miércoles, 31 de enero de 2024

Lanzan sopa a la Mona Lisa

 

El 28 de enero recién pasado dos mujeres que integrantes del grupo Reacción alimentaria, le lanzaron a la obra pictórica más famosa de la historia, un caldo de color naranja, la consigna era: “¿Qué es lo más importante? ¿El arte o el derecho a una alimentación sana y duradera? Nuestro sistema agrícola está enfermo”, al menos eso fue lo que gritó una de las activistas, puño en alto. ¿Por qué le tiraron un plato de sopa a la obra de Leonardo Da Vinci, expuesta en el Museo del Louvre de París?

Aunque parezca curioso, no es casual, hay cierta persistencia en el hecho de usar comida contra algunas obras, en particular contra la Mona Lisa: en mayo de 2022 un activista le arrojó una torta y en agosto de 2009, una turista le lanzó una taza de té. En todos los casos los alimentos se estrellaron contra la vitrina que la protege. Hoy, las protestas socioambientales por parte de grupos radicales buscan el efecto multiplicador de las redes sociales. Pero, en este caso, se complementa perfectamente con las inclinaciones culinarias de Leonardo.

Incluso hay un libro que hasta hace muy poco tiempo se adjudicaba a Leonardo Da Vinci, se publicaba bajo el título de Apuntes de cocina. Pensamientos, misceláneas y fábulas. En el prólogo de la edición argentina de 2010 se advierte: “No tenemos certeza, y es posible que jamás podamos tenerla, acerca de si los textos recopilados en este libro son de Leonardo o no. Sin embargo, hay una serie de indicios que nos permiten creer que estamos en el buen camino si afirmamos que es ‘grandemente probable’ que Leonardo sea, efectivamente, su autor”. Recién en los últimos años del siglo XX se supo que este libro no es realmente del genio renacentista.

Del mismo modo la web está llena de leyendas y rumores acerca de lo extraordinario que era como cocinero y cómo llegó a regentear una taberna en Florencia a medias con su amigo Sandro Boticelli. Negocio que cerraron por falta de clientela. Tampoco inventó el sacacorchos para zurdos, ni las máquinas para cortar fiambres, ni un gramófono para filetear la carne, ni el tenedor, que ya se usaba en Constantinopla en el siglo XI.

En relación al falso libro de recetas y consejos, el crítico gastronómico del diario El País de España, José Carlos Capel escribió que cuando en 1998 dirigía la colección de gastronomía de la editorial Temas de Hoy recibió una copia de un título en inglés, Leonard’s kitchen note books. Una obra que, al parecer, había tenido una magnífica recepción en Inglaterra. “El libro -me dijeron- lo había escrito una pareja de historiadores, Shelagh y Jonathan Routh, sin otra intención que divertir a sus lectores”, escribió en su blog. Se trataba justamente del libro Apuntes de cocina.

Pero lo que sí es cierto es que Leonardo se desempeñó durante años como Maestro de Banquetes en la Corte de Ludovico Sforza, El Moro, señor de Milán por entonces.

En algunas de las obras pictóricas de Leonardo se puede apreciar la presencia gastronómica. La más comentada y donde el alimento cumple un rol protagónico es en una de las más conocidas: "La última cena". Esa escena de la despedida de Cristo de sus discípulos transcurre en el tiempo de la Pascua y se supone que los invitados estaban comiendo cordero asado, hierbas amargas, pan sin fermentar y vino. Pero no todos los historiadores coinciden y los evangelios apenas hacen referencia al pan sin levadura y el cordero asado. Algunos relatos académicos sostienen que también comieron verduras y que aderezaron la carne. La obra se encuentra en la pared sobre la que se pintó originalmente, en el refectorio del convento dominico de Santa Maria delle Grazie, en Milán.

Según narran los apóstoles Mateo, Lucas y Marcos en los Evangelios, en aquella comida Jesús consagró el pan y el vino, que la religión cristiana identifica con su cuerpo y su sangre, en lo que representó la institución del ritual de la Eucaristía.

Pero algunos estudiosos de la historia de las religiones consideran que en la mesa de Jesús y sus seguidores se sirvieron otros platos compuestos por los alimentos más sencillos que comía diariamente la mayoría del pueblo judío, como un guiso de verduras, pan y agua. Hay quienes suponen que también comieron codornices. Entre los componentes habituales de la dieta de esa región, figuraban, además, granadas, uvas, higos, queso de cabra, aceite de oliva y las especias aromáticas de la zona como el tomillo y la salvia.

Sabemos que Da Vinci era vegetariano. Algunas versiones más ligadas a la leyenda que a la historia documentada relatan que solía dejar de lado, por momentos, alguno de sus encargos pictóricos para realizar mezclas de ingredientes y elaborar platos junto al jefe de cocina de la corte de Ludovico Sforza.

Del mismo modo y también con escasas fuentes se ha afirmado que desde muy temprana edad, el pequeño Leonardo fue educado el paladar con un gusto dulzón gracias a Accatabriga di Piero del Vacca, segundo esposo de su madre y repostero quien inculcó en Da Vinci ciertos postres o pasteles de la cocina de entonces.

También circulan versiones que retratan a un Leonardo joven excedido de peso en la etapa de aprendiz en el taller de Verrocchio, junto a Sandro BotticelliDel mismo modo, hay un Da Vinci que al dejar el taller de su maestro empezó a trabajar como camarero, mozo o ayudante en la taberna de “Los tres caracoles” y que rápidamente ascendió a encargado y que entonces dio rienda suelta a la imaginación gastronómica. Su propuesta fue sumar, acompañar los platos de carnes y polentas con vegetales varios que eran su especialidad. Eran épocas en la que la polenta ocupaba un lugar central y repetitivo en la dieta renacentista. Leonardo va a montar verduras sobre la porción de polenta y que hoy se podrían interpretar como un antecedente de la nouvelle cuisine, en el sentido de pequeños manjares donde el sentido estético adquiere un papel importante. La innovación no funcionó y Leonardo abandonó su primera y breve experiencia en la cocina de autor.

Años más tarde –continúan los relatos- abre, junto con Botticelli, la taberna “La enseña de las tres ranas de Sandro y Leonardo”, y conoce su segundo fracaso culinario. Los artistas insisten en darle diseño a sus platos y los clientes sólo quieren llenar su estómago.

Esa experiencia artística es la que había vislumbrado Leonardo cuando pensó que disponer los alimentos sobre una tabla no era simplemente tirarlos como dados. Buscarles un orden, armonía y belleza los convertía en una verdadera obra de arte. Una experiencia que hoy vuelve con cierta violencia contra el arte, como forma de expresar su bronca contra las consecuencias letales del cambio climático, el maltrato a los animales, el uso de agrotóxicos, la desigualdad alimentaria, entre muchos otros males. Aunque los activistas lo desconocieran, a Leonardo le apasionaba la cocina y pensó en una cosmovisión multidisciplinar en la que la gastronomía fuera un arte y siguiera reglas como las de un proceso científico.

prof. Benedicto González Vargas

(Adaptado de diversas publicaciones noticiosas de la web)

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