viernes, 3 de junio de 2011

Animales y piedras mágicas mapuches

Por estos días estamos viviendo un creciente interés por estudiar la sabiduría ancestral mapuche. El propio Ministerio de Salud ha autorizado en hospitales y consultorios de emergencia  la instalación de rukas y machis como complemento de la medicina alópata para que allí se efectúen tratamientos con la medicina étnica que sobrevivió a muchos intentos por acabarla, tildándola de supersticiones, por nombrar un epíteto de los más suaves que debió afrontar.
 

La cosmogonía mapuche, a ambos lados de la Cordillera de los Andes, en la Araucanía y Patagonía argentino/chilena, tiene como parte importante de su sistema de creencias, la existencia de animales sagrados o mágicos cuyos atributos pueden ser convocados o alejados de acuerdo a las necesidades y las circunstancias que deban afrontarse.

La presencia de los animales en las mitologías cosmogónicas originarias es muy  antigua y persistente en la humanidad, vinculando a los dioses creadores con elementos naturales, particularmente con animales y, entre éstos, especialmente con las aves de gran tamaño. Uno de ellos cuenta que el Ser Supremo tomó la forma de un águila o gran ave solar, y descendió hasta el Árbol del Mundo (los árboles son otro elemento recurrente en las mitologías de creación). Una vez allí, puso sus huevos chamánicos y los empolló  durante los muchos días que suman tres vueltas completas de la Tierra en torno del Sol, con lo que estamos hablando de tres años (nótese la presencia del número 3, generalmente asociado a la Divinidad). Cumplido el tiempo de incubación de los huevos, éstos se abrieron, y los grandes chamanes de los nidos más altos y los medianos, de los nidos intermedios y los más pequeños de los nidos ubicados en las ramas más bajas, abrieron sus ojos e inmediatamente  supieron qué debían hacer, porque la intuición despierta es parte de la sabiduría del chamán.

Desde entonces estos chamanes, que son verdaderos magos catalizadores de las energías divinas en beneficio de sus pueblos, son los guías de los hombres y su tarea primordial y sagrada es mantener vivo el sagrado contacto  entre los humanos y el Divino Padre Creador.

Y es en memoria de esta Gran Ave Madre que estos chamanes se adornan con elementos ornitomórficos, que los hacen entroncar con sus verdaderos orígenes y les proveen, a nivel espiritual, de la divina facultad de volar al Más Allá. Por eso usan adornos como garras y plumas de águila, cóndor u otras especies. Cabe señalar, eso sí, que entre los tehuelches de la Patagonia argentina el águila tiene connotaciones positivas, pero el cóndor las tiene negativas. El mítico guerrero Elal de los tehuelches cazó con una flecha a un maligno cóndor que asolaba a las familia y en castigo ejemplar por llevarse a los niños de la aldea, le sacó todas las plumas de la cabeza. Hasta el día de hoy el cóndor luce su calva en recuerdo de aquel castigo.

Si recordamos algunas historias de los indios norteamericanos y las águilas calvas, la mitología pascuense y sus historias sobre los huevos de la mítica ave manutara, la tradición esotérica  europea de las águilas bicéfalas, etc., cabe preguntarnos ¿por qué las aves ocupan un lugar tan fundamental en los mitos más sagrados  de la humanidad?

No tenemos una respuesta demasiado precisa, pero tal vez sea porque las aves han representado siempre para el hombre la posibilidad de volar, algo imposible para las creaturas pegadas a la tierra, como los seres humanos. El vuelo representa  el contacto con lo lejano, lo difícil, lo inaccesible, lo celestial, pues en la mayoría de las tradiciones espirituales los dioses viven en el cielo y desde el cielo nos visitan. Incluso en la cotidianeidad de la caza y de la guerra, los atributos de las aves, el vuelo, específicamente, tienen mucho que decir: si la flecha tiene plumas en la parte posterior, volará lejos hasta la presa. Si la cabeza o el cuerpo lucen plumas, el indio estará dotado de vista aguda o ligereza o invisibilidad, en todo semejantes a las cualidades del ave del que han sido tomadas, no nos olvidemos que ya en la Antigua Grecia el ave tenía, incluso, carácter adivinatorio, pues se revisaban minuciosamente sus entrañas para comprender la voluntad de los dioses. Así las cosas, no debemos sorprendernos del rico y variado repertorio mágico asociado a las aves en distintas culturas aborígenes americanas.

Entre los mapuches de la Araucanía chilena y la Patagonia argentino/chilena, es sagrado el ñamco (o ñancú) un aguilucho de pecho blanco, al que se reverencia especialmente porque su ubicación durante el vuelo indica al viajero buenos o malos augurios: si va de espaldas mostrando el lomo o avanza por la izquierda, la suerte será mala,  peor aún es si se posa en el vuelo, porque con eso dice que morirá el ganado que se arrea. En cambio, si muestra su albo pecho, todo irá muy bien.

También es mágico el arisco rerré (pájaro carpintero): si uno lo lleva consigo en el cuerpo no hay bala que lo alcance. Y en el pequeño chucao cordillerano se reconoce la virtud de la suerte y las variaciones del tiempo según sea el canto: si canta dulcemente a la derecha del que viaja le anuncia felicidad, si lo hace por la izquierda, y con tono áspero, tendrá contratiempos y habrá mal tiempo y lluvias (qué parecida esta idea a la simbología de la corneja en la Edad Media).

El guairao ó guarivao es considerada un ave totalmente de mal augurio, se trata de una garza nocturna que engaña con un grito igual al del zorro y a la que se acusa de ser portadora del alma de algún brujo maléfico.

Son pájaros mágicos también  el pidén negro, que anuncia la lluvia y hace aumentar la leche en los pechos de las indias que amamantan, por eso es tan preciada su carne. También lo son el nuco (búho) y la huala, una especie de pato, cuyo canto lastimero, más bien semeja un quejido. Por eso no son pocos los apellidos mapuches que tienen un componente léxico vinculado a las aves (los apellidos que llevan la raíz manque -cóndor- o la raíz huala -pato-, por nombrar solo dos).

Sin embargo, de entre todos ellos, hay uno que es el pájaro más temido por el mapuche. Si uno pregunta en las comunidades, no hay más que una única respuesta, y tan arraigada está que en el campo chileno, aunque ya no haya de recuerdo de antepasados mapuches, los campesinos siguen temiendo al maléfico chonchón (chuncho, quilquil o tué tué), especie de caburé fabuloso al que se considera como el rey cruel de los seres alados, porque los convoca para elegir el mejor, destruirlo y comerlo. 

En la tradición mapuche se afirman que se trata de un brujo o bruja que se ha separado la cabeza del cuerpo, y ha hecho crecer desmesuradamente sus orejas como las alas para volar a sus refugios que son las cuevas, donde participan en todo tipo hechicerías y maleficios. La creencia popular cuenta que si este pájaro nocturno o cabeza voladora ríe: habrá muerte cercana, y si canta: se producirá un casamiento. Osados hay que invitan a esta ave a visitarlos a la casa, cuenta la tradición que al otro día se presentará un desconocido reclamando el convite. Será el brujo en persona, ya no en su forma de pájaro, el que vendrá a cobrar lo que se la ha prometido. Pero es tanto el temor que suscita el chonchón en el campo chileno y en los valles mapuches, que siempre se intenta ahuyentarlo con diversas invocaciones y rezos, una muestra del sincretismo que con el tiempo ha venido ocurriendo entre las antiguas creencias indígenas y la religión cristiana, es la oración llamada "Las doce palabras" que parece ser la más efectiva para deshacerse del maligno tué tué, el malvado brujo disfrazado de ave (1).

La omnipresente existencia de los brujos en la provincia de Chiloé y la llamada "Recta Provincia" (2), tiene su más claro origen en esta creencia.

También la mitología aborigen de la Patagonia es muy fecunda en fantásticas criaturas zoomorfas como el ñivirilú, que es una serpiente-zorro de los grandes ríos y lagos cordilleranos que se enrolla en las patas de los caballos y los arrastra a las profundidades. O la Calchona, una especie de bruja desgreñada que aparece de noche a los viajeros, a veces como oveja de largas calchas o mechones y otras, como una perra negra lanuda. De ella dicen que fue una mujer que habiendo sido descubierta cuando se transformaba en bruja, ya no pudo volver más a su estado natural, y desde entonces vagabundea por los campos sin consuelo.

No debemos olvidar al chivato, portero de las cuevas de los brujos, o al quiltro (perro) lanudo conductor de almas (una analogía muy clara con el dios chacal egipcio).

Otros animales son el toro y el caballo de la Leyenda del Domuyo (3): los lugareños señalan que la montaña se enoja cuando algún forastero intenta escalarla, y por eso caen y ruedan enormes piedras y se desatan tormentas para acabar con el intruso. Afirman algunos que en realidad lo que el Domuyo no quiere es que se conozca a la hermosa joven que peina, allá en la cima, sus cabellos rubios con peine de oro, siempre vigilada por un toro colorado y un potro lustroso y negro azabache. Es el toro el que despeña las grandes rocas, el caballo, por su parte, con sus carreras y resoplidos, logra despertar al trueno y originar el rayo castigador.

Los ancianos mapuches repiten otra vieja historia de maravillosos seres zoomorfos, es la terrible lucha del diluvio, cuando Tren Tren Vilú, la serpiente mitológica de la tierra, para impedir la extinción del género humano, salió vencedora de su lucha con la malvada Cai Cai Vilú, que era la serpiente marina.

Tampoco debemos olvidar las leyendas de Elal, mítico héroe-dios, el creador de los tehuelches, que se relaciona con los animales y organiza la creación poniéndola al servicio del Hombre. Allí aparecen, fantásticos animales, pero ya con sus cualidades características, el zorro, el jaguar, el puma, la serpiente, el piche, el lobo marino y la ballena.

Las luchas y enojos de estos seres con los hombres causan  la eterna agonía de aquellos convertidos en huitrán che cura, transformación del hombre en piedra. Es que son muchas las sugerentes rocas con forma humana en los contrafuertes cordilleranos o en los cerros de la Araucanía y Patagonia ante las cuales el mapuche pasa respetuoso y, por qué no decirlo, algo asustado. Son las rocas huitrán che, donde  están atrapados durante milenios sus hermanos de raza, purgando la antigua culpa.

Ejemplo de estas huitran che son el Collón Cura (espanto de piedra, que a veces se hace invisible), las indiecitas del volcán Epuilche, la piedra azul de Calfu Cura a la que venera anualmente la gran familia Namuncura.

Las piedras, además,  encierran misterios tan grandes e inexplicables para el hombre, sea huinca o mapuche, sea campesino o científico.  La llamada Piedra Saltona de cajón Chico, por ejemplo, allá en la Cordillera del Viento, que en el crudo invierno de 1943 subió sus veinte toneladas unos cincuenta metros más arriba de su habitual emplazamiento de siglos, literalmente subió por el cerro y hoy se encuentra atascada por una pequeñísima piedrecita. No son pocas estas historias sobre piedras extrañas, mágicas, de propiedades y características incomprensibles.

Los mapuches distinguen entre piedras diabólicas y piedras benéficas. No osan acercarse a Pillán Cura también llamada Piedra del Diablo, ni a la Kalkufurá o piedra bruja, porque son asiento de los malos espíritus o, entre los cristianizados, del mismísimo Diablo; no pasan entre los bloques de la Piedra Partida porque la hendidura es obra del demonio y pasar por ahí acarrea desgracias. Sin embargo, acuden con fervor a pedir gracias ante la Piedra Milagrosa de Cochico, o la Piedra Santa del Arroyo Blanco del tromen, en la región del Pehuén.

Con esa sabiduría de siglos, que algunos científicos tildan de superchería,  las culturas de la Araucanía y Patagonia saben que hay piedras que "caminan". No importa su tamaño o peso, hoy pueden estar aquí y mañana a varios metros de distancia. Aunque ni ley natural ni humana puedan explicarlo. El indio, reservado y sabio  a la vez, lo acepta sin cuestionamientos, porque ha aprendido que para el orden sagrado no caben razones humanas. Eso sí, nunca pisará el rastro que dejó la piedra al desplazarse porque puede secarse y volverse polvo, como han contado los que vivieron cerca, en sus familiares o amigos, el castigo de la huella prohibida, de la marca que se come la vida.

Por esa razón no es posible intentar siquiera discutir, ante un fervor tan puro y tan antiguo, la virtud de algunas piedras mágicas. ¿Podrá el blanco tener argumentos válidos para negar las propiedades curativas de ciertas piedras? ¿Las llancas sagradas del cultrún no inspiran a la machi en las rogativas? ¿y las boleadoras hechas con fragmentos de cherufe (aerolito) no tienen la virtud hacer infalible el tiro en la caza del guanaco y el avestruz?

Ahora bien, de entre todas las piedras, las que que vienen del cielo son las más poderosas. Tal vez porque las descargó sobre la tierra el hacha del Pillán, el gran guerrero celeste. Por eso es sagrado el meteorito de Kaper-Aike, y las esquirlas y limaduras de las estrellas caídas son infalibles para la curación, el rito o la cacería. Ya lo sabían y practicaban las culturas más viejas de América, y por el gran cordón cordillerano llegó al sur ese conocimiento.

Ente los tehuelches y araucanos cada linaje ha tenido y tiene su piedra secreta de color distintivo. Con ella la machi prepara concienzudamente a cada uno el amuleto protector. También con piedras de uámek fabrica amuletos auspiciosos, zoomorfos, para asegurar la preservación y fecundación de los ganados representados en ellos.

Piedras, animales y plantas son elementos propios del territorio, naturales, no intervenidos por el ser humano y que de acuerdo a sus atributos mágicos y sagrados pueden ser beneficiosos o maléficos para los humanos.
Así ha sido por muchos siglos y así seguirá siendo, por más que los majaderos científicos envueltos en sus batas blancas se nieguen a creer en esa Araucanía Y Patagonía mágica e inefable.

NOTAS:
(1) Es una oración que supuestamente sirve para debilitarlo. Eso sí, antes de recitarlas se debe dibujar al interior del terreno o rancho una estrella de cinco o siete puntas. Mientras se reza la oración, un cuchillo debe permanecer clavado con la punta hacia arriba en el centro de la estrella.
  1. 1.     "Amigo dígame una. Amigo se la diré: una no es ninguna siempre la Virgen pura.
  2. 2.     Amigo dígame dos. Amigo se las diré: dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén; una no es ninguna siempre la Virgen pura.
  3. 3.     Amigo dígame tres. Amigo se las diré: tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura.
  4. 4.     Amigo dígame cuatro. Amigo se las diré: cuatro son los cuatro Evangelistas; tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura.
  5. 5.     Amigo dígame cinco. Amigo se las diré: cinco son las cinco llagas de Nuestro Señor; cuatro los cuatro Evangelistas; tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura
  6. 6.       Amigo dígame seis. Amigo se las diré: seis son las seis Candilejas; cinco las cinco llagas de Nuestro Señor; cuatro los cuatro Evangelistas; tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura.
  7. 7.       Amigo dígame siete. Amigo se las diré: siete son los siete sacramentos; seis son las seis Candilejas; cinco las cinco llagas de Nuestro Señor; cuatro los cuatro Evangelistas; tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura.
  8. 8.       Amigo dígame ocho. Amigo se las diré: ocho son los ocho Cielos; siete son los siete sacramentos; seis son las seis Candilejas; cinco las cinco llagas de Nuestro Señor; cuatro los cuatro Evangelistas; tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura.
  9. 9.       Amigo dígame nueve. Amigo se las diré: nueve son los nueve meses que Cristo estuvo en el vientre; ocho son los ocho Cielos; siete son los siete sacramentos; seis son las seis Candilejas; cinco las cinco llagas de Nuestro Señor; cuatro los cuatro Evangelistas; tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura.
  10. 10.    Amigo dígame diez. Amigo se las diré: diez son los diez Mandamientos; nueve son los nueve meses que Cristo estuvo en el vientre; ocho son los ocho Cielos; siete son los siete sacramentos; seis son las seis Candilejas; cinco las cinco llagas de Nuestro Señor; cuatro los cuatro Evangelistas; tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura.
  11. 11.    Amigo, dígame once. Amigo se las diré: once son las once mil vírgenes; diez son los diez Mandamientos; nueve son los nueve meses que Cristo estuvo en el vientre; ocho son los ocho Cielos; siete son los siete sacramentos; seis son las seis Candilejas; cinco las cinco llagas de Nuestro Señor; cuatro los cuatro Evangelistas; tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura.
  12. Amigo, dígame doce. Amigo se las diré: doce son los doce Apóstoles; once son las once mil vírgenes; diez son los diez Mandamientos; nueve son los nueve meses que Cristo estuvo en el vientre; ocho son los ocho Cielos; siete son los siete sacramentos; seis son las seis Candilejas; cinco las cinco llagas de Nuestro Señor; cuatro los cuatro Evangelistas; tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura, amén".
  13. "Amigo dígame trece. Amigo se la diré: de doce a trece es donde revienta el Malo más de mil veces..."
(2) La Recta Provincia es el gobierno secreto de la Isla de Chiloé a cargo de sus brujos.
(3) Volcán en la Patagonia argentina, cuyo nombre en mapudungún significa la que" tiembla y rezonga".

Prof. B. Andrés González Vargas

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