Del estilo literario de José Santos González Vera se ha destacado siempre la elegancia y sencillez. Alone festejaba sin remilgos a este hombre humilde que escribía mejor que cualquier letrado escritor "de familia"
y cuya pluma, a diferencia de muchos, no caía en exageraciones ni en
siutiquerías. Luis Emilio Rojas ha dicho, a propósito del Premio
Nacional de Literatura obtenido por González en 1950: "Es un estilista, un gran estilista y aquí se premió su estilo, su condición de artista, su calidad." No obstante, fue su gran amigo, Manuel Rojas,
otro grande de las letras chilenas, quien definió su estilo: "contando
chauchas". Lo hizo sin mala intención, sin ánimo despectivo, muy por el
contrario, destacó con ello la inclinación preferente de José Santos
González Vera por los llamados temas menores.
A nuestro escritor, nacido humildemente en la comuna de El Monte, a
unos 60 kilómetros al poniente de la capital chilena, el 2 de noviembre
de 1897, siempre le gustó lo sencillo, lo mínimo, lo pequeño. "Si yo le regalara una fortuna, sería una pieza llena de chauchas", dijo su amigo Enrique Espinoza.
González cursó sus estudios en el Liceo Valentín Letelier. Fue un alumno difícil: se negó a estudiar caligrafía "porque no voy a ser calígrafo" y gimnasia "porque tampoco voy a ser gimnasta".
Cuando finalmente fue expulsado del emblemático liceo, su padre decidió
que debía ganarse la vida; tenía sólo trece años. Trabajó en todo lo
que pudo: fue mensajero, pintor de brocha gorda, lustrabotas, moto,
zapatero, vendedor, peluquero, encuadernador, cargador en una casa de
subastas y bodeguero en los ferrocarriles. Siempre convivió con la
pobreza y tenía muy pocas ocasiones para darse gustos. Uno de ellos era,
muy de vez en cuando, dormir un poco más y como en todo empleo le
descontaban los atrasos, al quedarse unas horas más en las sábanas decía
"Hoy dormí cuatro pesos cincuenta". Pero no vaya a pensarse
que una vida tan sacrificada, llena de privaciones, fue para nuestro
autor algo triste. Nada de eso, José Santos González era bueno para las
bromas -las tallas, como decimos en Chile-, un hombre alegre y burlón a
veces, "dicharachero" siempre. Sus amigos decían que nunca sabían cuándo
hablaba en broma y cuándo lo hacía en serio.
Ese mismo humor se reflejaba en sus obras. En Cuando era muchacho
(1959), leemos: "Mi madre hacía hervir la leche y luego echaba en ésta
unas cucharaditas de cochayuyo. El Altísimo no quiso hacer de mí un
vegetariano". "No fue mi madre jamás a la Iglesia por inclinación
propia, sino a servir de madrina o testigo a quien se lo pidiese. Su
sencillez la indujo a tener trato directo con la Virgen cada vez que no
lograba vencer una dificultad". En la misma obra se refiere a su abuelo
en estos términos: "Nació en Río Claro, lugarejo de Talca (2).
Vinose a El Monte, ya viudo, allí casó con Juana Gómez Portillo, señora
delgada y dominante, que de todas maneras tuvo de él cinco hijos".
Después de alcanzar el Premio Nacional tuvo un poco más de holgura
económica. El dinero del galardón lo invirtió y tuvo un administrador
que, tiempo después, quebró y huyó del país. Posteriormente, González
trabajó en la Universidad de Chile como funcionario administrativo,
donde llegó a ser secretario de la Comisión Chilena de Cooperación
Intelectual. José González Vera publicó, además, las siguientes obras: Vidas Mínimas (1923), Alhué (1928), Eutrapelia (1955), Algunos (1959), La copia y algunos originales
(1961). El 27 de febrero de 1970 se acalló para siempre la voz afable y
el buen humor de José Santos González Vera, nos queda su obra para
recordarlo.
Notas:
(1) Se llama chaucha en Chile a las
monedas de más bajo valor, en la época de González Vera se trabajo de la
moneda de 5 centavos. El equivalente actual en Chile sería la moneda de
1 peso.
(2) Talca es una pujante ciudad ubicada a unos 300 kilómetros al sur de Santiago, es la capital de la Región del Maule.
prof. Benedicto González Vargas
Texto publicado originalmente el 12 de marzo de 1993 en el periódico El Coirón Cordillerano de Puente Alto.
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