Nunca he comentado un libro que provenga del cómic, no porque desdeñe
o no me interese este tipo de arte –que me gusta mucho–, sino porque no
había encontrado un libro que me motivara a hacerlo. Sin embargo, Diario de un solo,
de la ilustradora Catalina Bu (su apellido real es Bustos) aborda un
tema del que he hablado antes, cuando me he referido a las redes
sociales y al uso de internet por parte de los jóvenes.
En efecto, este interesante libro nos muestra la historia de un joven
soltero –adolescente en su maduración–, al que no le van bien las
relaciones interpersonales, pero que tiene talento para establecer
relaciones virtuales a través de la red. El personaje puede pasarse todo
un día conectado y de esa forma rehuir el contacto personal, pero en su
fuero interno se siente satisfecho porque ha estado conectado
¿vinculado? todo el día y con ello satisface sus necesidades
comunicativas y relacionales con el resto de la sociedad.
Catalina Bu inició el proceso de dibujo y escritura de esta obra con
unas viñetas publicadas en la web que fueron teniendo creciente éxito
entre los lectores, hasta llegar a sumar unas 90 páginas en el tomo que
actualmente se encuentra en las librerías, pero según la autora la obra
tendrá tres tomos.
Interesante obra que nos hace reflexionar sobre la engañosa compañía
que nos ofrecen las redes sociales, una especie de comunicación
edulcorada que se parece a la real, pero que en ningún caso puede
ocultar sus carencias cuando se usa la tecnología digital como único
medio de expresión comunicativa y no como lo que debe ser: un
complemento –potente y positivo–, una herramienta más para la verdadera
comunicación que nunca dejará de tener como base el contacto
interpersonal entre las personas.
Sin lugar a dudas un gran aporte a la reflexión sobre el estado
actual de la sociedad, a las costumbres que nos abordan cada día y, por
qué no decirlo, a la educación de una enorme cantidad de jóvenes que no
vivieron la etapa en que la única forma de relacionarse con los amigos
era frente a frente y que hoy consideran como amigo a cualquier ícono
descarnado que encuentran en su muro.
prof. Benedicto González Vargas
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