Para un lector tradicional y desprevenido a la vez, esta obra puede
parecer un monumento a la violencia y al mal gusto. Las exageradas
reacciones de Alex y sus seguidores, el abuso de sustancias ilegales, la
apología a la violencia sin que exista razón alguna que la explique (ya
que, en mi opinión, la violencia puede tener explicación, aunque no
justificación), el ataque sexual a niñas pequeñas, la manipulación de
los beneficios carcelarios, por parte del protagonista, los métodos de
reeducación del Estado a los delincuentes, en fin, una gran cantidad de
elementos de esta novela, la convierten en una obra poca agradable para
la mayoría, pero que no alanzan a penetran en el relato profundamente
humano, desolador, crítico y, al final, esperanzador que el autor oculta
tras una apariencia de violencia insufrible.
En efecto, la distopía que manifiesta la novela en cuanto a cómo se
visualiza esa sociedad, cómo resuelve sus problemas y cómo se enfrentan
las posiciones encontradas, es brutal, pero claramente se constituye en
una advertencia que clama por ser escuchada.
El destino de la ciencia, sus usos, los condicionamientos a las
personas, el abuso de ellas para obtener objetivos ulteriores, simpre
nobles desde la perspectiva de quien los comete, son otras
manifestaciones de una crítica social tan descarnada, como profunda.
Novela, trmenda, interesante, desoladora y, al final, esperanzadora,
La naranja mecánica es una lectura imprescindible para reflexionar no
solo sobre el siglo XX, periodo histórico que forjó la novela, sino
también a este siglo XXI que parece que aún no corrige lo que la novela
busca prevenir.
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prof. Benedicto González Vargas
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