martes, 22 de noviembre de 2011

Hombres en la tormenta, de Stephen Crane

Buscando en mi biblioteca algún volumen que haya ido quedando desplazado por mucho tiempo, topé hace algunos días con este viejo libro del escritor y periodista estadounidense Stephen Crane,  quien tuvo una corta vida, ya que falleció  a los juveniles 29 años, pero lo suficientemente talentosa como para reservarle un lugar destacado en la producción literaria norteamericana. En efecto, pese a su corta edad, Crane publicó en vida no menos de 8 libros, entre novelas cortas y selecciones de cuentos. Además de una amplia producción periodística publicada en diversos medios a fines del siglo XIX.
 

Entre los relatos del volumen en comento, se incluye el breve cuento Hombres en la tormenta que da título al volumen y que es una potente imagen de la miseria en las calles neoyorkinas, especialmente retratado queda aquí el célebre barrio del Bowery en una fría noche de nieve en que los vagabundos buscan un lugar donde ser acogidos. Relato que para muchos carece de tensión dramática, por centrase sólo en la espera de una multitud que ansiosamente desea que se abran las puertas de un refugio es, en mi opinión, un texto de profundas connotaciones sociales, psicológicas y hasta políticas, escrito con pluma brillante que no pierde todo su poder evocador con la traducción.

El segundo texto incluido es la novela corta Maggie, una chica de la calle, historia dolorosa de la miseria del Bowery, donde una niña hermosa vive la única vida posible con una madre alcohólica y un hermano machista. Deslumbrada por un joven que tiene dinero (él trabaja en un bar sirviendo copas), abandona el hogar buscando una felicidad que nunca alcanza y encontrando, en cambio, la descalificación moral de todo un barrio. Cuando la historia de Maggie se publicó en 1893, causó honda impresión y algunos críticos la calificaron de excesivamente cruda. Es, sin embargo, un relato notable.

El tercer texto es Howells teme que los realistas deban aguardar, en mi opinión el más débil de los relatos incluidos en esta muestra, es un texto híbrido que tiene más de periodismo que de literatura y cuya inclusión en la antología no veo justificada por ninguna parte.

Posteriormente nos encontramos con el relato El bote abierto, probablemente la mejor historia que haya escrito Crane. En realidad ocurrió que en un viaje a Cuba que hizo el autor como corresponsal de guerra, el barco que lo transportaba se hundió y él junto al capitán y otros tripulantes intentaron salvarse en un bote al aproximarse a las costas de Florida, pues estaban a escasos 30 kilómetros. Todo el relato transcurre en el bote y es una clase magistral de cómo mezclar hechos, descripciones, retratos psicológicos, tensión y diálogos de gran fuerza en un texto tan breve. Una curiosidad: Crane escribió como noticia, en lenguaje periodístico esta misma historia y luego hizo otra versión y la publicó como cuento. Verdaderamente el autor manejaba a la perfección los dos tipos de textos que, aunque refiriéndose al mismo hecho, son dos productos totalmente distintos.

Después del Bote abierto, se incluye el relato La Navaja. Delicioso y divertido cuento en que se muestran la amistad y el compromiso, unidos a la mentira, la trampa, el engaño y el aprovechar la oportunidad. Un prestigioso juez blanco cultiva sandías y dos negros, de distinta reputación, buscarán la manera de robar la más hermosa. Una navaja olvidada en la plantación da pie a la mejor y más irónica demostración de la naturaleza humana. Relato entretenidísimo y profundo a la vez. Se cierra el tomo con la historia de Los mitones nuevos, que nos muestra la importancia que los adultos les dan a las cosas materiales y la poca importancia que los niños les conceden a las mismas. Los mitones nuevos debían cuidarse, la mamá lo recomendó muchas veces. Pero jugar en las calles con los compañeros -que solían ser crueles con el protagonista- es una oportunidad que bien valía arriesgar los mitones, aunque la zurra de la madre estuviera a la vuelta de la esquina.

En definitiva, libro interesante, con muchas pinceladas del talento del autor. Hubiera querido que se incluyera en este tomo la notable novela corta La insignia roja del valor, en vez de tantas introducciones y estudios y el olvidable relato de Howells, pero así son los editores y con ello nada que hacer. Si encuentran por ahí este volumen o cualquier libro de Stephen Crane, recordarán o conocerán, según sea el caso, a un estupendo autor.

Benedicto González Vargas

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