He leído hace poco el libro Fuego bajo la nieve, que
corresponde a las memorias de Palden Gyatso, un monje budista que consiguió
sobrevivir a las cárceles y terribles torturas que el régimen comunista chino
instauró en su invadida patria: Tíbet.
Sin embargo, pese a lo ya
dicho, esta obra es mucho más que las memorias de un "simple monje",
como nos dice el autor, sino que el reflejo del dramático cambio ocurrido en la
vida del noble pueblo tibetano tras la pérdida de independencia de su antigua y
mística tierra. El libro nos presenta lo que podría ser una síntesis de la vida
de Palden Gyatso, introduciendo en nuestro conocimiento y conciencia algo del
pensamiento filosófico-religioso y de la vida cultural del Tíbet. Luego, al
avanzar la historia, nos lleva al año 1950, cuando China invadió Tíbet
realizando cambios terribles, dramáticos e injustos en la forma de vida de los
habitantes del país de las nieves. Durante el gobierno de Mao Tse Tung y hasta
el día de hoy, la soberanía de Tíbet ha sido totalmente destruida, mancillada y
pisoteada, se ha intentado borrar todos los indicios de su cultura y
tradiciones. Los añosos milenarios libros de las bibliotecas de los
lamasterios fueron quemados, la historia fue alterada según las versiones que
convienen al comunismo chino y su revolución del terror. La peor parte se la
llevaron las órdenes religiosas, sus monjes fueron tomados prisioneros y
torturados, asesinados vilmente.
Según nos relata el libro, en 1959 Palden
Gyatso, junto a otros miles de monjes, fue arrestado, hecho prisionero e
internado en un campo de concentración chino por haber participado en una
manifestación no violenta en favor de la restitución de la libertad tibetana.
En esas condiciones pasó los treinta y tres años siguientes de su vida.
Humillado, denigrado, maltratado muchas veces. Impedido de ejercer su labor
religiosa. Pero felizmente para él, para nosotros sus lectores, para la
historia y para la supervivencia de esta rica y milenaria cultura, fue liberado
en 1992 y, pese a sus años, decide escapar a la India para cumplir un sueño
guardado en lo más recóndito de su corazón durante más de tres décadas:
reunirse con S. S., Tenzyn Gyatso, el Dalai Lama, y desde la libertad
democrática que ha ofrecido la India a los tibetanos, luchar por la
independencia de su tierra natal.
Hombre inteligente, supo describir en su obra
la tragedia de su pueblo, supo vivir en su carne, los maltratos para luego
sublimarlos en páginas encendidas por la verdad incontestable de su denuncia.
Supo, como pocos, burlar la vigilancia de los cancerberos rojos para llevar
consigo, como testimonio indesmentible para quienes aún creen en las palabras
engañosas de los chinos, los instrumentos de tortura que utilizan para
amedrentar a los presos políticos y de conciencia. Palden Gyatso se ha
constituido entonces como un testimonio viviente, ejemplo y emblema
indesmentible de la causa de un pueblo que sigue luchando pacíficamente por
alcanzar la libertad. Palden Gyatso se ha dedicado todos estos años a denunciar
el genocidio cultural tibetano a manos de las autoridades chinas.
Este es un
libro atrapante, especialmente lo ha sido para mí, porque cada vez que escucho,
veo o leo sobre la tragedia tibetana y la epopeya heroica de su lucha, se me
oprime el corazón como si en alguna vieja encarnación hubiera habitado en esos
lamasterios con olor a incienso y grasa de yak.
Libro hermoso, pese a lo
brutal de la historia narrada, porque de sus páginas surge prístina la
conciencia de los hombres libres del Tíbet. Qué duda cabe que no escribo aquí
desde la imparcialidad, sino desde la militancia irreductible de quien cree en
la libertad de conciencia, en la libertad religiosa y en la libre determinación
de los pueblos. No recomiendo, por tanto, su lectura a aquellos que no sean
capaces de desprenderse de sus ideas proclives al comunismo chino. Para quienes
niegan Tianagmen, no hay razones para leer esta obra que, de seguro, tildarán
de falsa. La vieja Lhasa y el dorado Potala, sin embargo, siguen añorando el
regreso de su líder verdadero. El Boddhisatwa de la Compasión.
Pero para los
amantes del Tíbet, este libro registra aún otro valor: Las palabras de S. S. el
Dalai Lama, que prologa esta obra y que ha dicho de ella que es un relato
estremedor de sufrimiento y fortaleza: "Personas como él
revelan que los valores humanos como la compasión, la paciencia y el sentido de
la responsabilidad sobre nuestros propios actos, que se hallan en el corazón
mismo de la práctica espiritual, todavía perviven. Su historia representa una
auténtica inspiración para todos nosotros".
Tal vez no alcance
mi vida para ver al Tíbet Libre, pero misteriosos son los caminos del Dharma.
Si el Tíbet no hubiera perdido su libertad a manos del despotismo rojo, la
mayoría de la humanidad no habría conocido figuras de la altura de Tenzyn
Gyatso, Kalú Rinpoché o el propio Palden Gyatso. Peor aún: la humanidad se
hubiera perdido el mensaje de optimista fortaleza que el budismo tibetano
entrega. Encerrado en el país de las nieves, el mensaje del Dharma hubiésenos
llegado impreciso. Obligado por la diáspora del exilio. Las palabras del Buda
entregadas por los monjes de túnicas de color azafrán, han calado hondo en
tantos corazones humanos que luchan también por una libertad más íntima, pero
no menos crucial: La libertad del espíritu. Imperdible para estos buscadores,
entonces, la emotiva lectura de las memorias de este simple monje.
prof. Benedicto González Vargas
6/03/2008 a las 22:57
ResponderEliminarLeonardo Maldonado, dice: Me encantó tu comentario, Pero ojo !a pesar de no haber leído el libro, estoy seguro de que "el" es menos incendiario al denunciar el dolor suyo y de sus compatriotas... El budismo mas que una religión es un entrenamiento de por vida en el cultivo de la compasión... Estoy seguro de que la vehemencia de tus palabras en contra de los chinos no reflejan la compasión con que los tibetanos los miran y corres el riesgo de acercarte mas al emocionar que encarnan los Chinos que colonizan y subyugan una cultura que no entienden... Saludos
14/04/2008 a las 17:10 prof. Benedicto González Vargas, dice: Qué duda cabe, amigo mío! Yo no tengo la entereza moral ni la práctica del Dharma como lo hacen los tibetanos. Su Santidad da ejemplo de esto al condenar la violencia y apoyar los Juegos Olímpicos en Pekín. Soy apenas un pobre occidental indignado con el comunismo chino y a quien el Tíbet le duele como herida incurable.
Eliminarprof. Benedicto González Vargas
13/04/2008 a las 07:10 PM Ernesto Lavín Orellana, dice:
ResponderEliminarEl Tibet y su lucha por la libertad de expresión y culto. Todos los horrores relatados pueden ser insignificantes frente al terrible flagelo del silencio. La comunidad mundial no puede seguir impasible frente a estos atropellos de gente pacífica. Lo acontecido con los disturbios en el seguimiento a la Llama Olímpica son un pálido reflejo de los verdaderos sentimientos que debiéramos expresar frente a tan indignas agresiones. El poderío militar, político y económico no pueden apagar el fuego del alma. El Tibet y su pueblo vivirán en la historia de los hombres libres.
14/04/2008 a las 04:51 PM
Eliminarprof. Benedicto González Vargas, dice:
Y, sin embargo, amigo mío, Su Santidad, el Dalai Lama ha condenado la violencia, ha dicho que va a renunciar si ella continúa. Ha señalado su apoyo a los juegos olímpicos de Pekín, pero también ha hablado de la autoridad moral que le falta a China. Es un ejemplo para todos.
prof. Benedicto González Vargas Educación y Pedablogía para el Siglo XXI