1. Lectura receptiva. La más común de todas y puede -salvando las diferencias- aproximarse a la actitud de escuchar. El lector lee y, de acuerdo a sus conocimientos y experiencias, se ubica y contextualiza en el texto estableciendo con él una determinada familiaridad, tanto en lo temático, como en lo estructural.
2. Lectura reflexiva. Corresponde a una lectura con interrupciones que buscan dejar espacio para la reflexión, la interrogación al texto, la verificación de puntos de vista y la argumentación en torno a él. Se trata de una lectura con mirada crítica, comparando y contrastando ideas, analizando los aspectos causales, infiriendo información y valorando el texto. En este tipo de lectura es posible seguir y contrastar argumentos, buscar vacíos, etc., se trata, por ende, de una lectura profunda, crítica, relacional, de gran poder reflexivo y que garantiza una profunda aprehensión de sus ideas centrales.
3. Lectura rápida. Consiste en una lectura exploratoria que solo busca establecer de qué se trata el texto, qué es lo que interesa leer y dónde está lo que se quiere leer. En la práctica, consiste en considerar índices, títulos, subtítulos, párrafos diversos, donde el lector selecciona lo que más le interesa para darse cuenta del sentido y alcance del texto.
4. Lectura focalizada. Corresponde a la búsqueda particular de algún elemento presente en el texto. Se utiliza para destacar detalles necesarios para algún fin como determinar una secuencia, hacer un resumen, explicitar puntos importantes, etc.
El uso apropiado de estos tipos de lectura depende más de la finalidad del lector, que de la dificultad del texto.
Me parece que esta es una aproximación necesaria.
prof. Benedicto González Vargas
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