No había tenido ocasión de leer a Colette, esta escritora francesa de principios del siglo XX cuya vida y obra están cruzadas por el velo de una fama ganada a punta de literatura, escándalos y desengaños. Esta novela, sin embargo, que llegó a mis manos
directamente de una librería de San Diego (1), me permitió apreciar el
talento de Colette para crear personajes tan profundamente creíbles y
queribles, como esta pequeña Minne que desde niña lo único que hace es
buscar un amor que la satisfaga en sus ansias más íntimas de placer y
aventura.
La obra, editada en 1909, nos pinta con maestría la burguersía
parisina de mitad del siglo XIX, describiendo las costrumbres de esta
sociedad a la que se enfrenta la pequeña Minne, una hermosa joven,
quien, adorada por su madre,
recibe una estricta educación que no se reflejará en su vida privada,
donde no trepidará en mentir y dañar a quienes la quieren tras la
búsqueda infructuosa de una gran aventura y una gran pasión en que ella
pueda disfrutar de los placeres sexuales tanto como parecen disfrutarlo
sus amantes, tanto como está narrado en los libros que lee y que, sin
embargo, ni su marido ni sus amantes han podido nunca hacerle sentir.
Casada con su primo, a quien llega a despreciar, Minne es una niña mujer
que seduce a cuanto varón se le ponga al frente con la esperanza de
alcanzar algo de la felicidad afectiva, de la fruición erótica, del
placer sexual que ella cree y busca merecer. Su ingenuo marido, sus
torpes amantes, sus amistades parisinas, servirán de pretexto y pantalla para inventarse aventuras imposibles y alimentar deseos improbables, quedando siempre con la sensación amarga dela frustración.
Novela interesante, profundamente femenina y feminista, sensual
y erótica, se deja leer con creciente interés y admiración y, pese a
que ya hace más de un siglo de su aparición, sigue siendo una grata
sorpresa para quienes hemos tenido la fortuna de leerla.
Notas:
(1) Calle chilena especializada en literatura con abundantes locales de libros usados a bajo precio.
prof. Benedicto González Vargas
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