martes, 1 de septiembre de 2009

Entre carpas y risas

Ya ha llegado septiembre y este mes, en Santiago de Chile, es el mes de los circos, es la primavera que florece entre carpas y risas. Es curioso, pero tal vez el primer recuerdo del circo que tengo proviene de la televisión: el Circo Teleminimundo, donde se mostraba un completo espectáculo circense, y que yo no me perdía a mis cinco años de edad, especialmente me gustaba el trío de payasos: Cuchara, Chirola y Copucha, que eran de lo más divertidos. Alguna vez, incluso, Cuchara fue al colegio donde estudiaba para dar una función: ¡inolvidable! Luego tengo el recuerdo de los circos de barrio que solían llegar a Padre Hurtado, el pueblo donde viví hasta los 18 años. Eran circos pequeños, pero entretenidos, divertidos y esforzados, donde los artistas hacían varios papeles incluyendo venta de boletos, acomodadores de sillas, venta de fotos y recuerdos. Finalmente, ya adolescente, comencé a conocer otros circos más grandes y de mayor tradición en Chile, como Las Águilas Humanas, Los Tachuelas y el Circo del Tony Caluga, entre otros. 

Aunque las fieras, los trapecistas y los malabaristas tienen lo suyo, a mí siempre me han gustado los payasos, el término, según dicen los que saben, fue acuñado en el siglo XIX y su origen está en artistas callejeros que actuaban en plazas y que luego pedían un aporte económico. Según los historiadores del circo chileno, para fines del siglo XIX se integran a compañías circenses que, en su mayoría, eran fundadas por extranjeros (españoles, italianos, alemanes) y que reproducían acá las formas típicas circenses de sus países, pero que luego se fueron enriqueciendo con artistas locales, no propiamente del circo, lo que contribuyó a formar lo que hoy llamamos el circo chileno, una entidad reconocible por sus peculiaridades específicas, incluso, en el exterior. Hay registros que señalan que en la Guerra del Pacífico (1879-1883) hubo circos entreteniendo a las tropas movilizadas al norte. 

Como decíamos, en los orígenes de este llamado circo chileno se encuentra la incorporación de cantores populares (folcloristas, payadores, etc.); no nos olvidemos de que tanto Violeta Parra como sus hermanos Nicanor, Lalo, Roberto, Lautaro, Hilda y Óscar actuaron en circos; de hecho, Óscar es el famoso payaso Canarito, aún vigente en la geografía circense criolla. 

Las representaciones de hechos de la historia patria tampoco estuvieron ausentes de las pistas redondas del circo, dichas representaciones pudieron verse hasta bien entrada la década del 60. Pero, tal vez, lo más característico del circo chileno es la presencia de los payasos, famosos en Chile por su habilidad para interactuar con el público y responder de manera graciosa, improvisada y picaresca las bromas (tallas) que les lanza el Respetable. Inolvidables payasos de nuestra historia fueron el Tony Chalupa, el Tony Caluga, el Tony Pollito, el Tony Ñico y, en la actualidad, el Tachuela Grande, el Tachuela Chico (Hermanos Maluenda) y Pastelito (de la familia Maluenda), que es el payaso mejor pagado de la historia chilena y que trabaja en Estados Unidos. Mención aparte y destacada merece el gran domador Franz Marek, famoso artista europeo que paseó su arte de domar leones entre las dos guerras y tras los bombardeos de la ciudad alemana donde vivía, ocasión en la que perdió a sus animales, se avecindó en Sudamérica para elegir, en la década del 50, a Chile como su patria adoptiva. Marek, ya retirado, a sus más de 90 años es un verdadero tesoro viviente de nuestro circo. 

De las familias circenses más conocidas, con varias generaciones en este arte, cabe destacar: los Maluenda (Circo Los Tachuela), los Venturino (Circo Águilas Humanas), los Farfán (famosos trapecistas de fama internacional), los Corales (que dejaron para siempre como apellido tradicional de los presentadores chilenos el de su familia), los González (Circo Panamericano), los Cáceres (Circo Gigante Cóndor), los Fuentes (Circo Fuentes Gasca), además de muchas otras que sostienen con entusiasmo esta verdadera fiesta que es para los chilenos el circo. 

Por si algunos no lo saben, me parece importante resaltar que la Ley N° 20.216, del año 2007, impulsada por varios diputados de la República, declara al circo como Patrimonio Cultural de Chile, lo que viene a reconocer la importancia que ha tenido esta actividad en la formación de la identidad patria. Por eso, como todos los años, junto a la llegada de la primavera, me preparo para ir con mi familia a alguno de los circos que se ubican  a lo largo y ancho de la capital y que no solo llenan a mis hijas de alegría, sino que también a mí de nostaligia, recuerdos y agradecimientos. 

prof. Benedicto González Vargas

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