Tal vez era más de medianoche, no lo sabía.
El tiempo había escapado de sus ojos muchos meses atrás. La obscuridad de su
interior era casi tan densa como la que había en la celda, pero eso no le
importaba; ahora necesitaba encontrar una respuesta y en medio de la noche de
su mente desvariaba sin encontrar una mínima luz.
Lo había hecho, sí, de eso no tenía dudas.
¿Por qué?, por lo de siempre, por averiguar algo, para conocer la verdad que
martirizaba su vida desde que tenía uso de razón…¿existe el alma? ¿qué tan
fuerte es el espíritu humano? Pero, ¿existe espíritu en el hombre?...había
frecuentado todos los credos religiosos y siempre era igual: tenía que tocar el
alma con sus manos, era la única forma de calmar su ansiedad y…abrió su cuerpo,
buscando el alma, lo rasgó en dos: asesinó. Pero no quería asesinar, más bien
pensó en liberar a aquel ser maltrecho de su cárcel corporal, después de todo,
era un acto de bondad. Sin embargo, no pasó nada extraordinario, no tocó el alma,
esa alma que tal vez dejó libre, esa pobre alma enclaustrada. Si existía, se
fugó de sus manos tan aprisa que no hubo nada, no sintió nada y en sus más
íntimos pensamientos deseaba amar, amar a esa alma que haría suya por haberla
liberado. Amar algo, a alguien; amar y terminar con sus razonamientos, con sus
dudas y temores. Pero nada, absolutamente nada.
Hacía frío, volvió a escuchar en sus oídos
palabras ajenas que le fueron gritadas: asesino, bestia humana, asesino,
asesino… Se fue recogiendo sobre su propio cuerpo hasta quedar a ras de suelo.
Se sentía bañado en sudor y su cabeza parecía una bomba de tiempo… Pronto sería
su cuerpo el que abriría la misteriosa puerta y por fin conocería la verdad o
la nada: al fin sentiría esa alma indestructible o tal vez ya no habría nada
para prolongar la existencia. Ahora era su turno, ahora lo podría averiguar y
entonces…por qué el miedo, era más que eso, era terror, todo su ser sentía
terror y algo muy sutil aleteaba en su pecho. No sabía a quien recurrir, nunca
pudo creer en Dios, porque no pudo comprobar la existencia de ese misterio
humano que aseguraba la presencia divina en el hombre. Quería invocar a Dios,
pero sus labios se negaban, no podía pronunciar ninguna palabra, estaba como en
estado de congelación, no lograba manejar su propio cuerpo, sin embargo…había
algo que no dejaba de funcionar, qué era aquello. Su cuerpo no respondía, pero
las ideas seguían naciendo unas tras otras, sin detenerse.
Trató de pararse, fue inútil. Escuchó las
voces grises de seres desconocidos que
venían a buscarle, era la hora, después de todo tendría su respuesta. La celda
fue abierta y las voces se acercaron, le ordenaron ponerse de pie, intentó
hacerlo y no pudo. Las voces se aproximaron y movieron su cuerpo, se sintió un
golpe frío.
–Ha muerto –señaló una de las voces–
–¡Muerto! –pensó– entonces…qué es lo que
sigue vivo en mí. Entonces, es cierto…
Una extraña sensación de paz inundó sus
pensamientos y al fin pudo ser verdaderamente libre.
GRACIAS POR PINCHAR LA PUBLICIDAD EN ESTE BLOG
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Estimado visitante, gracias por detenerte a leer y comentar, en cuanto pueda leeré tu comentario y te responderé.