Después
de más de 20 años de haberla leído, me animé de nuevo a leer esta obra
extraordinaria y a buscar en sus páginas ese sabor de adolescencia y
juventud que tanto me impactó en la primera lectura que hice en mis años
de estudiante de Literatura, por allá por la mitad de la década de los
80. Ahora, con un poco más de recorrido literario y con una mayor
experiencia en temas de orden simbólico, la relectura de Demian me ha
llenado de satisfacción y he redescubierto la acertada forma en que el
autor plantea en esta historia el inicio del despertar de la conciencia
del joven Sinclair, un chico común y corriente que va a la escuela y que
no piensa más allá de la satisfacción inmediata, pero que terminará
siendo una persona cuya libertad de pensamiento le llevará a comprender
mucho mejor que el resto el mundo en el que vive.
Novela que utiliza la forma de un narrador protagonista, nos va
presentando en sus páginas el paso de un adolescente a la etapa de
adulto joven, a partir del descubrimiento, un tanto doloroso, de la
dualidad en que viven los seres humanos. El descubrimiento del polo
oscuro, que es más complejo, más completo y más real que el llamado polo
luminoso, provoca en Sinclair la controversia de sentirse atraído por
aquello que siempre le fue enseñado como negativo. Crítica acertada ésta
a la cultura occidental, tan anclada en una idea religiosa más bien
maniquea y que, apenas examinada con un poco de racionalismo, asoma más
bien convertida en hojarasca reseca que en sustancia.
Es que Sinclair, a fuerza de reflexionar guiado por los maestros,
Demián y Pistorius (he aquí que aparece brillante como una estrella y
sutilmente escondida la antigua máxima hermética: Cuando el discípulo está preparado, aparece el Maestro) va
percatándose que la vida es muy distinta de aquello que trataron de
inculcarle. Por todas partes va percatándose de verdades escondidas
como la polaridad, los opuestos, la claridad y la oscuridad, como tan
bien se representa en algunos templos antiguos a través del pavimento
mosaico blanco y negro. Pero no solo eso, las leyes de causa y efecto,
mentalismo y Correspondencia, tienen destacada presencia en la novela y
las restantes, Generación, Ritmo y Vibración, están ahí, a la mano de
quien quiera encontrarlas en algún párrafo. Luce, por lo tanto, a plena
lectura, la vasta cultura simbólica del autor, sus conocimientos de
psicoanálisis y su evidente recorrido hermético (no olvidemos a este
respecto que perteneció a la misma logia masónica que Carl Gustav Jung,
la Logia Alpina de Suiza, y que entre sus amigos más cercanos se contaba al notable esoterista chileno Miguel Serrano. En definitiva, obra estupenda, que ha representado para mí todo un reencuentro y, además, un aperitivo para la relectura de El Lobo Estepario.
Benedicto González Vargas
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carlosmateos21 dijo:
ResponderEliminar14/04/2013 a las 12:46
Yo soy fan de El Lobo Estepario. No he leído Demian pero estoy lleno de ganas
prof. B. Andrés González Vargas dijo:
ResponderEliminar07/06/2013 a las 23:03
Gracias, Carlos, el Lobo estepario es una obra notable, muy pronto la quiero comentar. Saludos afectuosos! Benedicto