Pero todo cambió de un momento a otro; dicen que el alza de los pasajes del metro encendió la llama. Dicen que fue la frustración acumulada de quienes no habían alcanzado movilidad social. No lo creo y, por ende, no estoy de acuerdo, pero no diré más, porque estas páginas son y serán para mí siempre un oasis de artes y literatura. Y acá quiero compartir con los lectores un inesperado producto, hermoso, contingente, con profundo contenido social y literario. Ha habido muchos escritores que en los últimos días, partiendo de los hechos y en medio de una crisis sin precedentes cercanos, han creado cuentos y poemas que reflejan con particular talento la situación actual.
Ficción siempre, la literatura es capaz de crear mundos y situaciones que reflejan, evocan o proyectan la realidad. Veamos algunos ejemplos:
Regreso a casa (1), de Constanza Gutiérrez (2)
Termina el día, por fin me llevan a casa. Pienso en mi hermano, en cómo se estará riendo ahora. No tienes idea de esto, José, no tienes cómo saberlo. Quisieras haber sido tú el que está en mi lugar y sufrir como yo ahora, pero sólo puedes reírte viendo la tele y ese es tu mayor pesar y mi única alegría.
Se han organizado contra mí y están por todas partes, incluso en La Moneda.(3) ¿Es esto lo que querías para mí, Señor? En casa, lejos del mundanal ruido, sólo estamos Dios y yo, y si es que hubiese que perdonarme algo, estoy seguro de que me perdona. Pero, ¿seré yo capaz de perdonarlo a él? Es tanto lo que he dado y tan poco lo que recibo, Señor.
Escuadrón Octubre, de Francisco Ortega (4)
A cinco aumentan el número de parlamentarios “aseados” por el Escuadrón Octubre en lo que va del año. Dos más que a la misma fecha durante el 2022. El grupo de enmascarados, inspirados en la revolución de Octubre de 2019 y en la consigna de que si no hay justicia hay funa, se han empeñado en limpiar el país de autoridades y figuras públicas “sucias”, vinculadas con el narcotráfico, difusión de noticias falsas o asociaciones ilícitas con empresarios y multinacionales; siempre con el mismo método: el “aseo”. Secuestro, tatuaje de la palabra cerdo en la espalda y el pecho para luego abandonar desnudos y amarrados en un lugar público a hora punta. A pesar de los esfuerzos de carabineros y gobierno, el número de simpatizantes del Escuadrón Octubre sube en cada acción. “Si no hay nueva constitución, hay aseo popular”, escriben en redes sociales.
La plaza, de Rafael Gumucio (5)
Eran un millón al principio. Pero al verlos en televisión y en las redes sociales otro millón más se plegó. Otros dos millones más los siguieron hasta la plaza donde los seis millones de habitantes de la ciudad celebraron juntos la tarde interminable.
De pronto se les ocurrió que tenían que volver a casa. Pero sus casas quedaban en distintas direcciones así que sus cuerpos se interponían, impidiéndoles avanzar. Después de forcejear hasta medianoche decidieron quedarse ahí a ver si se despejaba en la mañana.
Habitantes del sur, del norte y de la costa aprovecharon para ocupar sus lugares en las casas que dejaron vacías de la periferia. Pero los tambores los llamaron y se sumaron también a la marcha en que todos los habitantes del país, unidos, siguen esperando que se despeje el camino hacia unas casas de las que no recuerdan la dirección.
Daño colateral (6) de Carmen Gloria López (7)
Eran miles, cubrieron el horizonte. Llevaban cacerolas y carteles. Reían y bailaban. Aunque sólo puedo ver, entendí que luchaban por los que tenemos poco. Se encaramaban sobre mi general con banderas nuevas, pedían justicia. Mi padre decía que los pobres no le importan a nadie. Estaba equivocado, ¡me sentí tan feliz! Hasta que vi a otros soldados apuntar y lanzar bombas. A dos mujeres les dispararon en los ojos, más lejos apalearon a otros.
Y un día, los mismos que cantaban me pusieron una soga al cuello; quise gritarles que yo era un pelado raso de la guerra del Pacífico, un soldado anónimo. No pude. Jalaron hasta liberarme de mi puesto de guardia, lo que me alegró, pero caí de cabeza en la fuente y después me patearon en el suelo. Ya no escucho nada, creo que al fin he muerto.
Una ilusión, de Francisca Feuerhake (8)
En la protesta crucé infinitos brazos, rocé un millón de muslos. Los llevé conmigo y los vestí. Tuve mil tatuajes. La sangre que manó de la boca de uno que no era yo, pero podría haberlo sido, se metió en mi escote. La gota resbaló hasta mi ombligo, donde un niño asustado buscaba a su mamá. Saboreé mis lágrimas, que tenían la misma sal que las suyas. Con mis dedos unidos atrapé el sudor de un hombro y lo mezclé con mi perfume. Un tambor trepidante me sacó la ropa. Me meció, convulsa, un espasmo. Las pieles, como las gotas de agua cuando chocan, se rompieron. Y no sentí miedo de tocar. Sentí calor.
Y para terminar esta serie de relatos, permítanme incorporar uno personal. El sábado 9 de noviembre en la mañana, me enteré del saqueo y destrucción de la Iglesia de la Asunción, además de un edificio patrimonial del siglo XIX, propiedad de la Universidad Pedro de Valdivia. La prensa publicó la imagen de un Cristo descendido de la cruz dañado y abandonado junto a las barricadas de la calle…
Me golpearon, me desnudaron, me hirieron, de Benedicto González Vargas
Bajé de nuevo esta tarde a Plaza Italia, como lo he hecho estas tres semanas de movilizaciones. Lo hago porque acompaño a cada uno en sus necesidades y problemas, porque entrego mi mayor esfuerzo en colocar en cada corazón que contacto una luz de Esperanza, Paz, Amor y Compasión. Nunca discrimino si usan uniformes o llevan el rostro cubierto, si marchan alegres en familia o si van solitarios sufriendo. Como siempre, pasé primero a ver a mi madre…
Destruyeron su hogar, me agarraron entre varios, me golpearon, me desnudaron, me hirieron, me dejaron abandonado en la calle. Mi madre, que esta mañana no tenía ningún rostro y sin embargo tiene el de todas las madres, me fue a recoger, como lo ha hecho tantas veces en dos mil años.
Notas
(1) Sin mencionarlo, el protagonista de la historia es el presidente Sebastián Piñera; se menciona a José, que en la realidad es el hermano del presidente, José Piñera, con quien es sabido que no tiene una buena relación y que en algún momento postuló a la Presidencia de la República.
(2) Narradora, autora de las novelas Terriers e Incompetentes.
(3) Nombre del Palacio de Gobierno de Chile.
(4) Francisco Ortega (1974), periodista y novelista, autor de El cáliz secreto, El número Kaifman y Logia, entre otros títulos.
(5) Rafael Gumucio (1970). Escritor y académico de la Universidad Diego Portales. Autor de novelas como El galán imperfecto y ensayos como ¿Por qué soy católico?
(6) El protagonista es la estatua de un soldado que acompaña o custodia la espalda a la figura del general Manuel Baquedano, héroe de la guerra del Pacífico.
(7) Carmen Gloria López (1966) es periodista, guionista y escritora. Su última novela es La venganza de las cautivas.
(8) La autora (1990) estudió Literatura en la Universidad Católica. Se dio a conocer con la webserie La vieja cuica y ha publicado la novela Tres semanas y el libro de cuentos Nenúfar.
Benedicto González Vargas
publicado originalmente en Revista Letralia el 20 de noviembre de 2019
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Notas
(1) Sin mencionarlo, el protagonista de la historia es el presidente Sebastián Piñera; se menciona a José, que en la realidad es el hermano del presidente, José Piñera, con quien es sabido que no tiene una buena relación y que en algún momento postuló a la Presidencia de la República.
(2) Narradora, autora de las novelas Terriers e Incompetentes.
(3) Nombre del Palacio de Gobierno de Chile.
(4) Francisco Ortega (1974), periodista y novelista, autor de El cáliz secreto, El número Kaifman y Logia, entre otros títulos.
(5) Rafael Gumucio (1970). Escritor y académico de la Universidad Diego Portales. Autor de novelas como El galán imperfecto y ensayos como ¿Por qué soy católico?
(6) El protagonista es la estatua de un soldado que acompaña o custodia la espalda a la figura del general Manuel Baquedano, héroe de la guerra del Pacífico.
(7) Carmen Gloria López (1966) es periodista, guionista y escritora. Su última novela es La venganza de las cautivas.
(8) La autora (1990) estudió Literatura en la Universidad Católica. Se dio a conocer con la webserie La vieja cuica y ha publicado la novela Tres semanas y el libro de cuentos Nenúfar.
Benedicto González Vargas
publicado originalmente en Revista Letralia el 20 de noviembre de 2019
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