Cada mañana, con gran impaciencia
de niño corría hasta a mi ventana
para saludar su bella presencia,
cada día siempre, cada mañana.
Luego, levantado, iba hasta su sombra
y de su aroma intenso respiraba.
Mi verso, muy conmovido se asombra,
no olvida la fragancia que emanaba
En su entorno todo allí era belleza
naturaleza pura su presencia
Hoy tengo que decir, con gran tristeza,
Con angustia doliente e insistencia:
Al volver al pueblo injusta pobreza
mi árbol amado ya era sólo ausencia.
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