El día de ayer, el Presidente electo, Sebastián Piñera Echeñique,
presentó el gabinete que lo acompañará en el gobierno que encabezará a
partir del 10 de marzo. Entre las novedades e intereses de dicha
presentación, estaba confirmar lo que ya era un secreto a voces, que el
ex alcalde de Las Condes y Santiago y ex candidato presidencial en dos
ocasiones, Joaquín Lavín Infante,
asumiría como Ministro de Educación. Una cartera difícil, llena de
conflictos, interses y visiones opuestas de lo que hay que hacer.
En medio de los comentarios respecto de la expertise de Lavín
para el cargo y las evidencias de su experiencia en el área de educación
(exitoso traspaso de la administración de colegios a docentes en Las
Condes, exitosa gestión en la Universidad del Desarrollo e irrelevante
gestión -para algunos muy mala- con los colegios y escuelas muncipales
de Santiago), me encuentro con este interesante artículo de
la ex ministra de Educación, Sra. Mariana Aylwin Oyarzún en el Diario
la Tercera de hoy que, con particular agudeza, analiza el actual momento
de nuestra educación pública.
Los invito a leerlo y comentarlo:
El futuro de la educación municipal
Este año por primera vez la educación privada subvencionada atenderá
a más de la mitad de los estudiantes chilenos, superando en más de un
10 % a los colegios municipales. Se consolida así la tendencia de que
los padres de familia prefieren educar a sus hijos en un colegio
particular, aun a costa de enormes sacrificios, como desplazarlos a
grandes distancias, pagar una mensualidad y pagar, además, transporte
escolar.
Se trata, simplemente, de que la gente hace lo posible por buscar lo
mejor. Las razones se hicieron más evidentes luego de un año marcado por
las interrupciones de clases en los colegios municipales, debido a las
huelgas de los profesores. Ni los recursos para mejorar la gestión ni la
subvención preferencial han logrado revertir el deterioro creciente de
la educación municipal durante los últimos años.
En este contextro, es evidente que una de las principales tareas del
nuevo gobierno, además de implementar la nueva institucionalidad que
establece la Ley General de Educación, será abordar la situación de la
educación pública.
Es cierto que el gran desafío de la educación chilena
es mejorar la calidad, más allá de quien la provea. Pero también será
necesario definir una política respecto de lo que se espera de la
educación pública.
El problema es de gran complejidad, porque se entra a un terreno minado
por los ideologismos y los intereses corporativos. De allí que no basta
con cambiar el Estatuto Docente y entregar mayor autonomía y
atribuciones a las escuelas, como parecieran creer algunos. No sólo no
es suficiente, sino también será muy difícil de lograr sin una
compensación de tal magnitud que consiga dejar conforme al gremio
docente.
Por otra parte, tampoco bastará con duplicar la subvención escolar como
se ha planteado. Hay problemas estructurales que deben ser asumidos,
como el tamaño de los establecimientos, en un sistema basado en un
subsidio por alumno (el 67% de las escuelas municipales tienen un
promedio de 65 alumnos); las escasas competencias técnicas para una
gestión que trascienda los intereses políticos de corto plazo del
periodo de un alcalde y, también, la debilidad de la formación docente
con la consecuente dificultad para que los mejores docentes lleguen a
los lugares más pobres.
El Presidente electo, Sebastián Piñera, anunció como candidato que haría
una "revolución copernicana" en el ámbito de la educación. Pero no se
sabe mucho en qué consistirá esa transformación, porque sus anuncios de
campaña no fueron muy distintos de lo que se está haciendo.
En el caso del debate sobre la educación pública, su gobierno partirá,
además, con la sospecha de que allí están quienes quieren hacerla morir,
en beneficio de la educación privada. Ese prejuicio predomina en
amplios sectores del gremio docente y del mundo político representado en
el Congreso.
Por eso la tarea de su ministro de Educación, Joaquín Lavín, será
especialmente difícil y delicada. Para tener éxito, deberá ser capaz de
crear un clima que revierta esas desconfianzas y haga posible los
acuerdos que son necesarios para avanzar en esa materia.
En Educación es especialmente necesaria una política que busque
acuerdos, pues, hasta ahora, el país está entrampado en visiones
ideológicas contrapuestas que están frenando cualquier avance. Por lo
mismo, se trata de una tarea que trasciende, por lejos, a un gobierno y
que requiere de la buena voluntad y cooperación de todos. Nadie, desde
el lugar en que esté, puede negarse a esa disposición, por el bien de
Chile.
Mariana Aylwin Oyarzún
Directora de la Corporación Aprender
Ex Ministra de Educación
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