Algunos estudiosos señalan que la motivación es una "fuerza que da energía y dirige nuestra conducta", si damos crédito a esa afirmación, es necesario plantearse cómo se va gestando este fenómeno y cómo se desarrolla la actividad asociada a él. Entenderlo es dar una clave importante y necesaria en los procesos de enseñanza / aprendizaje.
El conductismo, que hizo intensos estudios en esta área, señala que todas las personas tenemos necesidades a nivel biológico que nos motivan para realizar una acción. Si esta conducta es reforzada
tenderá a repetirse, si es reprimida, debiera ir desapareciendo. En todo caso, además de los refuerzos y castigos, algo que suele olvidarse a la
hora de aplicarlo en educación, es que también juega un papel muy
fundamental en la motivación las expectativas del sujeto, lo que explica
que no baste el sólo refuerzo o la prohibición para "moldear"
comportamientos deseados.
Esas expectativas arriba mencionadas son evaluaciones internas que una
persona hace ponderando intenciones presentes, anticipaciones posibles y
evaluaciones de la postura propia en dichas situaciones. La conjugación
de ello es el sedimento de lo que llamamos expectativa.
El enfoque cognitivo, por su parte, prefiere destacar que el ser humano
responde a procesos internos vinculados a las percepciones de las
situaciones a las que el sujeto está sometido, ello partiendo de la
condición necesaria de conocer el entorno en el cual se desenvuelve. Eso
provoca un sujeto activo en su ambiente y no sólo reactivo frente a
los hechos. El problema de esta mirada es que un estudiante podría
atribuir su fracaso escolar a una razón interna insuperable ante la
cual, víctima de la indefensión, sólo cabe resignarse.
Por eso, muchas
veces, nos encontramos con la "receta" de algún psicólogo que nos insta a
reforzar los éxitos de nuestros estudiantes como una manera de
evidenciar que puede tener éxito, ello sólo es posible si se le ayuda a
fijarse metas alcanzables, realistas, específicas y cortoplacistas.
La capacidad de decidir, la autodeterminación y el esfuerzo por
desarrollarse del ser humano, vale decir una motivación intrínseca, son
los puntos de análisis que nos propone el personalismo. En esta mirada,
el concepto de necesidad es el eje fundamental y entiende por tal a
cualquier carencia que se relacione con el bienestar de la persona.
Si aplicamos esos conceptos a la educación, se puede concluir que si
para un estudiante la sala de clases es un sitio atemorizante y si el
alumno se encuentra en una situación desmedrada y carece de recursos
para un desarrollo armónico (social, económico, afectivo, cultural,
etc.), será muy difícil para los docentes desarrollar las potencialidades de los
estudiantes.
Por eso la sala de clases debe ser un lugar que refuerce en forma
afectiva los logros de los estudiantes, única forma en que puedan surgir
la confianza y la seguridad requisitos necesarios para que surja la motivación.
Un punto no menor que, sin embargo, suele ser dejado de lado o, peor aún, se hace
exactamente lo contrario, es comprender cómo las expectativas del
docente ante el logro psible del alumno influyen en los resultados.
Muchas veces he escuchado a colegas decir cosas como "de este grupo qué más podemos esperar"
y los resultados, por cierto, son los previstos por ellos. Pero también
he visto a colegas, ante el mismo grupo, sostener las expectativas
inciales contra viento y marea verbalizarlo y socializarlo así y sus resultados son mejores. Esto, en Chile, ha quedado bastante demostrado en evaluaciones como el SIMCE, por ejemplo.
Sin duda es un tema apasionante al que los invito a reflexionar para que comentemos y compartamos.
prof. Benedicto González Vargas
(basado en la clase 3 del curso Interacciones, innovación y gestión del
tiempo en la sala de clases, Universidad San Sebastián, Diario El
Mercurio)
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