Durante estos casi quince años de existencia de este blog que habla fundamentalmente de Educación y Literatura, he tenido la oportunidad de conocer muchos proyectos educativos distintos, varios de ellos desde adentro. En ese sentido reconozco y agradezco a las instituciones que me han permitido agregar y enriquecer mis experiencias docentes, de todas ellas rescato mucho, bastante, en la mayoría de los casos rescato experiencias positivas, pero en el artículo presente me referiré a una experiencia que fue difícil porque no logro entender la dinámica, la profundidad, el alcance ni el objetivo de un proyecto educativo como el de la institución de la que acabo de desvincularme. Evidentemente, no la mencionaré, pues no me interesa entrar en una dinámica de desprestigios mutuos, no es la idea. Además, de corazón agradezco la oportunidad de haber trabajado allá, de la confianza puesta en mis capacidades y experiencias y donde siempre fui tratado con respeto y dignidad.
Cuando llegué a esa institución en diciembre de 2017, lo primero que llamó mi atención fue la advertencia de mi interlocutor, quien se presentó como director, inspector general y encargado de convivencia escolar: "Este es un colegio academicista, de excelencia y enfocado en los resultados". Toda mi experiencia pedagógica se ha volcado en infinidad de artículos en que he señalado que la verdadera calidad académica en la actualidad debe alejarse de la estrechez de la mirada academicista, solo enfocada en mostrar a los estudiantes que la única experiencia válida es el logro académico a través de resultados traducibles en calificaciones. En ese mismo momento me planteé la posibilidad de estar cometiendo un error, pero inmediatamente también pensé que era una oportunidad única para conocer este tipo de proyectos pedagógicos desde dentro y tener una experiencia que confirmara o derrumbara mis aprensiones sobre este estilo de enseñanza.
Básicamente me limitaré a señalar algunas situaciones que comentaré breve y críticamente y que configuran mis reticencias a un modelo pedagógico del que tenía conocimiento académico, pero no empírico. Hoy lo tengo y hablo desde la experiencia personal:
Me encontré con:
1. Un colegio donde el 90 % de las evaluaciones y el 100 % de los instrumentos evaluativos de ese porcentaje, solo pueden ser con preguntas cerradas, de cuatro o cinco alternativas según el nivel del curso. Muchas veces -siendo profesor de Lenguaje- las autoridades académicas, desde el rector a la coordinación académica, me prohibieron hacer preguntas de desarrollo. El resultado de ello es que pude comprobar que la calidad de la redacción de los estudiantes de ese colegio, incluso a nivel de cuarto año medio, era bajísima. No es una broma, pero me encontré con estudiantes de los cursos mayores que entendían redacción solo como un tipo de ejercicio de la PSU.
2. Un colegio donde solo se leen seis textos (y ojalá no muy extensos), durante el año. Donde en años anteriores solo una calificación se refería a estas lecturas, pues era el promedio de los controles de lectura, pero en el año que estuve allí se adoptó una perversa modalidad, resistida -con razón- por todos los estudiantes y sus apoderados: Se hicieron dos pruebas de lectura en el año, una en cada semestre, donde se controlaban ¡Tres libros en cada una de ellas! y aunque logré que se me permitiera hacer preguntas de desarrollo, éstas fueron revisadas y modificadas exhaustivamente por las autoridades para llegar a respuestas tan unívocas, que más parecían preguntas cerradas sin alterativas. Y que podían responderse, incluso, con monosílabos. La verdad es que la idea de una respuesta de desarrollo chocaba de frente con lo que quedó aprobado de la evaluación que propuse a la que me fue aprobada finalmente.
3. Una institución donde desde el discurso del rector, se valida la lectura de resúmenes y textos tipo "rincón del vago", porque "lo que interesa es que conozcan el libro como cultura general, no es necesario leerlo. Lo importante en la vida es saber que existe el Quijote, no leer el Quijote". Cuando escuché eso en una reunión del Departamento de Lenguaje con el rector, entendí que me había equivocado de institución, pero no iba a renunciar (aunque tuve ganas) porque había hecho un compromiso hasta final de año y así se lo manifesté en privado a uno de los tres coordinadores académicos que conocí durante el año escolar.
4. Ya lo dije en el punto anterior, tuve tres coordinadores académicos en mi experiencia docente de solo un año. Uno me entrevistó cuando postulé, otro me dio las indicaciones generales al iniciar el año académico, pero bien pronto renunció, luego un tortuoso interinato con el rector como jefe académico (un señor inteligente, muy caballero, pero sin ningún conocimiento de pedagogía para el siglo XXI, obsesionado con un proyecto casi personal -un canal de TV escolar-) y el último, un colega con especialización en TICs y nuevas tecnologías, pero que que debía seguir los lineamientos institucionales.
5. Una institución donde todas las planificaciones deben presentarse en formato power point (!), que no es útil ni funcional a este importante documento académico. Ya he hablado antes sobre el mal uso del power point, pero esta barrabasada de convertirlo en formato único de planificación, no la conocía, ni la esperaba.
6. Una institución donde no se valora ninguna experiencia pedagógica distinta a la sala de clases tradicional. Vale decir, sin actos conmemorativos durante el año académico, donde las sugerencias del Mineduc en tal sentido no son consideradas. Las únicas salvedades fueron el Día del Alumno, mu desorganizado, y el Día del Profesor, en que se hizo un acto central y cada curso dio el mismo regalo a sus profesores jefes, pues los tazones fueron adquiridos al por mayor. Cuando se acercaban las fiestas patrias y como en todos los colegios se preparaban allí también bailes y actos conmemorativos, me encontré con la sorpresa de que, como todos los profesores jefes, debí quedarme con mi curso, encerrado en la sala de clases hasta la hora de la presentación y luego liberarlos para ir a su casa una vez transcurrida. En un colegio de casi 40 cursos que se presentaban con sus actuaciones. Los estudiantes de ese colegio no tienen derecho a ver ninguno de los trabajos, esfuerzos, bailes, actos de sus compañeros de otros cursos. Insólito e incomprensible. Solo las autoridades y los apoderados pudieron disfrutar del trabajo de niños y jóvenes. Prefiero mil veces el desorden que puede existir en otras instituciones en actos similares, pero donde todos aprecian el trabajo de todos, que este falso orden que tiene mucho de régimen carcelario, ya que había horarios en que ni al baño podía dejar salir a los estudiantes de su sala.
7. Un colegio donde los planes diferenciados oficiales del Mineduc se convierten impúdicamente en PSU, sin ninguna planificación, porque durante el primer semestre se nos dio un programa específico que luego a la mitad, en el segundo semestre, se cambió por completo y donde hubo que repetir contenidos ya vistos y ver rapidito los últimos porque no había tiempo.
8. Un colegio con una rotación docente de casi un 50 % año a año, durante el año que estuve hubo (por despido o renuncia) tres coordinadores de media, tres coordinadores de básica, dos inspectores de curso, dos bibliotecarias, dos encargadas de administración, etc. Cuando uno se entera que el rector lleva 23 años al frente del Colegio, parece ser más parte del problema que de la solución.
9. A propósito de la figura del rector, imprime el un liderazgo autoritario, a veces impertinente, con tintes irascibles en sus relaciones laborales, obsesivo con los proyectos personales y sin valorar iniciativas ajenas. Sociólogo de profesión, sin mayor preparación docente (al menos no se evidencia). Recorrí la red buscando textos pedagógicos de su autoría y no encontré ninguno, salvo una entrevista comercial en que promociona los servicios de una empresa dedicada a revisar pruebas y exámenes con respuestas de alternativas. Por boca de mis apoderados me enteré que el Mineduc no lo reconoce a él como máximo directivo del Colegio, sino al docente que me entrevistó y que mencioné en el tercer párrafo de este comentario.
10. Una institución donde hasta los simulacros de seguridad se hacen solo por cumplir, en minutos de recreo para no perder clases (Se empezaban cinco minutos antes de terminar la clase y terminaban en el patio en pleno recreo, sin devolver esos minutos perdidos de su descanso a los estudiantes). Simulacros que eran informados a los profesores previamente (imposible, por lo tanto, medir hasta dónde se habían internalizado las acciones necesarias).
11. Las nuevas tecnologías no son valoradas, Para las autoridades, usar las Tics, equivale a hacer las clases con power point y con eso digo todo, respecto de una verdadera mirada innovadora y de una enseñanza de calidad.
12. Cuando planteé esto en confianza a uno de los tres coordinadores que tuve, me respondió: "pero es un colegio de excelencia, que tiene buenos resultados en el Simce". Yo repliqué que les podrá ir bien en el Simce y la PSU, que son solo respuestas con alternativas, pero esos mismo estudiantes no saben redactar ni siquiera pensar en un proyecto. No saben investigar ni usar los medios tecnológicos para acceder a la información y no saben distinguir entre una tesis y un argumento. Su primer año de universidad, no será fácil...Al Colegio solo le importa que entren a la universidad, porque hasta ahí llega la estadística.
En definitiva, fue una mala experiencia docente, un año verdaderamente tortuoso, pero siempre hay un aprendizaje que se agradece.
prof. Benedicto González Vargas
Gracias por pinchar la publicidad en este blog
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Estimado visitante, gracias por detenerte a leer y comentar, en cuanto pueda leeré tu comentario y te responderé.