Luego de más de dos meses de movilizaciones, marchas, paros
estudiantiles, tomas de establecimientos educacionales y algunos
episodios de violencia demasiado amplificados en la prensa nacional, el
Gobierno ha entregado una serie
de propuestas, 21 medidas concretamente, que los estudiantes se
apresuraron a rechazar. Hace pocos días leí una columna de José Joaquín
Brunner, muy interesante que comparto bastante, aunque con matices.
Motivado por varios estudiantes, especialmente de III Medio del Colegio
donde trabajo,
quienes permanentemente me acosan con requerimientos sobre este tema,
entregaré mi opinión sobre este tan delicado asunto. Lo hago desde mi
perspectiva de profesor que ha trabajado en los tres sistemas de
provisión escolar (municipal, particular subvencionado y particular
pagado) y que ha tenido experiencia
como estudiante y como docente en instituciones universitarias
estatales (UMCE) y particulares (UCSH, UDP, UNAB, USS). No pretendo
saber todo del asunto, pero alguna experiencia tengo...
En el escenario actual, me parece que, ni estudiantes ni Gobierno, ni
oficialistas ni opositores, tampoco el Colegio Profesores ni la mayoría
de quienes han actuado en alguna trinchera en este tema, podrán llegar a
acuerdos si las demandas son tan amplias y excesivas, temáticamente
hablando y las respuestas gubernamentales, con una alta cuota de
improvisación, son también de una amplitud que hace perder el foco de lo
relevante. Pareciera que aquí el viejo dicho de que "lo urgente hace perder de vista lo importante" es una buena manera de describir la verdadera piedra de tope para llegar a soluciones.
No me importa, en lo personal,
que la actual propuesta del Gobierno no se condiga con el programa de
gobierno que propuso al país cuando Sebastián Piñera fue candidato o lo
que ha dicho en sus intervenciones anteriores del 21 de mayo ante el
Congreso Nacional, los gobiernos y las personas tienen no solo
el derecho, sino el deber, de reflexionar ante las nuevas realidades y
actuar en consecuencia. Pero sí me importa que con el afán de aparecer
dialogante, con la presión de ser el gobierno peor evaluado de los
últimos 21 años, con la incomodidad de enfrentar requerimientos
encontrados desde distintos frentes (casi todos adversos) y con el
desorden que esto ha provocado en los procesos administrativos y la
calendarización de las actividades académicas, el Gobierno esté cada día
más aceptando entrar a un debate sobre ya ¡21 temas! cuando cualquier
persona que sabe de debates, administración, argumentación, o tiene
simple intuición sobre el asunto, entiende que la clave es priorizar lo
importante sobre lo accesorio, no se puede tener 21 prioridades en la vida, es absurdo. Las prioridades, por definición, son pocas, tres o cuatro a lo sumo.
¿Quién aconseja al Presidente? Es cierto que las demandas son muchas,
pero si el Gobierno se centra en aquello verdaderamente importante para
el desarrollo de nuestra educación, debiera tener el respaldo de todas
las entidades que se sientan a conversar con el legítimo interés de
dialogar y avanzar, aunque quienes estén más radicalizados no lo
acepten. La ciudadanía entendería un esfuerzo así enfocado y lo
respaldaría, pero la dispersión de intereses, tópicos, demandas,
propuestas y cuanto más exista, lo único que hace es impedir el acuerdo.
¿No es acaso más fácil, lógico y prudente conversar y acordar sobre
tres o cuatro cosas, que sobre 21 a la vez? Lo que debemos hacer es
mejorar nuestro régimen mixto, descentralizado, y ampliamente cobertor
de provisión educacional. Para ello, el Gobierno requiere mantenerse
firme en una propuesta seria, acordada y pertinente. Los puntos
verdaderamente importantes, como en toda discusión, son pocos. Muchos de
los puntos accesorios pueden resolverse sin acuerdo, porque son actos administrativos de rápida resolución
o que requieren el concurso de pocos actores efectivos para lograrlos.
Sentarse a conversar permanente sobre ellos, cuando muchos solo buscan
mantener el conflicto radicalizando esas posturas, es un error
estratégico inimaginable. ¿Cuáles son los temás, en mi opinión
relevantes? Obviamente no pretendo tener la verdad, ni mucho menos, pero
a modo de ejercicio, me parece que:
1. Modificar la gestión de establecimientos actualmente en manos de
municipios que, por diversas razones, no ha sido eficiente y ha llegado a
deteriorar a niveles inconcebibles la calidad educacional de las
instituciones escolares públicas.
2. Generar un sistema de financiamiento vía becas y créditos que
garantice verdaderamente el acceso a la educación de todos los
estudiantes, sin que ello implique endeudarse a niveles inimaginables
por décadas en su vida, con el consiguiente deterioro en su desarrollo
personal, familiar, profesional y hasta afectivo y de salud, futuro.
3. Asegurar el financiamiento público de las instituciones
educacionales del Estado, focalizando mejor su gasto, inyectando
recursos sostenibles en el tiempo y transparentando y fiscalizando su
uso.
4. Establecer una verdadera carrera docente que garantice a los
profesores un desarrollo profesional adecuado, poniendo los incentivos
donde corresponde, que es la mayor eficiencia y responsabilidad en las
actividades docentes, que posibilite un uso racional del tiempo de los
maestros y que asegure un perfeccionamiento permanente como palanca de
progreso profesional y económico. Lo demás, no viene al cuento. Son
búsquedas o intereses más bien corporativos (como lo define Brunner en su columna en La Tercera),
actos accesorios como la majadería del pase escolar los 365 días y las
24 horas del año, en los que puede avanzarse racionalmente por actos
administrativos que no requieren acuerdo, o bien todo lo relativo al
mejoramiento de la infraestructura que requiere acuerdos con menos gente
y en tonos mucho menos vociferantes.
Lo anterior es solo un ejemplo, de lo que me parece que es menos
importante de enfrentar, porque lo relevante es revertir el deterioro
de la calidad de la educación pública de nuestro país. Finalmente,
concuerdo con aquellos que sostienen que el Gobierno se ha mostrado
errático, ha carecido de inciativa, tiene la inexplicable e incoherente
práctica de aparecer (y desear) siendo inflexible ante intereses
corporativos de toda índole, pero a cada rato va adecuando su discursos y
sus propuestas a ellos, para no parecer antidialogante, generando una
imagen de debilidad en sus adversarios (que bien la aprovechan) y de
incoherencia en la opinión pública, que lo rechaza. Es tarea del
Gobierno fijar esta agenda, llevar la iniciativa, guiar el proceso y
construir los acuerdos. En pedir no hay engaño, dice el refrán.
Pero quien tiene la responsabilidad de rendir cuentas por los recursos
gastados y su buen uso, debe ser firme (y para ello debe ser claro), a
la hora de analizar cuál será su verdadera postura y propuesta en estos
temas.
prof. Benedicto Andrés González Vargas
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