miércoles, 27 de agosto de 2025

Maquinista eterno, de Benedicto González Vargas


Ya partió tu tren alado
por desconocidas vías,
maquinista apasionado
no avisaste que partías,
recorres paisajes nuevos,
pueblos que no conocías,
caldera con nuevos fuegos
renueva tus energías.
¿Qué llevas en tus vagones?
¿acaso tus alegrías?
¿esas que por los rincones,
perdidas, ya no tenías?
¿Las encontraste en la hora
oscura de tu elegía?
¿o allí, en la locomotora,
dónde te marchaste un día?
¿Quién sube en las estaciones
de tu nueva travesía?

tus recuerdos, emociones,
de esos tiempos de alegría?
¿Las imágenes de esas gentes
de aquellos que tú querías?
¿Van nuestros padres contigo?
¿nuestros abuelos y tías?
Y de tus hijos, sus ruegos,
con bellas fotografías?
¿El amor de tus hermanos
que olvidaste que tenías?
¡también llevas en tus manos
Nuestras propias agonías,
girones ensangrentados
del corazón que latía
en nuestros pechos cansados,
do tanto se te quería.
Dejaste brazos abiertos,
sin el abrazo final,
en el andén más funesto
en este lunes fatal.
No es un reproche, hermano,
es el dolor lastimero,
que se va en tu tren lejano
y te acompaña, viajero.
Hazme esta tarde un presente,
que me gusta desde niño,
¡toca el silbato, hoy silente,
regálame tu cariño!
¡Viaja en los rieles, hermano,
Ve a esa estación infinita
plena de ese amor sano
que en nuestros padres habita.
Tomaste tú, por tu mano,
este boleto sin vuelta
te liberaste, hermano,
dejaste tu alma suelta.
Te amamos eternamente,
vas unido a nuestro equipaje.
Ya habrá en algún tren siguiente
en el futuro, un pasaje,
para el tren que va silente
por nuestro último viaje.
Y allí nos encontraremos
con este amor siempre fiel,
siempre te recordaremos,
¡ten un buen viaje, Manuel!

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