por Diana Bellesi
Hay libros que te tocan como un rayo. No son, quizás, el punto máximo de un autor, pero son a vece la puerta de entrada a su obra, o fueron leídos en un momento preciso de la historia o de tu biografía y resuenan para siempre como el tambor más fino en la memoria de tu cuerpo., o como una melodía que despierta aquellas ansias primeras de lectura, aquella razón por la que amamos leer desde la temprana infancia y nos acompaña todavía: entrar a otros mundos que son este, que son otros, que son un misterio interminable, como entrar a un sueño...
Hay libros de los que uno es protagonista, es la criatura del autor, la hija de dios. Han sido escritos con la materia de tu inconsciente, han sido escritos para vos. La relación que se sella entonces con ese escritor y con toda su obra, cuando el milagro vuelve a repetirse en sus otros libros, es completamente inexplicable y misteriosa; es arrasadora y dulce y te acompaña toda la vida, como si hubiese sido lo primero que leíste, lo último que leerás. Si ese autor es contemporáneo y está vivo, aunque el pudor y la timidez sean tus rasgos, querés conocerlo, querés llamar a la puerta de su casa para decirle "vos me has escrito".
Dicen que es un error, que allí solo la delisusión te espera, porque nunca encontrarás a tu creador, sino a la persona, pequeña como vos o como cualquiera haciendo su trabajo. Dicen que es mejor guardar la ilusión en la distancia, porque el diamante es un rasgo de la persona , no la persona entera que se deshace como el reflejo cuando cuando se alza frente a vos. Pero yo puedo desmentirlo, la creatura, Chichy, en la traducción de The Word for World is Forest, hizo su largo viaje para hallarla, y nada se derrumbó. Acabo de leer su última novela, Lavinia, y la magia aún me acompaña. Hablo de Úrsula K. Le Guin y de aquel libro primero donde pisé el umbral de sus dominios, El nombre del mundo es bosque.
Me gusta pensar que cada autor tiene una legión de lectores, pero que a veces, uno de ellos se cree único; me gusta pensar como una niña, porque solo de esa manera souy una lectora apasionada, perdida de mí y hallada en las páginas que leo, in the wood of words where is the world...
Publicado originalmente en el número 291 de Revista Ñ, del 25 de abril de 2009.
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