He tenido la oportunidad de sorprenderme con un poema
de alto vuelo de Reynaldo Lacàmara que nos permite evocar lo que fue la
vida de los mineros del carbón en la ciudad de lota, en la VIII Región de Chile.
De entre mis recuerdos de niñez y juventud no puedo
dejar pasar que en muchas ocasiones la televisión y la radio, cada cierto
tiempo, entregaban angustiantes noticias sobre la tragedia acontecida en dicha
zona, explosiones de gas grisú, muchos mineros muertos y la dureza de un
trabajo que, no obstante, era tan necesario, que había impulsado el
progreso del país en el siglo xix y hasta mediados del xx. más tarde, en los
cuentos de Baldomero Lillo, encontré las historias que para sirvieron para
contextualizar la esforzada vida de lota. sin embargo, nunca encontré en otros
soportes literarios (drama o poesía), una experiencia estética que me
permitiera evocar aquellos recuerdos con tanta fuerza como me ocurrió con Sub Terra; eso,
hasta ahora.
En efecto, aunque las minas se cerraron por allá por la década del 90, el
recuerdo amargo de las historias lotinas pervive en un recodo de mis
experiencias afectivas, aunque nunca tuve vinculación directa con ellas, esas
historias siempre mi impresionaron. y reitero: no había encontrado, más allá de
la narrativa, en la literatura, otra evocara que convocara dichos recuerdos,
pero Lota sobre la tierra, de Reynaldo Lacámara, es un
texto de verso potente, pero a la vez sensible. que no solo evoca, sino
que invoca y convoca la vida misma de aquel entorno vinculado para siempre al
brillo oscuro del carbón. en palabras del poeta Aristóteles España, esta
obra "quedará en la historia de nuestra poesía como un aporte al
rescate de las luchas del mundo de los oprimidos en un tiempo como el actual
donde los vates están ensimismados con la palabra pero no con la emoción".
Recorriendo sus páginas, encuentro versos tan profundos y evocadores como
estos:
De la piedra se desprende una silueta:
era el hombre hecho humo.
de la profundidad
donde asciende desplomándose
como si toda la tierra fuese fragua
con el corazón rojo
y la piedra de los años.
Abajo, allá abajo,
a 500 años de distancia,
la luz de un minero
va encendiendo su fragua.
Luis Cunahuel,
Pedro Ñeuquil,
Juan Lámpara.
yo los nombro
para que vuelvan
aún bajo la tierra
cubiertos por agua y carbón.
Estos versos, me parece, dan cuenta del profundo sentido de esta obra y del
alto vuelo poético que la constituye. es un poema doliente, que va armando sus
versos desde los dolores del oficio, desde el sacrificio, desde el hambre,
desde la humedad y la tragedia. Chile cimentó su crecimiento industrial en el
carbón y eso, el poema lo recuerda en forma nítida:
Chile
ha sido un barco
navegando extensamente
con sus motores llenos de carbón.
Imagino que no será fácil conseguir un ejemplar de esta obra editada por
Del Gallo en 1999, pero yo me la encontré en un cajón de libros de oferta y, la
verdad, a veces solo hace falta hurgar no en los elegantes anaqueles de las
librerías, donde hay libros encuadernados y con letras brillantes, sino en los
cajones bajos, donde conviven hacinadas humildes experiencias literarias de
primerizos y poemas inmortales, como este de Reynaldo Lacámara.
prof. Benedicto González Vargas
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