lunes, 11 de octubre de 2004

Aviso sobre la Poesía, el Amor y los Alumnos


La feliz idea de Mónica Díaz, al organizar este concurso, ha generado la trilogía que acompaña las siguientes páginas: la Poesía, el Amor y los Alumnos.

La Poesía, porque aunque los poemas que presentamos a continuación puedan tener para los eruditos algunas carencias técnicas, éstas se compensan en extremo con la autenticidad transparencia,  y nobleza de los sentimientos y emociones que reflejan estas sencillas obras. Y ¿qué otra cosa puede ser la poesía que la transmisión fiel de la intimidad emotiva de quienes asumen la inefable tarea de plasmar sobre una hoja en blanco todo su mundo interior? Ciertamente estos poemas pueden carecer de oficio literario, pero no están desposeídos, no carecen de poesía.

El Amor es nuestro segundo invitado. Enrique Barrios, por boca de Ami, nos dijo que este sentimiento es “la Ley fundamental del Universo” y este libro que tengo el placer de comentar, cumple esa ley a cabalidad y no se crea que sólo se presentan algunas obras propias de los primeros enamoramientos juveniles o infantiles, no, hay también un par de miradas a la vida, a la naturaleza, a la inmensidad de la Creación, al amor que brota por todas partes y que nuestros ojos del alma, cegados y atrofiados en nuestra vertiginosidad cotidiana, no siempre son capaces de encontrar. Pero, ¿para qué existen los poetas, entonces? Para abrir por nosotros muy grandes las pupilas y en una mirada omniabarcante hacernos recordar el esplendor maravilloso que brota por doquier.

Y nuestros últimos invitados son nuestros propios alumnos. Alguien dirá que no son invitados, que son los dueños de casa, pero permítanme decirles que en estas páginas son los invitados de honor, son los creadores que decidieron hacer un esfuerzo tras sus jornadas académicas y que mientras la mayoría de sus compañeros buscaban el merecido descanso, ellos se internaban en su propia intimidad removiendo la materia agridulce de los sentimientos para encontrar el motivo justo, el sentimiento exacto que deseaban compartir; mas eso no es todo, la tarea más dura estaba por venir: debían encontrar las palabras para hacerlo, debían hurgar en sus propias heridas, en sus frágiles alegrías, en sus permanentes incertidumbres para calar la hondura de lo que habrían de decir. Heroica tarea el lenguaje de la poesía a menudo hiere al poeta, convirtiendo el poema en catarsis, en pasión cruda y doliente.

No es fácil para nuestros alumnos escribir poesía porque, lamentablemente, hace mucho rato que el alto lenguaje de la lírica ha abandonado la cotidianeidad y aparece, para muchos, como una experiencia cursi o pasada de moda. ¡Eso nos faltaba! Nuestros alumnos no solo debieron enfrentarse desnudos de “teoría literaria” a la tarea de escribir un poema y transitar por los laberintos del alma descerrajando el alma, sino que también, en algunos casos, debieron lidiar con el cruel “qué dirán”, con el peso de la mirada burlesca de aquellos desposeídos que no tienen acceso al reino de la poesía y que disfrazan su carencia fastidiando a los buscadores de las Llaves del Reino.

Por todo ello son nuestros invitados de honor, la antorcha encendida que pretende iluminar con mirada espontánea nuestras aulas inundándolas de poesía. Son nuestros invitados de honor en agradecimiento y reconocimiento a ese esfuerzo ciertamente fecundo.

Hubiéramos querido que las páginas de esta sencilla publicación hubiesen sido más anchas para cobijar los 52 poemas que se presentaron a este concurso. No era posible. Para aquellos que transitaron por las mismas avenidas ya descritas y que tuvieron similares trabajos y esfuerzos, mas no lograron figurar entre los ganadores, nuestro respeto, admiración y palabras de aliento y de súplica: ¡No se dejen desarraigar de la poesía! ¡No permitan que nadie les quite ese vínculo con el alma de la Creación! Prometemos nuevos concursos para nuevos ganadores, para encontrar nuevos poetas y nuevas voces, ¡Letras nuevas para nuevos poemarios!

A continuación, pasemos breves revista a estos trabajos:

Darío Vanella nos dice en su poema algo que es tan evidente como el color del pasto, pero inmediatamente liga esa idea de verdor y frescura con el rostro de la niña que lo asombra y lo enamora, creando a partir de esos pequeños detalles un bello poema pleno de ritmo y luminosidad, Si recordamos que sólo cursa segundo básico, estamos frente a un poeta en potencia.

Nicole Quezada, también de segundo básico, abre su mirada a la vida en una tarde de invierno y esa estación que a menudo ha sido poetizada como melancólica y triste, se convierte en sus versos en un juego travieso motivador de alegrías infantiles.

Camila Acuña, nuestra flamante ganadora del nivel básico menor, no habla de lo profundos que pueden ser esos amores infantiles, capaces de alegrar la permanencia en la escuela con la sola promesa del encuentro. Un poema tierno, delicado e ingenuo ¡un hallazgo!

Brenda Castro nos comparte la tristeza y la nostalgia del adiós, mezclada con la queda esperanza del reencuentro, un sentimiento universal plasmado en versos por una niña de once años.

Fernanda Alfonso, por su parte, también nos comparte sus propias sensaciones respecto de un adiós, pero en el de ella todo el entorno verbaliza el sentimiento de pérdida. La reiteración permanente del mismo verbo, lejos de convertir a poema en algo cansador y pesado, le brinda una conmovedora profundidad a la carencia.

Roberta Ávalos, la feliz ganadora del nivel básico intermedio, nos da una imagen plena de esplendor de la naturaleza, un sentimiento optimista que llama a disfrutar la vida y a no perdernos detalle de la Creación.

Claudia Grove, por su parte, nos presenta un poema en el que la imagen de la semilla y del amor que nace, se funden en unos versos plenos de sentimiento.

En el poema “Un amor perdido” Mariela Cruz nos comparte la angustia de la pérdida y el remordimiento y la sensación de que, quizás, hay algo de culpa propia en la ausencia.

Pablo Zamora, flamante ganador del nivel básico mayor, nos trae un breve poema en que el sujeto amado es comparado con todo aquello que denota la suavidad y la ternura femenina, varias reminiscencias de otros cantos, ecos de viejos poemas suenan en estos versos, sin que por ello pierdan su propia frescura y originalidad.

Andrés Rincón, por su parte, en su poema “Cementerio de inocencias”, nos habla de pasiones incontroladas, de pecados, de esencias, inocencias y fugacidades tan reales como la propia vida. Es, sin lugar a dudas, un poema de alto vuelo, producto de una pluma que puede dar mucho más todavía.

Gabriel Jorquera nos propone con su poema “La realidad”, el enfrentamiento con las oscuridades de la propia alma, la soledad, la angustia y el eterno devenir de lo consciente a lo inconsciente. Poema de lectura compleja, deja sentir su carga de angustia en cada verso en cada palabra. La aridez aparente del poema da el tono exacto del temple de ánimo y nos permite calibrar la profundidad del talento literario de este poeta.

Catherine Fonseca, la ganadora del nivel de enseñanza media, nos habla del tesoro del amor, de la celestial alegría de los besos correspondidos y de la condena que significa la negación de ellos. Bello y dulce poema con el que cerramos esta muestra que, esperamos, sea la primera de una larga serie de versos que adornen nuestras aulas. La Poesía llegó para quedarse y para iluminar los espíritus de nuestros niños y jóvenes ¡Bienvenida!


prof. Benedicto González Vargas

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