso mejor pagado de la historia chilena y que
trabaja en Estados Unidos. Mención aparte y destacada merece el gran
domador Franz Marek, famoso artista europeo que paseó su arte de domar
leones entre las dos guerras y tras los bombardeos de la ciudad alemana
donde vivía, ocasión en la que perdió a sus animales, se avecindó en
Sudamérica para elegir, en la década del 50, a Chile como su patria
adoptiva. Marek, ya retirado, a sus más de 90 años es un verdadero
tesoro viviente de nuestro circo.
De las familias circenses más conocidas, con varias generaciones en este
arte, cabe destacar: los Maluenda (Circo Los Tachuela), los Venturino
(Circo Águilas Humanas), los Farfán (famosos trapecistas de fama
internacional), los Corales (que dejaron para siempre como apellido
tradicional de los presentadores chilenos el de su familia), los
González (Circo Panamericano), los Cáceres (Circo Gigante Cóndor), los
Fuentes (Circo Fuentes Gasca), además de muchas otras que sostienen con
entusiasmo esta verdadera fiesta que es para los chilenos el circo.
Por si algunos no lo saben, me parece importante resaltar que la Ley N° 20.216, del año 2007, impulsada por varios diputados de la República, declara al circo como Patrimonio Cultural de Chile, lo que viene a reconocer la importancia que ha tenido esta actividad en la formación de la identidad patria. Por eso, como todos los años, junto a la llegada de la primavera, me preparo para ir con mi familia a alguno de los circos que se ubican a lo largo y ancho de la capital y que no solo llenan a mis hijas de alegría, sino que también a mí de nostaligia, recuerdos y agradecimientos.
prof. Benedicto González Vargas
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