Esta
novela juvenil, ambientada en el México colonial, cuando la tierra azteca era
el Virreinato de Nueva España, tiene una trama interesante y sencilla a la vez:
Esteban de Ordaz, un joven de doce años, despierta una mañana con la idea de
que un hechicero indio que le habló en sueños, le revela que tiene el poder
para que las cosas y los acontecimientos le obedezcan. En la medida en que se
va involucrando en diversas aventuras va confirmando dicha idea, no obstante
cada vez más se va acercando peligrosamente a confirmar lo contrario, debido a
que varias veces puso en peligro su vida. A través de las correrías de este
joven rico de la colonia mexicana vamos conociendo un poco más de las
costumbres y estilo de vida del México virreinal, no son pocas las
descripciones de vivo color que el autor nos regala para insertarnos en una
época tan lejana y misteriosa para nosotros. Resuenan en esta obra notas de las
novelas de aventuras, de capa y espadas y un airecillo, acomodado a las
circunstancias del marco histórico, de Tom Sawyer (Joe el Indio y el Caballero
Negro pueden ser equivalentes en cuanto a sus escondites y el temor que
provocan al protagonista). El compañero de correrías de Esteban es, en todo
caso, una hermosa y huérfana muchacha levemente mayor que él, de nombre Paloma,
quien también demuestra un espíritu indomable y una rara habilidad para meterse
en líos, lo que la lleva a pasar largo tiempo castigada por su malvado tutor.
Sin embargo, en mi opinión la historia empieza a perder fuerza al final y
pareciera que el autor no sabe cómo terminarla.
En efecto, empiezan a sucederse
situaciones inverosímiles como el robo a la Casa de Ordaz donde el Caballero
Negro, luego de haber robado la casa, vuelve solo a enfrentarse con el pequeño
Esteban, dejando a toda su malvada banda en otro sitio y el joven y su amiga
Paloma ¡lo derrotan y desfiguran! La persecusión posterior, la muerte del
bandido, la desaparición y reaparición del profesor de Esteban (con muy
pueriles argumentos), la muerte del padre de Esteban (apenas desarrollada), la
falta de reconocimiento al heroísmo del joven por defender su casa (insólito
para la época) y sobre todo la reclusión final de Paloma en un convento, no
están a la altura de la trama de las páginas anteriores, ya que el desarrollo
de estos episodios es muy superficial. Tan superficial e inverosímil como que
Paloma, convertida en monja, haya vivido varios siglos y permitido con ello
perpetuar la historia, como se sugiere al final del libro con un corolario que
hunde la historia en un ambiente fantástico que no le acomoda, por más que se
diga que dicho ambiente apareció desde el principio con el episodio del sueño.
En definitiva, me parece una obra entretenida, amena, incluso educativa en
cuanto al marco histórico que ofrece, pero que al final nos deja la sensación
de un remate mal logrado. Mención aparte es el título que tiene solo muy
escasamente que ver con el desarrollo de la historia y que un lector poco
avisado puede llegar a no comprender.
prof. Benedicto González
Vargas
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