Con los resultados en mano de sus pruebas de ingreso a la educación superior y ya pasadas las fiestas de fin de año, muchos estudiantes egresados de la educación secundaria chilena recorren universidades e institutos con el fin de elegir la carrera adecuada para seguir estudios superiores. Muchos de ellos tienen dudas e inquietudes porque, obviamente, es una decisión importante que genera incertudumbre y desconcierto respecto de su futuro en muchos adolescentes.
Es necesario comprender que para estos estudiantes, muchos de ellos adolescentes aún, hay diversos elementos internos y externos que generan estas dudas en el proceso. Por ejemplo, muchos de ellos aún no tienen certeza absoluta de cuál es su vocación más profunda, más consistente, el nivel de autoconocimiento es todavía escaso y muchos, aunque parezca increíble, no concilian aún sus habilidades, sus necesidades, sus deseos y expectativas y la real oferta que existe en las instituciones de educación superior. A estos factores internos hay que agregar otros externos no menos importantes: las presiones familiares, la siempre confusa y a veces tendenciosa oferta de universidades e institutos que abruman al estudiante con llamadas telefónicas y ofertas siempre atractivas, la pertenencia a cierto estatus sociocultural dependiendo de la carrera o la institución elegida, que funciona como una suerte de presión social, etc.
Lo primero que debemos tener en cuenta para ayudar a nuestros estudiantes es que debemos transmitirles una verdadera desdramatización del asunto. Si -como ya hemos dicho antes- en la PSU no se juega la vida, en la elección de la carrera tampoco. Equivocarse nunca es malo, porque es la oportunidad de aprender de la experiencia. Ahora bien, para minimizar esos riesgos, hay que recurrir a esa necesaria fase previa de los estudiantes, cuando aún estabas en el colegio y pensaban que su futuro estaba en algunbas carreras, todos ellos barajaban tres o cuatro opciones, algunas demasiado divergentes entre sí, incluso. Esas opciones deben ser contrastadas con las habilidades personales, pero también con los gustos, sin dejar de lado los hábitos de estudio, que a estas alturas de su vida los jóvenes (y sus padres) ya saben reconocer. ¿Para qué elegir una carrera que demande demasiada lectura, si no le gusta leer? Considerando que en todas las carreras deberá leer, ¿para qué abrumarse eligiendo una donde el centro académicos teórico está puesto en la lectura? Lo mismo vale para las actividades manuales, físicas, experimentales, etc.
Esta ansiedad debe disminuir en la medida en que los jóvenes vayan teniendo esos elementos en cuenta, contrasten su realidad con sus expectativas y los padres deben colaborar en ayudar (no forzar) a que sus hijos resuelvan el verdadero puzzle mental que está siendo esta elección de carrera e institución para sus hijos. No hablo solo desde la teoría que psicólogos u orientadores han escrito y descrito con precisión en libros y revistas, sino también desde la experiencia de un padre que tuvo que guiar a su hija para elegir carrera y universidad, aún incluso, contra la opinión de muchos terceros que descalificaron en su ocasión su opción por razones económicas o similares. La labor de los padres es insustituíble, pero no es nuestra labor presionarlos o guiarlos tendenciosamente hacia nuestras opciones, sino que a las de ellos.
Difícil tarea, difícil elección; pero, de verdad, si consideramos que en esto está involucrada la vida profesional de una persona joven, con muchos años de vida por delante. Pensarlo bien y demorarse un poquito, no es grave y equivocarse, tampco.
prof. Benedicto González Vargas
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