Corría el último lustro de la década del 70 cuando en Chile la
Pontificia Universidad Católica abrió una segunda instancia académica
para el mundo no universitario. En efecto, ya en 1968 había inaugurado
el Departamento Universitario Obrero y Campesino, DUOC, que hoy es una
fundación e instituto profesional autónomo, donde se empezó a dar
importancia académica de nivel superior a una serie de conocimientos
necesarios para el mundo laboral no profesional. Dicha experiencia,
exitosa y con gran respaldo y reconocimiento ciudadano no conseguía, sin
embargo, llegar a todos los rincones de nuestra patria, debido a que
desde su origen fue una experiencia presencial, itinerante a veces, pues
había cursos que se daban en regiones, pero rigurosamente presencial.
Debieron pasar 9 años para que dicha universidad abriera nuevos caminos
educativos a través de la educación a distancia. Fue así como nació
Teleduc, la experiencia más señera y reconocida en Chile de educación a
distancia usando la tecnología análoga de la época a través de las
pantallas de la señal de televisión de la Universidad Católica.
De aquellos lejanos años muchas cosas han cambiado en Teleduc, tengo la
impresión que, en la mayoría de los casos, ha sido para mejor, aunque es
indudable que la notoriedad, la importancia académica y por qué no
decirlo, hasta un cierto romanticismo pedagógico de las
primeras épocas se perdió para siempre cuando la institución abandonó la
pantallas televisiva abierta para anclar su propuesta sólo en el mundo
digital.
Un poco de historia:
Los estatutos originales de la televisión chilena
establecían que ésta debía avocarse a tres áreas fundamentales:
Informar, educar y entretener. Por otra parte, la propiedad de las
señales televisivas sólo podía ser universitaria o estatal. Por aquellos
años, cada una de las cinco estaciones existentes en el país buscaba
por sus propios medios cumplir dicha función. Canal 13, de propiedad de
la Universidad Católica, implementó un sistema de educación a distancia
que tuvo la particularidad de ser, al mismo tiempo, un excelente
programa académico y un excelente programa de televisión.
Los estudiantes de Teleduc se inscribían en las oficinas de la
Universidad y recibían los libros y materiales necesarios para
desarrollar el curso elegido. Posteriormente, cada fin de semana, un
completo programa de televisión entregaba las clases de tres o hasta
cuatro cursos distintos a través de dramatizaciones de los elementos más
importantes del curso en cuestión. Matemáticas, Literatura, Astronomía,
Computación, Historia, Filosofía, Pedagogía y otra serie de disciplinas
fueron abordadas con la doble expertiz académica y teatral. Conocidos
actores y directores de teatro y televisión locales dieron vida a
historias que bien podían abordar los problemas de la Estadística, como
las dificultades de un docente enfrentado a adolescentes con problemas
de aprendizaje. Las historias dramáticas, bien actuadas y dirigidas y
perfectamente integradas a los objetivos del curso fueron un plus
extraordinario para comprender y dar significación a las lecciones de
los libros de texto.
Por otra parte, como resulta evidente, Teleduc fue seguido no sólo por
sus cientos de alumnos en cada curso, sino por miles de televidentes
que, no habiéndose inscrito ni teniendo los materiales didácticos y
evaluativos impresos, igual seguían con interés las entretenidas
lecciones que cada fin de semana podían verse en la pantalla.
Miles de compatriotas pudieron actualizar sus conocimientos gracias a
este sistema que alcanzó prestigio, reconocimiento y validez a nivel
nacional.
prof. Benedicto González Vargas
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