Hace algunos días atrás leí un post de mi
amigo Carlos Duarte relativo a la importancia de las redes sociales en el
Emprendimiento. Le dejé un comentario apoyando sus palabras y me surgió la
inquietud de proyectar esto en Educación. Obviamente, al hablar de enseñar a
los estudiantes a construir redes sociales estoy diciendo que hay que
desarrollar en ellos esta habilidad, pero esta habilidad no puede desarrollarse
con alumnos mayores si no ha habido un trabajo eficiente con los menores. Vale
decir, si los docentes no se han involucrado conscientemente en el desarrollo de
las habilidades sociales en los niños.
Qué se entiende por "habilidades
sociales", comúnmente los manuales pedagógicos dicen algo como
"conjunto de comportamientos eficaces en las relaciones
interpersonales" y agregan una serie de ejemplos relativos a la
manifestación de sentimientos, actitudes, deseos, opiniones, derechos, etc., de
una manera adecuada a las situaciones de vida. Estando de acuerdo con el fondo
de esta aseveración, difiero un poco con la forma en que nos es presentada. De
partida, la eficacia mencionada en la definición del concepto tiene que ver con
un objetivo. No podemos medir eficacia, sino tenemos presente el objetivo. Por
otra parte no me parece razonable que se sugieran o esbocen objetivos (como la
manifestación de sentimientos, actitudes, etc.) sin hablar explícitamente de
necesidades. Porque desde pequeños estamos inmersos en la dinámica humana de
satisfacer necesidades que son de muy diversa índole.
La importancia de
desarrollar eficientemente estas habilidades radica en el hecho probado que un
alumno cuyas habilidades sociales no sean las adecuadas a menudo presentará
problemas de aprendizaje que pueden traducirse en ansiedad, agresividad,
aislamiento y pérdida progresiva de la autoestima, con toda la secuela de
estigmatizaciones, bajos rendimientos, ausentismo o abandono de la actividad
escolar, adicciones, etc. Vale decir, estamos ante un tema no menor. Por ello
es importante subrayar que estas habilidades sociales siempre se desarrollarán
a la sombra de buenos ejemplos y aquí es donde el rol de los docentes se torna
clave, especialmente en estos tiempos en que las relaciones interfamiliares no
son las mejores. Hoy más que nunca encontramos niños que provienen de hogares
unipaternales o bien ambos padres ausentes por razones laborales o problemas de
agresividad intrafamiliar, etc. Si sabemos eso, debemos saber que el docente,
quiéralo o no, se convertirá subsidiariamente en ese ejemplo ausente y
dependerá de él la formación de este niños en un ámbito que supera latamente lo
puramente pedagógico. Por eso se hace tan urgente que en los libros de
registros de evaluaciones no sólo se consignen aquellas evaluaciones numéricas
relativas al logro de los objetivos académicos alcanzados, sino que también
aquellas más transversales relativas al desarrollo del comportamiento social de
los niños y darles a éstas el valor que verdaderamente tienen en la formación
escolar. Tal vez si potenciamos un poco ese lado, pero con la misma seriedad
con la que planificamos nuestras clases, estemos resolviendo no sólo problemas
en un área vital para el desarrollo de los niños, sino que también y de paso,
nos ayude a mejorar sus resultados académicos y su situación disciplinaria.
Una
Educación para el Emprendimiento no es sólo formar personas creativas capaces
de liderar las mejoras sociales y tener visiones respecto de una sociedad
mejor, sino que también personas afectivamente sanas que puedan disfrutar la
vida creando valor agregado positivo en cada labor que emprendan.
No puedo
dejar de agradecer a Carlos Duarte por haber provocado esta reflexión, de
seguro no muy novedosa, pero sí tremendamente potente en lo personal en cuanto
a lo que quiero y voy a hacer con mis alumnos.
prof.
Benedicto González Vargas
Miembro de Atinachile
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