Marco Antonio de
la Parra es un destacado psiquiatra y escritor chileno que se ha aproximado
notablemente a la cultura popular a través de su participación en radio y
televisión. Su programa Puro Cuento, donde recibía relatos de los auditores que
luego eran publicados en El Mercurio tenía
notable audiencia y convocatoria literaria. Es una persona conocida, un
"famosillo" (utilizando el lenguaje despectivo de la farándula) y,
por lo tanto la gente lo conoce, reconoce y aprecia. Lo que no es menor para un
escritor, pues su oficio suele ser muy desconocido. Por esta razón, por ser
alguien que logra cruzar todos los estratos sociales, quiero rescatar esta
vieja entrevista publicada en marzo de 2000, cuando fue consultada su opinión
para la Revista Ventanal, relativa a los deberes y derechos de los estudiantes,
un tema que nunca pasa de actualidad.
Este es el texto íntegro de la breve
entrevista en comento:
"El profesor siempre
tiene la razón"
La relación maestro alumno
no se basa en un simple ejercicio asimétrico de la autoridad. La autoridad
justamente radica en la transmisión del uso del error, la incertidumbre, la
intolerancia al no conocimiento, como partes fundamentales de un entrenamiento
creativo, el encendido de una pasión real por el estudio y un verdadero trabajo
con el material como propiedad iluminadora en la mente del alumno.
¿Cuándo están los deberes del alumno por sobre
sus derechos?
Es muy importante que el
alumno sienta que sus deberes van en su beneficio, que el horario no es
antojadizo, que el aprendizaje de una disciplina es parte del entrenamiento de
una mente superior, que la maestría no se puede practicar si no es bajo ciertos
acuerdos básicos. Es su deber aceptarlo.
¿Es deber del profesor fiscalizar el consumo de
drogas?
Para nada. Sólo si el alumno
no está en condiciones psíquicas o físicas de participar en la sesión de
aprendizaje lo entregará a los profesionales correspondientes que verán que ha
sucedido en ese caso. El maestro no puede aceptar que el alumno no cuida su
cuerpo y su mente para colaborar con el trabajo común. Se establece un contrato
explícito: el maestro tampoco puede estar borracho o enfermo. Ambos cuidan el
vínculo.
¿Hasta dónde debe
involucrarse el profesor en la vida personal de sus alumnos? Lo justo y necesario. Es confusa y poco clara
la frontera entre el psicoterapeuta, el amigo y el maestro. Hay cercanía
precisa, cálida y seria. Lo importante es la pregunta constante: ¿estamos
conservando el acuerdo inicial: aprender?
¿El profesor debe transmitir sus conceptos
políticos, religiosos o éticos dentro de la sala de clases?
Si confunde a sus alumnos puede pervertir la
relación y provocar una confusión insoportable entre el dirigente, el
proselitismo, el gurú o el guía espiritual que pueden ser peligrosísimos.
¿Debe haber representación estudiantil?
Por supuesto. Deben aprender a manejarse como
una sociedad. El resto es un centro de entrenamiento individual donde toda
solidaridad estará ausente.
¿Pueden
los alumnos opinar sobre el curriculum escolar?
El alumno DEBE meditar cómo y por qué podría
aprender más y mejor. Eso no puede perderse de vista nunca. Las materias
tratadas van quedando obsoletas rápidamente. La memoria se vuelve disco duro y
los más importante es aprender a utilizar el cerebro más que a retener datos.
Esto requiere el amor maestro por sus alumnos (un buen sueldo que fortalezca el
amor por su oficio) y el despertar de una pasión en el alumno por descubrir que
la función de la educación es entender el mundo.
Un breve análisis personal: Por
cierto no puedo estar de acuerdo en todo lo que señala de la Parra, pero hay
notables puntos de aproximación entre lo que he publicado antes en este blog y
sus palabras. Anoto las siguientes coincidencias: 1. "La autoridad justamente radica en la
transmisión del error, la incertidumbre, la intolerancia al no conocimiento
como partes fundamentales de un entrenamiento creativo en el
artículo Tomarconciencia de los errores: metacognición pura, publicado en septiembre
recién pasado, me referí a la importancia de trabajar con el error y
convertirlo en un momento productivo, creativo y de aprendizaje, lo que queda
bien resumido en la expresión del entrevistado.
2. "El
alumno DEBE meditar cómo y por qué podría aprender más y mejor..."
Todos los artículos que he publicado sobre Metacognición
apuntan a este objetivo central de gran importancia para el aprendizaje de
nuestros niños y jóvenes.
3. Sus opiniones sobre la responsabilidad y el
"despertar la pasión en el alumno", también son concordantes con lo
que hemos dicho siempre. Aunque en este blog hemos más bien hablado de
sorprender al estudiante (lo que, en definitiva, es una forma de despertar esa
pasión). Dónde no puedo estar de acuerdo es en el tema del consumo de drogas y
la tajante respuesta "para nada". Luego relativiza el tema al señalar
que cuando el alumno está impedido de aprender porque no ha cuidado su cuerpo,
el profesor interviene derivando a otros profesionales. Pero, en mi opinión,
"para nada" significa nunca y eso implica no solo desconocer a los
propios alumnos con los que trabaja, sino dejar de lado todo esfuerzo de
orientación al respecto. De hecho, tan extraña es la respuesta elegida, que
resulta incoherente en sí misma, porque luego agrega "el maestro no puede aceptar que el alumno no
cuide su cuerpo". Si aplicamos esto último (con lo que estoy
plenamente de acuerdo), el "para nada" se convierte en
"siempre" y aunque el docente no es un policía o un fiscalizador,
jamás debe cerrar la vista a lo que acontece con sus alumnos.
En fin, una vieja,
pero buena entrevista que quise compartir con ustedes esta tarde calurosa del
verano en Santiago de Chile.
prof. Benedicto González Vargas
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