domingo, 6 de enero de 2013

Demian, de Herman Hesse

Después de más de 20 años de haberla leído, me animé de nuevo a leer esta obra extraordinaria y a buscar en sus páginas ese sabor de adolescencia y juventud que tanto me impactó en la primera lectura que hice en mis años de estudiante de Literatura, por allá por la mitad de la década de los 80. Ahora, con un poco más de recorrido literario y con una mayor experiencia en temas de orden simbólico, la relectura de Demian me ha llenado de satisfacción y he redescubierto la acertada forma en que el autor plantea en esta historia el inicio del despertar de la conciencia del joven Sinclair, un chico común y corriente que va a la escuela y que no piensa más allá de la satisfacción inmediata, pero que terminará siendo una persona cuya libertad de pensamiento le llevará a comprender mucho mejor que el resto el mundo en el que vive.


Novela que utiliza la forma de un narrador protagonista, nos va presentando en sus páginas el paso de un adolescente a la etapa de adulto joven, a partir del descubrimiento, un tanto doloroso, de la dualidad en que viven los seres humanos. El descubrimiento del polo oscuro, que es más complejo, más completo y más real que el llamado polo luminoso, provoca en Sinclair la controversia de sentirse atraído por aquello que siempre le fue enseñado como negativo. Crítica acertada ésta a la cultura occidental, tan anclada en una idea religiosa más bien maniquea y que, apenas examinada con un poco de racionalismo, asoma más bien convertida en hojarasca reseca que en sustancia.

Es que Sinclair, a fuerza de reflexionar guiado por los maestros, Demián y Pistorius (he aquí que aparece brillante como una estrella y sutilmente escondida la antigua máxima hermética: Cuando el discípulo está preparado, aparece el Maestro) va percatándose que la vida es muy distinta de aquello que trataron de inculcarle.  Por todas partes va percatándose de verdades escondidas como la polaridad, los opuestos, la claridad y la oscuridad, como tan bien se representa en algunos templos antiguos a través del pavimento mosaico blanco y negro. Pero no solo eso, las leyes de causa y efecto, mentalismo y Correspondencia, tienen destacada presencia en la novela y las restantes, Generación, Ritmo y Vibración, están ahí, a la mano de quien quiera encontrarlas en algún párrafo. Luce, por lo tanto,  a plena lectura, la vasta cultura simbólica del autor, sus conocimientos de psicoanálisis y su evidente recorrido hermético (no olvidemos a este respecto que perteneció a la misma logia masónica que Carl Gustav Jung, la Logia Alpina de Suiza, y que entre sus amigos más cercanos se contaba al notable esoterista chileno Miguel Serrano.  En definitiva, obra estupenda, que ha representado para mí todo un reencuentro y, además, un aperitivo para la relectura de El Lobo Estepario.


Benedicto González Vargas

Artículos relacionados:

2 comentarios:

  1. carlosmateos21 dijo:

    14/04/2013 a las 12:46

    Yo soy fan de El Lobo Estepario. No he leído Demian pero estoy lleno de ganas

    ResponderEliminar
  2. prof. B. Andrés González Vargas dijo:
    07/06/2013 a las 23:03

    Gracias, Carlos, el Lobo estepario es una obra notable, muy pronto la quiero comentar. Saludos afectuosos! Benedicto

    ResponderEliminar

Estimado visitante, gracias por detenerte a leer y comentar, en cuanto pueda leeré tu comentario y te responderé.