Hace pocos días recibí como regalo de un apreciado amigo el libro Michimalonco, el primer rebelde, del sello editorial de la Universidad de Santiago de Chile
y escrito por Juan Gustavo León. Mi primera reacción ante el texto fue
de agrado y sorpresa, de agrado, porque me gustan los libros que se
refieren a nuestras culturas originarias y sorpresa porque, aunque en mi
opinión Michimalonco es un personaje histórico de primera línea para
entender lo que fue la conquista de Chile, ha sido muy poco estudiado y
sus acciones no han sido relevantes en la enseñanza de nuestra historia,
salvo el alzamiento contra Santiago en septiembre de 1541, donde se lo
menciona. Es cierto que, obviamente, no hay mucha información sobre él,
aunque las crónicas de la época lo refieren bastante, pero es evidente
que no se trata de un personaje muy conocido.
Al iniciar el libro, me llamó la atención la particular definición
que del mismo hace el autor, al calificarlo como “narración histórica”,
lo que lo deja fuera de las pretensiones académicas de la
Historiografía y de las pretensiones estéticas de la Literatura,
situándose francamente en una línea cercana al lector no especializado,
que busca información y no ficción. Me pareció notable su sinceridad e,
incluso, puedo hablar de humildad en este aspecto.
Pero lo que vale de un libro no son las intenciones del autor, sino
lo que consigue plasmar en cada una de las páginas que nos entrega y en
ello, León no desmerece. Aunque está obligado a llenar la historia
presentada con informaciones no confirmadas y que son parte de su
reflexión, pero no de las fuentes
históricas que mencionan al lonco mapuche, en la mayoría de los casos
–me parece– sus tesis están bien respaldadas por un análisis acabado de
los acontecimientos relevantes de la época que sí se encuentran bien
documentados, la reflexión respecto de qué lugar u acción le cupo al
héroe mapuche en esos acontecimientos, es adecuada a la personalidad del
lonco guerrero (que está suficientemente bien documentada en las fuentes históricas) y coherente con los acontecimientos registrados.
Cuando en razón de textos literarios que lo mencionan (como Inés del alma mía, de
Isabel Allende, por ejemplo), yo he señalado a mis estudiantes que, lo
más probable es que no se llamara Michimalonco puesto que el nombre no
se ajusta a los nombres mapuches y que la expresión lonco es, en
realidad, un cargo equivalente a lo que se entiende como cacique, los
estudiantes ahí recién se empiezan a percatar de que algo no muy claro
se les ha enseñado sobre este personaje que incendió Santiago un 11 de
septiembre de 1541 y que nunca hubo una reflexión respecto de la
importancia que tuvo en su época. Me parece altamente destacable que el
autor del libro también señale la inconsistencia del nombre con que
conocemos a Michimalonco e, incluso, el va más allá al señalar que
Michima (el nombre que yo suelo darle en mis clases), podría incluso
corresponder a Mitimae, nombre dado por los incas a colonias de
diversos pueblos en el territorio incaico (muchas veces expulsados del
centro del imperio, hacia los confines de éste), así el nombre vendría a
ser más bien un cargo, “Cacique de Mitimaes”, lo que revela la
importancia de este mapuche que se alza como jefe de distintos pueblos
asentados en Aconcagua y digo mapuche, porque el habla mapudungún y el
nombre con que se lo conoce, viene del mapudungún y no del quechua o
aymara u otro.
La obra en comento abunda en detalles relevantes sobre la vida
de la época, tanto de españoles, como de mapuches, se refiere al
distinto enfoque que tienen los grupos en conflicto para entender,
aceptar, asumir y efectuar la guerra y con ello pone a Michimalonco en
una altura de liderazgo que, creo, es mucho más cercana a la realidad,
que la caricatura difusa que de él tiene la mayoría de la gente.
Mi única queja es que, en mi opinión, el libro no ofrece muchas
explicaciones respecto del aspecto más controversial de la vida de
Michimalonco, que fue aliarse con los españoles, luego de combatirlos a
muerte, y enfrentar a sus hermanos mapuches del sur junto a los
peninsulares. Aunque el libro se refiere al tema y explica las posibles
razones de Michimalonco, creo que es un capítulo que puede y debe
mejorarse para nuevas ediciones, puesto que puede resultar incoherente
la actitud de bravo lonco y todo lo relevante de sus acciones previas, puede quedar en entredicho, en lo que a sus motivaciones se refiere.
En definitiva, libro interesante, entretenido de leer y que nos presenta una imagen de Michimalonco mucho más creíble que la que nos han dicho (o no dicho) en las salas de clases. Muy recomendable
Benedicto González Vargas
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