miércoles, 27 de julio de 2005

El romance de Leonardo, de Dimitri Merezhkovski



En el último tiempo Leonardo da Vinci ha estado en el centro de las noticias y comentarios, desde que Dan Brown popularizó su novela El Código da Vinci ha venido una avalancha de textos, análisis y muestras sobre el genio renacentista. Sin embargo, una novela notable sobre el gran Leonardo fue escrita mucho antes de estas modas, en el último lustro del siglo XIX, en la Rusia Zarista y cuyo autor es el notable intelectual ruso Dmitri Merezhkovski que trazó un vívido y veraz retrato del Renacimiento en su obra. Se trata de El Romance de Leonardo.

La historia empieza cuando una misteriosa expedición de algunos ciudadanos florentinos busca en una colina próxima a la ciudad, en una noche a finales del siglo XV, estatuas greco-romanas enterradas. Tras algunas peripecias el grupo consigue localizar una valiosa imagen de Venus. Así es como el Renacimiento se nos aparece a través de estas páginas como la admiración por un mundo antiguo perdido, que en este caso es necesario arrancar de las profundidades de la tierra. Esta admiración implica también una visión nueva de la belleza y aporta a aquellos hombres una concepción distinta del cosmos. Sus conversaciones entusiastas y también el conflicto inevitable con los clérigos que finalmente se incorporan a la escena, representantes de la vieja mentalidad medieval que se resiste a desaparecer, retratan a la perfección la tensión de aquel tiempo. 

Esta novela, publicada originalmente en 1896, fue parte de un ambicioso proyecto de narraciones históricas con las que Merezhkovsky trataba de expresar sus convicciones estéticas, Sin embargo actualmente ofrece una imagen genial de un lugar y un momento cruciales en la evolución del arte universal: lo que pasaba en el norte de Italia entre los siglos XV y XVI. Tras la introducción comentada, el libro nos describe a Leonardo maduro, cincuentón, en Milán bajo las órdenes de Ludovico el Moro, hijo de Francesco Sforza, y sigue después con su traslado a Roma al servicio de los Borgia, su regreso a Florencia y a Milán, y sus últimos años en Francia. En otros capítulos se rememora su infancia y juventud en Florencia. Todas las inquietudes de Leonardo están en esta novela biográfica de Merezhkovski, el seguidor de Leon Battista Alberti que busca en las matemáticas el fundamento común de las ciencias y las artes, el sabio que estudia las leyes de la física y en secreto disecciona cadáveres para conocer la anatomía humana, el devoto de la belleza que cree que ésta debe plasmarse en la pintura a través de un reflejo perfecto de la realidad, pero también el ser humano que vivió atrapado en medio de tiempos difíciles, arrastrado por los vaivenes de la política. 

En la novela, también es posible ver al artista disperso e inconstante que es incapaz de acabar muchas de sus obras, sin olvidar las contradicciones del amante de los animales y vegetariano convencido que no tiene inconveniente en trabajar como ingeniero militar a las órdenes de César Borgia y diseñar para él los artefactos más mortíferos de la época. Todas las dudas y conflictos de Leonardo quedan ante nuestros ojos en esta novela cuyo mérito principal es la aproximación humana a alguien que ha sido visto casi siempre desde la distancia con que se venera el genio de un mito. 

Otro atractivo del libro es la sólida reconstrucción histórica que nos ofrece la presencia de un gran número de personajes secundarios para la novela, pero de gran relevancia histórica. Así son retratadas las cortes de protectores de Leonardo como Ludovico el Moro, César Borgia, Francisco I de Francia o los papas Alejandro VI y León X. Girolamo Savonarola y Nicolás Maquiavelo, buen amigo de Leonardo, son mostrados también con su complicada personalidad. Discípulos como Giovanni Beltraffio o Francesco Melzi, y Andrea Verrocchio, su maestro-discípulo en la primera etapa florentina, son actores importantes, aunque es la aparición de los genios más jóvenes que compiten con él lo que marca el momento culminante de esta obra. En efecto, hacia el final del libro aparece trío que forman Leonardo, Miguel Ángel y Rafael, y nos los describe cuando eran vecinos en Roma entre 1513 y 1516. Sabidas las disputas estéticas entre los tres genios, Merezhkovsky toma abiertamente partido por Leonardo. Así las cosas, la pintura de Rafael se muestra como una armonía fácil que escondía una acrítica sumisión al poder, mientras que la de Miguel Ángel como una visión tan caótica y casi violenta que deja de lado una de las metas fundamentales del arte. Cuando visita la Capilla Sixtina, Leonardo, a pesar de su honda admiración "tenía conciencia de que él aspiraba a algo más grande, más elevado que Buonarroti: a esa unión, a esa suprema armonía que éste en perpetua discordancia, en su rebelión, en su ímpetu, en su caos, no conocía ni quería conocer." Se descubre aquí lo que resulta ser el velado objetivo del libro, la defensa de un arte que partiendo de la realidad se traza el desafío y es capaz de trascenderla. 

Dmitry Merezhkovski fue un hombre inquieto que reivindicó siempre el papel de la imaginación y el misticismo en el arte, llegando a liderar un movimiento de "cristianos espirituales" que se oponían a la Iglesia Ortodoxa Rusa. Aunque apoyó las revoluciones de 1905 y de febrero de 1917, con la toma del poder por los bolcheviques se exilió en Francia, y colaboró activamente con los blancos. Entre su extensa obra, en la actualidad resulta valiosa sobre todo su amplia colección de biografías, entre las que El romance de Leonardo sobresale como un hito destacado. En este libro, su extraordinaria erudición y su talento literario le permitieron tejer una de las semblanzas más notables que se pueden hallar del hombre que tan genialmente retrató a Lisa Gherardini,, esposa de Francesco del Giocondo. 

En definitiva, más allá de las intrigas de las suposiciones, de las verdades a medias, de las sospechas sin confirmar o de las tramas ocultistas, esta novela biográfica sobre Leonardo se sostiene hace más de un siglo, con justicia, como una obra que vale la pena leer para entender el verdadero espíritu de esta época y la genialidad que da Vinci representó en él. 

prof. Benedicto González Vargas


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