Gaia es el nombre griego de la diosa de la Tierra (Gea), también es el nombre de una hipótesis científica bastante polémica, pero de grandes proyecciones si llega a ser demostrada científicamente a aquellos que se resisten a creerla. La cultura planetaria, los movimientos en favor del cuidado y conservación del planeta, la han adoptado como propia. El notable científico inglés James Lovelock fue quien la propuso y la describió así: "Toda la extensión de la materia viva sobre la Tierra, desde las ballenas hasta los virus y desde los robles hasta las algas, podría ser considerado como constitutivo de una sola entidad viviente, capaz de manipular la atmósfera de la Tierra para acomodarla a sus necesidades totales y dotada de facultades y poderes que superan con mucho a las de sus partes integrantes". Esta entidad que comprende todas las capas de la Tierra, desde la atmósfera a la hidrósfera, es lo que Lovelock ha definido como Gaia. La bióloga Lyn Margullis ha apoyado entusiastamente esta idea que incluye las expresadas por los destaados científicos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela.
Existen abundantes pruebas científicas indicadoras de que Lovelock tiene razón en esta revolucionaria hipótesis sobre la Tierra, relativa a que se trata de un ser vivo. Pero más allá de la ciencia, hay una larga tradición religiosa, espiritual, simbólica, mítica y mística que afirma esta verdad. Para quienes creemos en el sentido oculto de la vida y en la dimensión espiritual humana, Gaia es una verdad incontrarrestable.
Las implicancias de aceptar esta verdad son enormes y nos exigen revisar en forma deteniuda el significado que le damos a la Vida, a nuestra existencia y al planeta mismo. Ello implica una nueva mirada de esta sociedad occidental, industrializada, tecnologizada, hipervinculada y globalizada que tenemos. Si Gaia existe (y existe), significa que somos parte de un ser vivo mucho más grande, más amplio, que habitamos en un cuerpo más grande que nuestra propia existencia, y que ante esa grandeza, debemos ser responsables. En definitiva, la Ñuke Mapu sí existe.
prof. Benedicto González Vargas
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