martes, 12 de julio de 2011

En recuerdo y homenaje a Facundo Cabral


Hace pocos días nos enteramos por la prensa de un horrible atentado criminal en la capital guatemalteca; lamentablemente, la víctima que cayó abatida por las balas era un hombre bueno, un artista querido y respetado: Facundo Cabral.


Fue un 22 de mayo de 1937, en la ciudad de La Plata, donde nació Rodolfo Enrique Facundo, en una familia pobre y trabajadora cuyo pilar fundamental era la madre, que había dado a luz a ocho hijos. Muy pronto, cuando su padre los abandona, tuvieron que emigrar al sur, a la lejana y fría Tierra del Fuego, más allá de la Patagonia argentina, donde acaba al mundo, buscando la manera de ganarse la vida. A los nueve años el pequeño Facundo escapa de su hogar y viaja a Buenos Aires con el propósito de conocer personalmente al presidente Juan Domingo Perón y pedirle ayuda para su madre. Como era pequeño, no le fue difícil burlar a la Guardia de Palacio y conversar con Eva Duarte, la esposa del Presidente, quien, luego de hablar por unos instantes con el niño, dijo: "Por fin alguien que me pide trabajo y no limosna". Gracias a esta osadía, su madre consigue un empleo en la ciudad de Tandil, ubicada en la provincia de Buenos Aires, donde se muda con todos sus hijos.

Su dura vida de niño pobre lo lleva por los caminos del alcoholismo en su más tierna adolescencia, siendo incluso recluido en un reformatorio donde aprende a leer y escribir gracias a la comprensión del padre Simón, un sacerdote jesuita que lo impulsa a estudiar y dejar el alcohol. Cabral, que siempre se declaró librepensador en materia de fe, nunca dejó de reconocer y agradecer la ayuda de este sacerdote. Poco después de terminar sus estudios, y debido a la importancia que para él tenía la música, se hizo cantante y compositor.

El propio Facundo contó en diversas entrevistas que se inició profesionalmente en el canto en febrero de 1954, cuando aún no cumplía los 18 años, gracias al apoyo de la familia Techeiro, con quienes cantaba. Su primer nombre artístico fue Indio Gasparino, y luego usó su tercer nombre verdadero para hacerse conocido en todo el mundo de habla hispana como Facundo Cabral. Admirador de Atahualpa Yupanqui y José Larralde, pronto empezó a ser nombrado en los círculos de la música folclórica, se asentó un tiempo en la ciudad de La Plata y en 1970, cantando quizás lo que había sido su vida, alcanzó la fama con su canción "No soy de aquí, ni soy de allá", tantas veces cantada por él y tantas otras, por importantes artistas internacionales como Pedro Vargas, Julio Iglesias, Neil Diamon, Alberto Cortez, entre otros. Cuando se le preguntaba por sus creencias espirituales, este librepensador siempre señalaba sentirse influido por las enseñanzas de Gandhi, Buda y Jesús y, posteriormente, por el ejemplo de Teresa de Calcuta. Respecto de ésta última, Facundo Cabral habría dicho que ella fue fundamental para recuperarse del dolor que le causó la muerte de su esposa e hija en un accidente aéreo.

La letra de sus canciones fue evolucionando hacia la crítica social, las demandas de mayor justicia y libertad, y cuando arribó al gobierno argentino la dictadura militar, debió asilarse en México, donde siguió escribiendo, cantando y haciendo giras artísticas por todo el mundo. Fue iniciado en la masonería en la R.L.S. Espíritu Libre Nº 31, y luego fue acogido por distintas logias mexicanas que visitó y en las que trabajó. Según fuentes consultadas, era común verlo en la cafetería de la Gran Logia del Valle de México. En ese tiempo realizó muchos conciertos en beneficio de actividades sociales y asistenciales.

Regresó a su país en 1984, tras el retorno de la democracia, para recibir el cariño de su gente, participar en nuevas giras y conciertos por su patria y obtener premios y reconocimientos. La Unesco lo declara Mensajero de Buena Voluntad y es postulado, incluso, al Premio Nobel de la Paz.

El pasado 9 de julio, mientras se dirigía al Aeropuerto de Ciudad de Guatemala, luego de cumplir compromisos artísticos, el auto que lo transportaba fue acribillado en una emboscada. Sólo se sabe que las balas no iban dirigidas a él, pero Facundo las recibió e inició su viaje al Oriente Eterno.

Nos queda a nosotros su música y su invitación permanente a que seamos mejores: Este es un nuevo día para empezar de nuevo, para buscar al ángel que aparece en los sueños. Para cantar, para reír, para volver a ser feliz. En este nuevo día yo dejaré el espejo, y trataré de ser por fin un hombre bueno. De cara al sol caminaré y con la luna volaré  

prof. Benedicto González Vargas

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