Cuando lo vi en el escaparate de una conocida librería del centro de Santiago, me llamó la atención su título y luego la breve reseña de la contraportada. Y en ese acto de fe que uno hace con un libro cuando recién se ha conocido el título e ignora completamente todo acerca del autor y su trayectoria, lo adquirí para darle la oportunidad de entretenerme o entusiasmarme, según el grado de satisfacción tras su lectura.
Reconozco que, al principio, el libro me resultó un poco lento, pero luego empezó a interesarme su misteriosa historia, donde la magia, la atemporalidad del relato, los alegóricos ambientes y la sugerida presencia de elementos opuestos muy marcados, como la luz y las sombras, prometían una buena dosis de intriga y entretención. Obviamente, al tratarse de una novela para público juvenil, no podía esperar demasiadas, profundas o numinosas complejidades estéticas y estilísticas.
La historia es simple: Pilar, una sacerdotisa del Sol, llega a las puertas de un pueblo y se instala allí a vivir, sin más explicaciones. Estaba embarazada y da a luz a gemelos, un hermoso niño que, seguro, es hijo del Señor del Sol y otro, deforme y oscuro, que de seguro debe ser hijo del tenebroso Señor de la Luna. El primero fue criado en la aldea por el portero. El segundo, llevado al pantano para que muriera.
Ramón -así se llama el hijo del Sol- no conoce su verdadera historia sino hasta poco antes de cumplir 16 años. El ha crecido burlándose de Pilar y no la quiere como a su madre. Al morir ella, solo espera con ansiedad que su padre lo reconozca como hijo. Las cosas no salen como Ramón lo pensaba y debe huir y la única persona que puede ayudarlo en esas circunstancias es su deforme hermano, Lal, que ha crecido solo en el pantano, aunque Pilar, la madre de ambos, lo visitó en secreto todos esos años.
Novela entretenida, bastante ágil desde la mitad de la trama en adelante, peca, sin embargo, al ser demasiado predecible en muchos aspectos, tanto en personajes, como en acciones. Por otro lado, hay ciertas inverosimilitudes que pueden pasar por alto para un lector juvenil, pero no para quienes tienen mayor bagaje literario.
Sin embargo, pese a todo, la novela logra bien el propósito de entretener y, de seguro, un buen lector (o profesor) siempre puede rescatar la dicotomía entre el bien y el mal, los claroscuros de la personalidad humana y, sobre todo, lo engañoso de las apariencias.
La novela de Víctor Kellehger, por lo tanto, me resulto interesante y se las recomiendo.
prof. Benedicto González Vargas
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