La obra en cuestión -al igual que lo que ocurre con la Gioconda-, mantiene en el misterio la identidad de la bella joven representada. Dos opciones se han barajado como las mejores para responder a este misterio. Se trataría de una amante del rey Francisco I de Francia, un ferretero (ferroniere), comerciante de metales, acaudalado y enamorado que aparentó no conocer las citas furtivas de su esposa con el rey, pero que tramó una increíble venganza contra ambos: Contrajo voluntariamente sífilis para enfermarla a ella y, por añadidura, al rey. Ella moriría pronto y el monarca, moriría a la edad de 52 años.
La otra candidata es Lucrezia Crivelli, dama de honor de Beatrice d'Este, esposa del duque de Milán, Ludovico Sforza. Probablemente, amante de éste.
El cuadro, que mide 63 centímetros de alto y 45 de ancho, es un óleo sobre tabla que representa a una joven de penetrante mirada, vestida con elegante traje de color rojo que se refleja y enciende las mejillas de la hermosa mujer representada. Lleva en su cabeza una delicada joya decorativa, muy común en el renacimiento entre las damas de la corte, que consiste en una banda adornada con un camafeo que sujeta el cabello, aunque se sabe que esta joya también servía para esconder algunas lesiones cutáneas atribuibles a la sífilis.
Menos famosa que la Gioconda, la Bella ferroniere fue pintada entre 1490 y 1495, se exhibe en el Museo de Louvre y refleja perfectamente la poesía pictórica de la que hablaba Leonardo.
prof. Benedicto González Vargas
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