Fatamorgana significa ilusión, espejismo, pero no uno cualquiera,
sino uno superior, una especie de visualización de enormes castillos
donde en realidad no hay nada. Del sonoro nombre de la obra, a la
historia de los desdichados músicos acribillados por los soldados, las
256 páginas del relato se dejan leer con agrado e interés. Los vivos
personajes que van poblando este mundo desaparecido que fue Pampa Unión,
van adquiriendo, cada uno en su propia fatalidad, la categoría de
héroes trágicos que rinden sus ilusiones, desventuras, esperanzas y
recuerdos al destino trágico que les espera, pero con la dignidad de
quienes tienen, hasta último momento, la facultad de elegir el sentido
de su propia vida. Eso, al menos, me parece, es válido para los
protagonistas, Golondrina del Rosario, Bello Sandalio, Sixto Pastor
Alzamora, Candelario Pérez e, incluso, hasta Yemo Pon, el niño aprendiz
circense que cierra la novela volviendo al pueblo de su infancia que
ahora se encuentra vacío y olvidado.
En aquel pueblo que no existía en los mapas, pero que fue el más
próspero y libidinoso de la fiebre salitrera de principios del siglo XX,
un barbero anarquista, fiel a sus creencias en la lucha obrera, soñaba
con acabar personalmente con la vida de quien, para él, era un dictador:
el Presidente Carlos Ibáñez del Campo, el paco Ibáñez. Su
hija, una mujer hermosa y distinguida, Golondrina del Rosario, pianista y
profesora de declamación, tenida y respetada por casta e inocente,
estaba ardientemente enamorada de un músico pendenciero y sensual,
pelirrojo y pecoso, siempre acompañado de su trompeta, Bello Sandalio.
Entre los otros músicos de la Banda (La Banda del Litro, por sus afanes alcohólicos),
cabe destacar al veterano del 79, Sargento Segundo Candelario Pérez,
acompañante permanente de Bello Sandalio hasta la muerte de ambos. La
anunciada visita del presidente a Pampa Unión desata la tragedia. La
muerte del barbero, de su hija, y el asesinato de toda la banda de
músicos, adquiere trazos de epopeya, con raros tintes de tragicomedia,
con matices poéticos en la descripción de los hechos y una carga
sentimental, social y humana que hacen de esta novela una obra
inolvidable.
Inserta en los relatos pampinos, como toda la obra de Hernán Rivera
Letelier, Fatamorgana de amor con banda de música es un novela de amor,
pero cargada de esos recuerdos del salitre, de esas historias de
persecuciones y matanzas obreras, de esas reminiscencias de la gloria de
los veteranos de la Guerra del Pacífico.
Novela intensa, precisa en su lenguaje, nítida y pictórica en sus
descripciones de ambientes, sucesos y personajes, vale la pena leerla o
releerla, porque es de esas obras que nos dejan pensando tras la última
página, pero sin cerrar el libro, acaso para no perder esa magia y esa
nostalgia con que está hecha. Sin lugar a dudas, una novela inolvidable.
prof. B. Andrés González Vargas
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