miércoles, 2 de agosto de 2017

El sendero de los gatos, de Sergio González Rodríguez

Esta novela juvenil, ambientada en el México colonial, cuando la tierra azteca era el Virreinato de Nueva España, tiene una trama interesante y sencilla a la vez: Esteban de Ordaz, un joven de doce años, despierta una mañana con la idea de que un hechicero indio que le habló en sueños, le revela que tiene el poder para que las cosas y los acontecimientos le obedezcan. En la medida en que se va involucrando en diversas aventuras va confirmando dicha idea, no obstante cada vez más se va acercando peligrosamente a confirmar lo contrario, debido a que varias veces puso en peligro su vida. A través de las correrías de este joven rico de la colonia mexicana vamos conociendo un poco más de las costumbres y estilo de vida del México virreinal, no son pocas las descripciones de vivo color que el autor nos regala para insertarnos en una época tan lejana y misteriosa para nosotros. Resuenan en esta obra notas de las novelas de aventuras, de capa y espadas y un airecillo, acomodado a las circunstancias del marco histórico, de Tom Sawyer (Joe el Indio y el Caballero Negro pueden ser equivalentes en cuanto a sus escondites y el temor que provocan al protagonista). El compañero de correrías de Esteban es, en todo caso, una hermosa y huérfana muchacha levemente mayor que él, de nombre Paloma, quien también demuestra un espíritu indomable y una rara habilidad para meterse en líos, lo que la lleva a pasar largo tiempo castigada por su malvado tutor. Sin embargo, en mi opinión la historia empieza a perder fuerza al final y pareciera que el autor no sabe cómo terminarla. 


En efecto, empiezan a sucederse situaciones inverosímiles como el robo a la Casa de Ordaz donde el Caballero Negro, luego de haber robado la casa, vuelve solo a enfrentarse con el pequeño Esteban, dejando a toda su malvada banda en otro sitio y el joven y su amiga Paloma ¡lo derrotan y desfiguran! La persecusión posterior, la muerte del bandido, la desaparición y reaparición del profesor de Esteban (con muy pueriles argumentos), la muerte del padre de Esteban (apenas desarrollada), la falta de reconocimiento al heroísmo del joven por defender su casa (insólito para la época) y sobre todo la reclusión final de Paloma en un convento, no están a la altura de la trama de las páginas anteriores, ya que el desarrollo de estos episodios es muy superficial. Tan superficial e inverosímil como que Paloma, convertida en monja, haya vivido varios siglos y permitido con ello perpetuar la historia, como se sugiere al final del libro con un corolario que hunde la historia en un ambiente fantástico que no le acomoda, por más que se diga que dicho ambiente apareció desde el principio con el episodio del sueño. 

En definitiva, me parece una obra entretenida, amena, incluso educativa en cuanto al marco histórico que ofrece, pero que al final nos deja la sensación de un remate mal logrado. Mención aparte es el título que tiene solo muy escasamente que ver con el desarrollo de la historia y que un lector poco avisado puede llegar a no comprender. 

prof. Benedicto González Vargas 

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