El pasado viernes 10 de octubre, el profesor
del MIT y experto en medios, Henry Jenkins, gracias a una gestión del Foro Pro Innovación, visitó el Colegio Altamira para hablar de
tecnologías digitales y educación. En la ocasión los asistentes tuvimos la
oportunidad de escuchar sus ideas sobre cultura participativa, inteligencia
colectiva y alfabetización digital, entre otros conceptos que son cruciales
para la educación de siglo XXI.
En su interesante y amena conferencia, Jenkins
enfatizó en la importancia de no tenerle miedo a la tecnología y dejar que los
niños y jóvenes aprendan a usarla debido a la importancia de adquirir
competencias y habilidades que permitan a los niños y jóvenes trabajar en ese
mundo (que será el que les corresponderá vivir como adultos). Todo lo contrario
a lo que suele hacerse en los colegios, donde ante un problema y debido al
desconocimiento de estos medios, solo encontramos, como respuesta más usada, la
prohibición de usarlos.
Su presentación tuvo como hilo conductor diferentes
historias de adolescentes, a través de las cuales este reputado académico,
especialista en tecnologías, mostró cómo opera hoy, en la práctica, la cultura
participativa, la inteligencia colectiva, la búsqueda y creación de
conocimiento en la red, todo lo cual conlleva a un nuevo rol docente donde hay
que desatar las habilidades investigativas y críticas que permitan convertir en
conocimiento la basta información que la red ofrece. Según Jenkins, existen
varios desafíos necesarios de asumir para ir disminuyendo la llamada brecha
digital que todavía es enorme y que debe desaparecer.
En esta cruzada los
padres y profesores tienen un rol fundamental: participar de esta cultura, irla
conociendo, experimentando y abriéndose ellos mismos a la comprensión de un
fenómeno que muchas veces desdeñamos o rotulamos como inadecuado. Un ejemplo
interesante aportado por el conferencista es la de aquellos padres que pueden
pasar horas, incluso invirtiendo dinero para asistir personalmente, viendo y
entreteniéndose con espectáculos deportivos, pero son incapaces de atender diez
minutos a sus hijos cuando éstos quieren compartir con ellos algún juego
digital. Por esta razón abogó porque el lenguaje digital tenga su espacio en la
educación, incorporándolo a las clases, diseñando proyectos y difundirlos a
través de la red, es el nuevo rol de los profesores y de los estudiantes que
quieran aprender, conocer y colaborar con esta nueva cultura participativa, en
la que nos guste o no- estamos inmersos.
Los datos duros para este
planteamiento parten del hecho de que según un estudio reciente del proyecto Pew
Internet & American Life, (Lenhardt & Madden, 2005), más de la mitad de
todos los adolescentes han creado medios de contenido y aproximadamente un
tercio de ellos que utilizan Internet, han compartido los contenidos que
producen. Según Jenkins, en muchos casos, estos adolescentes están activamente
envueltos en lo que llamó culturas participativas. cabe señalar que una cultura
participativa es aquella que tiene bajos requerimientos de expresión artística
y de interacción ciudadana, un profundo sentido de compartir la creación
individual y algún tipo de tutoría informal mediante la cual los más
experimentados pasan sus conocimientos a los novicios (no habiendo aquí una
distinción etárea, sino de experiencia en el uso de las herramientas
digitales).
En una cultura participativa sus miembros creen en la importancia
de sus contribuciones y sienten algún tipo de conexión social entre ellos
pretendiendo, al menos, que los otros se ocupen de ver lo que desean compartir
Estas formas de cultura participativa incluyen: Afiliaciones: asociaciones
formales o informales centradas alrededor de soportes digitales como
comunidades, redes sociales, grupos de juegos y foros. Expresiones: que
producen formas creativas, modificando historias, textos literarios, comics,
canciones o temas musicales, fotografías, etc., aportando una mirada propia y
enriqueciendo desde lo personal la creación existente.
Solución de problemas en
colaboración:
El trabajo en equipo
Trabajando en equipo que puede ser informal,
pero se crea a partir de las comunidades antes señaladas. Muchísimas páginas
colaborativas en la red así lo demuestran. Circulaciones: Otorgándole
movimiento a las comunicaciones tales como los blogs y podcasting, envíos de
mensajes de audio por medio de RSS (Rich Site Summary) a los subscriptores de
estos programas, etc. El acceso a las funciones de esta cultura participativa
es también una nueva manera de currículo oculto, que debe ser considerado en
las miradas pedagógicas. Hay un "empoderamiento" de niños
adolescentes a través de esta información que circula y que conocen que los
hace ser distintos a los estudiantes de décadas y generaciones anteriores.
Algunos han argumentado que los niños y jóvenes adquieren esas habilidades y
competencias que lucen por ellos mismos en el proceso de interactuar con la
cultura popular.
Sin embargo, como docentes, hay tres preocupaciones que
sugieren la necesidad de una vigilancia e intervención pedagógica:
1. La brecha
participativa: el desigual acceso de oportunidades, experiencias, habilidades y
conocimiento que preparará a los jóvenes para la participación total del mundo
del mañana. El problema de la transparencia: los desafíos a los que se
enfrentan los jóvenes en su aprendizaje para ver claramente las formas y
estrategias que los medios tienen para presentar su imagen de mundo. Vale
decir, algo muy similar a lo que en este blog hemos llamado tantas veces el uso
crítico.
2. El desafío de la ética: el desmoronamiento de las formas tradicionales
de entrenamiento profesional y socialización que pueda preparar a los jóvenes
para sus cada vez más numerosos trabajos públicos como creadores de medios y
partícipes de la comunidad, donde las conductas éticas deben presidir su
comportamiento en las redes globales. Es evidente que los colegios y las
instituciones educativas han sido muy lentas para reaccionar ante la emergencia
de esta cultura participativa; la mayor oportunidad para el cambio actualmente
se encuentra en los programas asociados a talleres extraescolares o
extrainstitucionales, incluso, fuera del horario escolar. Las escuelas y los
programas deben dedicar más atención para incorporar lo que él llama nuevos
alfabetos de los medios: un juego de competencias culturales y habilidades
sociales que los jóvenes necesitan en el horizonte de los nuevos medios.
La
cultura participativa mueve su punto de mira de la educación del individuo
hacia el desarrollo de la sociedad que se involucra. Los nuevos educados, casi
todos, incorporan habilidades sociales desarrolladas por medio de la
colaboración y el desarrollo de redes. Estas habilidades están construidas
sobre los cimientos de la educación tradicional, investigación, habilidades
técnicas y el análisis crítico enseñados en la sala de clases.
Estas nuevas
habilidades incluyen:
a) Juego: La capacidad de experimentar con su entorno
como una forma de solución de problemas, a través de actividades lúdicas.
b)
Actuación: La habilidad de adoptar diferentes identidades con el objeto de
ejercitar la improvisación y el descubrimiento.
c) Simulación: La habilidad de
interpretar y construir modelos dinámicos de procesos que reproduzcan el mundo
real.
d) Apropiación: La habilidad de sopesar significativamente (con sentido
ético) y mezclar el contenido de los medios.
e) Multitarea La habilidad de
poder observar con detenimiento el entorno y poderse enfocar sobre los detalles
más importantes del mismo.
f) Conocimiento distributivo: La habilidad de
interactuar significativamente con herramientas que desarrollan las capacidades
mentales.
g) Inteligencia Colectiva: La habilidad de poder agrupar conocimiento
y comparar notas con otros para el logro de una meta u objetivo común.
h)
Juicio: La habilidad de evaluar la credibilidad y confianza de las diferentes
fuentes de información (sentido crítico).
i) Navegación: La habilidad de seguir
un flujo de historias e información a través de diversos medios.
j) Creación de
Redes: La habilidad de buscar, sintetizar, y distribuir la información.
k)
Negociación: La habilidad de viajar a través de diferentes comunidades,
discerniendo y respetando diferentes perspectivas a la vez de captar y seguir
normas alternativas.
El desarrollar y alcanzar las competencias de tales
habilidades sociales y culturales requiere de una mirada más sistémica de la
educación y es ahí donde nuestro rol docente adquiere sentido y relevancia en
la educación del siglo XXI.
Todos aquellos que estamos ocupados en la formación
de jóvenes para su ingreso al mundo real, debemos colaborar decididamente en
ayudar a los estudiantes en la adquisición de estas habilidades que serán
necesarias para convertirse en plenos actores de nuestra sociedad. Sin lugar a
dudas que escuchar a Henry Jenkins y tener la ocasión de someter a consulta
algunos temas a su experta opinión, es un privilegio que agradezco a aquellos
que me invitaron a participar de tan interesante conversación.
prof. Benedicto González Vargas
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