con el alma transparente
que me sentaba en sus rodillas
y abrazaba mi mundo entero
Mi dolor, una plaza de Temuco
en frío invernal y pálido
manos morenas en mi rostro
melodías eneditas en los oídos.
Mi dolor, el puente de Lautaro
estrellas en un cielo antiguo
carreras de sol en mis venas
amistades eternas, infinitas.
Mi dolor, un beso tan esperado
un tren que se aproxima y se aleja
un amor encendido en el pecho
un olvido apagado en el alma
Mi dolor, la neblina que atrapa
pasos que enfrían el pecho
soledades presentidas, nubes
tantas horas de tanta entrega.
Ojos, muchos ojos, siempre ojos
la noche que sonríe plena
recuerdos,nostalgias, vida
la vida que nunca engaña
siempre pasa, se va y algo deja.
La palabra poética, dentro de las Artes Literarias, es la que mejor se hace cargo de compartir sentimientos, emociones, anhelos profundos. La vida, tal como se va presentando a cada uno de nosotros, nos entrega un cúmulo variado de experiencias, muchas de las cuales insospechadas poco tiempo antes. En la medida en que vamos avanzando en este sendero, nuestros recuerdos se agrupan entre aquellos que nos proporcionaron alegría, temor, esperanza, dolor, etc. y dependiendo nuestro estado emocional del momento aflorarán seleccionados y etiquetados para hacerse patentes nuevamente. El recuerdo -literalmente significa volver a pasar por el corazón- (1), se enfoca en uno de esos sentimientos y genera esos estados emocionales de nostalgia, algunos, como el del poema presente, teñidos de tristeza por la pérdida o lo que no fue.
Solo la verdadera poesía es capaz de hacerse cargo de estos sentimientos y el poema presentado más arriba, es una muestra cabal de ello. La autora, fundida con su hablante lírico, va repasando su biografía emotiva y se enfoca en aquellos momentos que representan su dolor.
Desde la niñez en las rodillas del padre, pasando por los primeros espacios de crecimiento, la juventud, la madurez, donde a cada paso, pese a la entrega y los esfuerzos, la pérdida se hace presente. "la vida que nunca engaña / siempre pasa, se va y algo deja", que son los versos finales, son la perfecta síntesis de esa emoción profunda, de ese sentimiento inefable que busca en el verso dejar huella para consolidarse, asimilarse, aceptarse y sanarse. Nada mejor que la palabra hecha poesía para exorcizar a estos fantasmas del espíritu que hemos construido con el polvo de nuestras vidas.
Un bello poema de Helein Reinhardt (2) de quien ya conocíamos un excelente cuento anterior también publicado acá.
Notas
(1) La palabra proviene del latín re (nuevamente) y cordis (corazón)
(2) Profesora y escritora chilena (Lautaro, 1961) quien aparte de sus clases de Lengua y Literatura ha participado en y dirigido diversos talleres literarios a lo largo de su vida. Gran parte de su obra permanece inédita, aunque en la web es posible encontrar algunas muestras de su talento.
prof. Benedicto González Vargas
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