domingo, 10 de octubre de 2021

Letras mágicas de vientos y mares: La huella indelebre de Francisco Coloane

 (por Daniel Pérez Pavez)

La Tierra del Fuego y Chiloé le prodigaron a Francisco Coloane el universo mágico que nutrió su reconocida literatura, ilustrada por mitos, leyendas y epopeyas de una zona austral de sueños y sacrificios. Hijo de Juan Agustín Coloane, capitán de barcos balleneros y mercantes y la agricultora Humiliana Cárdenas, cursó sus estudios en escuelas locales de su natal Quemchi y luego, en el Seminario de Ancud.
En 1927 hizo el Servicio Militar y dos años después se fue como aprendiz de capataz a una estancia de Tierra del Fuego, en una experiencia que motivó gran parte de su obra. A ello suma su vivencia en las labores como escribiente de la Armada de Chile y miembro de las expediciones petrolíferas en Magallanes. Una década después llega a Santiago y se dedica al periodismo e incursionar en el cine con algunos guines como en "si mis campos hablaran".

Integra la generación literaria de 1938 y, según los críticos, Coloane expresa en sus textos la lucha del hombre y su entorno, siempre siempre situado en las regiones inhóspitas del sur chileno o en las soledades profundas de alta mar. Así lo refleja en dos de sus libros clave: Cabo de Hornos (1941) y El último grumete de la Baquedano (1941). Ello se traduce también en sus cuentos, como Golfo de penas (1945) y El chilote Otey y otros relatos (1971), y en el género teatral, con La Tierra del Fuego se apaga (1945).

Considerado uno de los más importantes narradores, Coloane fue ganador del Premio de la Sociedad de Escritores en 1957 y del Premio Nacional de Literatura en 1964. Sus novelas Cabo de Hornos, La Tierra del Fuego se apaga y El último grumete de la Baquedano, destacaron incluso llegando al cine. En 1994 su obra fue traducida al francés y su libro Tierra del Fuego, con prólogo de Luis Sepúlveda, fue superventas en ese país. Narrador de los mares y el viento, en Europa le apodaron el "Jack London latinoamericano", aunque Coloane siempre tuvo su sello propio de autenticidad.


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