martes, 10 de noviembre de 2020

Yves Bonnefoy, la infancia hasta el último día

por Sandro Barrella

Del excepcional poeta francés (1923 - 2016) se publica Juntos todavía, su última antología de versos.

Como una extensa jornada que el ensueño protege de la fragmentación signada por el paso de las horas, una larga jornada que es a la vez duración y acontecimiento, y tanto evoca el dinamismo de lo vivo en la naturaleza como las imágenes fijas en un tapiz o un cuadro. Así puede leerse Juntos todavía, obra final de Yves Bonnefoy.

Un día en la vida del poeta, un día que es toda su vida, contenida y desplegada en cada recuerdo que constituye no sólo el testimonio de una experiencia, sino también, y sobre todo, la afirmación de la poesía como el punto de encuentro o lugar de residencia de lo real. Así, el regreso, más de medio siglo después, a la casa de campo en los veranos de la infancia, concentra la unidad del instante, en el que conviven el tiempo remoto y el hecho reciente.

Bonnefoy realiza en el poema lo que Gastón Bachelard –con quien realizó estudios de filosofía– celebra como pensamiento en La poética del espacio: “Si nos preguntaran cuál es el beneficio más precioso de la casa, diríamos: la casa alberga el ensueño, la casa protege al soñador, la casa nos permite soñar en paz. Entonces, los lugares donde se ha vivido el ensueño se restituyen por ellos mismos en un nuevo ensueño. Porque los recuerdos de las antiguas moradas se reviven como ensueños, las moradas del pasado son en nosotros imperecederas”.

La procedencia de los textos que dan forma al libro es diversa, y abarcan los últimos años de vida del poeta. La sección primera comparte el título con el volumen y es inédita. El resto de las partes fue publicado previamente en ediciones especiales de alcance reducido (“La osa mayor”, editado en 2012, tuvo una tirada de diez ejemplares), o bien en revistas, o, como es el caso de “Nisidia”, hermoso poema escrito tras su visita a la prisión de menores ubicada en la isla del mismo nombre, que fue publicado en Nápoles en un volumen colectivo, e incluido aquí en la sección llamada “Briefwege”.

Como sea, el ensamble no obedece a capricho; el libro tiene un centro de gravedad que lo ordena y fija un espacio de lectura: el diálogo del poeta con el tiempo vivido, sus lecturas, pasiones, las voces con las que entabla conversación. Podría decirse que en cada pieza suena el eco de este verso del poema que abre el libro: “Me acuerdo, pero ¿qué es recordar?”. Yves Bonnefoy responde de manera oblicua cada vez que sugiere una inmersión en las visiones que el tiempo ha decantado, y él convierte en imagen poética.

Recordar, para el poeta, equivale las más de las veces a la abolición del tiempo sucesivo, pura ilusión frente al devenir de la existencia: “Rápido el crecimiento de la nada en el reloj de arena./ La memoria es ese pozo. Alrededor, el verano”. Y agrega: “La sonrisa de hace tantos años en esta noche”.

La imagen ha liberado su potencia, el presente retiene cada punto de esa línea invisible en la que están inscriptos los saltos, las rupturas, las continuidades del acontecer, y forman los recuerdos que aparecen, se funden, se desvanecen y vuelven a surgir transformados, como en un teatro de sombras: “Tomé la copa con las dos manos, las humaredas de su profundidad se hacían espesas, me impedían ver adónde me dirigía, ahora en esta noche; y no sé por cuánto tiempo tendré que llevarla, antes de golpear con la rodilla tal vez una mesa baja”.

El libro de Bonnefoy oficia a su vez como recuento y celebración. Evoca de manera más o menos velada, más o menos evidente, a los poetas amados: Mallarmé, Rimbaud, Shakespeare; señala la persistencia de su pasión por la pintura.

En la sección que dedica al pintor Jacques Truphémus la imagen plástica se espeja en el paisaje, el espacio pictórico se funde con el mundo circundante en un juego en el que la luz y los colores deciden el destino de las cosas: “Muestra con tu pincel esa sombra en la hierba,/ Devélanos el ser sencillo del signo:/ Este sueño, no, ese oro,/ Que convierte lo que fue en lo que permanece”.

Juntos todavía es, no la culminación de una obra sino una estación más, acaso un legado, pero entendido bajo la cifra que el propio poeta señala: “¿Qué tengo por legar? Lo que deseé,/ La piedra caliente del umbral bajo el pie desnudo,/ El verano erguido sobre sus aguaceros repentinos,/ El dios en nosotros que no habremos poseído”.

publicado originalmente en Revista Ñ, 4 de noviembre de 2020

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