lunes, 7 de junio de 2004

El Ermitaño, de Benedicto González Vargas

Benedicto González es un escritor joven que, con su estilo reposado nos entrega por boca de su personaje, sus creencias, su visión de mundo, y la de los hombres que escuchan a éste, su Ermitaño.

En el lenguaje hay mesura, una cierta morosidad en la entrega del mensaje, esto, por una parte, debido al gusto por la reiteración -al estilo de los escritos bíblicos- para remarcar sus ideas y a, también, por el uso de antítesis, paradojas y otras figuras literarias que recuerdan el lenguaje sentencioso del Eclesiástés.

A través de la obra se advierte un trasfondo de creencias que aparecen como verdades de un pensamiento rector que sostiene la existencia del autor y que se han hecho carne en su obra. Hay mención de temas profundos, como los relacionados con Dios, la sabiduría,la religión, etc., que aparecen señalados, desde su punto de vista muy particular, como una especie de dogmas para su exponente y que, por lo mismo, no necesariamente deben ser aceptados por todos, aunque se revelen como plenos de bondad y de comprensión.

Este libro -como lo ha reconocido el autor- se ha inspirado en la obra de Nietsche, Así hablaba Zarathustra.

Hay aquí dos posiciones diversas ante problemas trascendentales. Dos concepciones o formas de mirar el mundo, distintas y diferentes, aunque a veces tengan puntos de contacto.

Difícil es partir de Nietszche, ex cristiano, protestante; que ha dejado de lado al Dios en el cual creía y proclama: "¡Dios ha muerto!" Algo horrible ha sucedido: "...el hombre le ha dado muerte a Dios". Posteriormente, declara: "Hombres superiores, nuestro mayor peligro ha sido ese Dios. Habéis resucitado desde que él yace en la tumba. Solamente ahora vuelve el gran mediodía. Ahora el hombre superior llega a hacerse amo...Dios ha muerto, ahora queremos que viva el Superhombre".

Monumentales afirmaciones estas que hace Nietszche, gran pensador y filósofo, luegode haberse apartado de su iglesia y de su religión. Ha renegado de su Dios para poder liberarse y dar paso al hombre que vendrá, el superhombre, porque la vida para él es "lo que debe ser superado".

Después de haber concebido la idea de la muerte de Dios, Nietszche se siente iluminado con la idea del Eterno Retorno y cree descubrir que el hombre y toda su vida, su yo y sus circunstancias (su ser y su entorno) deberán repetirse exactamente igual en algunos y varios momentos, durante toda la eternidad. El descubrimiento de esta idea le causa la mayor alegría y desata, en Así hablaba Zarathustra, un canto exultante y poético  que nos permite gozar de un lenguaje pleno de belleza y lirismo, Con razón nuestro autor, en El Ermitaño, aunque en su filosofía de vida, en su creencia espiritual, no concuerda con el pensador alemán.

Al igual que Zarathustra, El Ermitaño de nuestro autor es una especie de profeta o revelador que, luego de acumular sabiduría, se lanza al mundo para comunicarla.

Zarathustra, al dejar su refugio en la montaña, para ir hacia los hombres, se encuentra con un ermitaño  quien le aconseja que no se dirija a ellos; que no les dé nada, si no se lo piden, y más aún, que les quite algo, mejor,para alivianarles la carga. Este ermitaño ama a Dios y manifiesta haberse quedado en el bosque para alabarlo, a través de sus canciones.

Es con este ermitaño del bosque con quien tiene una mayor similitud el del narrador, pero es indudable que es Zarathustra el que lo lleva a concebir a su personaje como un anti-Zarathustra u oponente a las ideas de Nietszche, ya que este anacoreta reniega hasta de los animales que acompañan a Zarathustra: el más arrogante de los animales, el águila y el más inteligente, la astuta serpiente.

Remarca su posición cuando dice no ser un pensador del ocaso, sino del amanecer. En cuanto a esto,hay que hacer notar que Nietszche pensaba que el ocaso era el momento en que el sol daba su luz a la Tierra en forma más cercana, descendía hacia ella (simbólicamente, entrega de mayor sabiduría).

Nuestro escritor cree en la existencia de Dios, al parecer un Dios que sería reconocible en todas las religiones que lo conciban como un creador benéfico.

En cuanto a creencias espirituales, él expresa: "Todos los hombres necesitan creer en algo, aunque temamos equivocarnos; es necesario que volvamos a ser tan puros e inocentes como niños". Y añade: "nuestra fe y nuestro temor están siempre en pugna". Para él, Dios es un ser creador, omnisciente y omnipotente, que ha otorgado al hombre inmensos dones y del cual éste debe estar agradecido y darle sus sentidas gracias, pero no abrumarlo insistiendo reiteradamente con sus problemas ante él. Curioso, esto último -sin duda- si pensamos que este Dios es el que podría resolver todo sin dilaciones.

Dice el autor, refiriéndose a este Dios: "Demostrémosle siempre nuestro agradecimiento, aún antes de que se cumplan nuestras peticiones, porque esa es la mayor prueba de fe que podemos darle y la fe es recompensada siempre", "pero debe haber plegarias de gratitud y fe, de reconocimiento de su magnificencia divina", "no sólo oraciones interesadas".

Como dato curioso, Nietszche, a los veinte años, escribía, al egresar de la escuela Pforte, donde había hecho sus estudios: "A él, a quien le debo casi todo, dirijo, en primer lugar, el homenaje de mi gratitud, ¿qué acción de gracias puedo ofrecerle que no sea la ferviente adoración de mi corazón, que más vivamente que nunca siente la grandeza de su amor, ese amor al que debo este momento, el más hermoso de mi existencia. Ojalá sea Dios mi fiel apoyo y me tenga siempre bajo su guarda".

Seguramente que coincidiría nuestro escritor con este Nietszche. Pero, ¿qué llevó realmente al famoso filósofo a un cambio tan dramático? La respuesta es que Nietszche no veía oposición entre su posición religiosa y la investigación de la verdad. La libre investigación de lo verdadero junto al convencimiento de que conduce espontáneamente a la religión, es uno de los rasgos característicos del protentantismo alemán moderno.

Además, se ha querido ver en la salud de Nietszche este notable cambio. Solo nos queda la duda ante esa mente formidable. Pero volvamos al autor, hay una serie de paradojas enunciadas en la obra, las cuales nos harán reflexionar. Busquémoslas.

Nos quedamos pensando en este Erimitaño, "El Elegido", "El Tan Amado". Este que se mueve en el número de la perfección, el 9. Este que busca con su farol la Verdad y a la vez, ilumina al mundo en su búsqueda.

Nos surgen interrogantes. Bien por eso, porque esta obra literaria nos mueve a reflexionar , a razonar, a cuestionarnos, y ese es su gran mérito.

Angélica Sepúlveda
Santiago de Chile, noviembre de 2000.

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