lunes, 14 de diciembre de 2020

El lugar sin límites, de José Donoso


He terminado de leer El lugar sin límites, del extraordinario novelista chileno José Donoso, una de las novelas más comentadas de su larga y exitosa obra literaria. La historia, que transcurre en el imaginario pueblo de Estación El Olivo, en la región del Maule, cerca de Talca, inicia con una cita del doctor Fausto de Cristopher Marlowe, en que Mefistófeles pregunta a Fausto sobre el lugar donde queda el infierno. Tras la respuesta del médico, el diablo agrega: “El infierno no tiene límites, ni queda circunscrito a un solo lugar; porque el infierno es aquí donde estamos y aquí donde es el infierno tenemos que permanecer…”, lo que nos instala en un lugar que reproduce los paisajes infernales, siendo El Olivo una imagen del círculo central del infierno.

La novela, ambientada en un prostíbulo en decadencia en el ya decadente pueblo, se nos presenta en una narración que se entrega dos tiempos distintos: por un lado, se nos relata el último día de vida de Manuela, una travesti que se ha constituido en la obsesión de Pancho Vega, un camionero de la zona, y por otro lado, se vuelve a la noche en la cual Manuela se instala por primera vez en el prostíbulo y cómo se convierte en la co-propietaria de él.

 

La novela inicia aquella agria mañana en que Pancho Vega, criado en el fundo del todopoderoso Alejo Cruz, propietario de los viñedos que dominan la zona, vuelve  al pueblo del que ha estado ausente algún tiempo. Manuela está asustada con la llegada de Vega al pueblo, pues sabe que su vida corre peligro, sin embargo igual busca arreglar su vestido rojo, mismo que le había destruido el camionero. Al salir a comprar hilo para coser y remendar, se encuentra con el dueño del fundo, el senador don Alejo Cruz, quien le anuncia que irá al prostíbulo para conversar con la hija Manuela, apodada la Japonesita. Manuela le pide ayuda, pero don Alejo la tranquiliza diciéndole que nada le ocurrirá.

El tal Vega nació y creció en el fundo de don Alejo y ahora tiene una deuda con el patrón, puesto que le prestó dinero para comprar el camión con el que se gana la vida. El ex inquilino hace unos meses que no paga dicha deuda y don Alejo ha intervenido para que los fundos vecinos no le den trabajo. El poderoso patrón humilla públicamente a Pancho Vega por las deudas y ello motiva a Octavio, cuñado del camionero, a prestarle el dinero para que pague toda la deuda una sola vez.

 

Hacia la mitad de la novela, el narrador incorpora escenas retrospectivas que nos permiten saber cómo fue la llegada de Manuela al pueblo. La Japonesa Grande, dueña del prostíbulo, la contrata para la fiesta en que se celebra un triunfo electoral del patrón don Alejo. En tal festejo, la Japonesa Grande y Manuela consiguen la propiedad del burdel gracias a una apuesta con don Alejo, que consistió en que la experimentada prostituta regenta lograra tener una relación con Manuela, travesti al que no le gustan las mujeres. De esa relación entre la Japonesa Grande y Manuela nacerá la Japonesita, quien hereda su parte de la madre y regenta el prostíbulo con decisión y autoridad.

 

Novela plena de simbología, a partir de la cita del Fausto, el prostíbulo se constituye en el centro del infierno, con polaridades trascendentales invertidas, donde el diablo que todo lo controla es el propio senador Cruz y la víctima del sacrificio es la travesti Manuela (inversión evidente del nombre de Jesús –Emanuel, Manuel). Los colores, los elementos nombrados, los animales, las circunstancias contextuales, las descripciones, incluso, todo está impregnado de una fuerte simbología que permiten la identificación del prostíbulo en forma particular, y del pueblo en general, como el lugar sin límites, el infierno…


Novela interesante, dura, dolorosa, imprescindible.

Para leer una versión digital de la novela, pinche acá


prof. Benedicto González Vargas


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