Entre los volúmenes hay varios que corresponden a obras clásicas de la Literatura como El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha, La cabaña del tío Tom y Crusoe, nobelas de Ibsen y las obras completas de Shakespeare, a quien consideraba el mayor de los dramaturgos. Hitler, además, poseía la colección completa de obras de Karl May, un escritor de novelas baratas que le encantaban y al que a menudo citaba. Se sabe que en al menos una oportunidad frustrado ante el fracaso de sus generales, les increpó diciéndoles que tenía poca imaginación y que debían leer a May para ser más creativos. Otro alto porcentaje corresponde a libros de carácter esotérico y espiritual, entre los que destacan un análisis del Parsifal de Wagner, con data de 1913 y una Historia de la Swastica, fechada en 1921. También uno titulado Los muertos están vivos. Sin embargo, el libro que se ha encontrado con más anotaciones y muestras de varias relecturas es Palabra de Cristo, de autor anónimo. Hitler marcó expresiones tales como "Si crees, todo es posible", "Muchos son los llamados y pocos los elegidos" y "Dios y yo somos uno".
También hay libros de caráctar militar, algunos de Química y, por cierto, varios títulos de propaganda antijudía.
El líder nazi amaba los libros, lo que se fundamenta en que en 1925 los incluyó en una póliza de seguros, adquiría por compra o donación unos 4 mil libros al años, hacía muchas anotaciones al margen y subrayados y tras su caída se encontraron planos para construir una biblioteca personal capaz de albergar 60 mil volúmenes. Quienes lo conocieron afirmaron que dedicaba muchas horas a la lectura y que cuando estaba leyendo, no quería recibir a nadie.
prof. Benedicto González Vargas
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