domingo, 24 de febrero de 2019

Periodismo y Poesía


¿Cuál es el vínculo misterioso que une Poesía y Periodismo, dos actividades de creación de Lenguaje que parecen tan distantes y distintas y, sin embargo, comparten una secreta relación? El notable intelectual OctavioPaz, en un discurso pronunciado con ocasión de recibir el Premio Mariano deCavia, en Madrid, nos ilumina al respecto.

“Soy (o quiero ser) un poeta; igualmente soy (o quiero ser) un periodista. Muy joven, adolescente, escribí poemas y aún los sigo escribiendo; muy joven, también, comencé a publicar artículos y notas en diarios y revistas. Las dos actividades no se oponen, sino que, a veces, se complementan.

El periodismo, la novela y la poesía son géneros distintos, cada uno regido por su propia lógica y estética. Sin embargo, los tres viven en continua comunicación. Esto es particularmente cierto en el caso del periodismo y de la poesía.  Los une, ante todo, la brevedad; nadie escribe artículos o poemas de mil páginas. El artículo se distingue por su rapidez, su lenguaje directo y su finalidad, lo que sucede hoy, el presente. Basta comparar a la poesía moderna con la del pasado para darse cuenta de que varias de las notas que definen al artículo aparecen también en los poemas que se escriben en el siglo XX. La admirable retórica de nuestros poetas barrocos, no pocas veces enfática y caracoleante, así como la no menos admirable pasión de nuestros románticos, también no pocas veces sentimental y divagatoria, han desaparecido casi completamente de los poemas modernos. Pecado sin remisión para un poeta de nuestra época: la prolijidad.

A diferencia de los simbolistas, oficiantes de rituales arcanos y sacerdotes de religiones herméticas, los poetas modernos han descubierto la vida diaria, lo maravilloso, cotidiano, lo que ocurre lo mismo entre el gentío de una calle que en la soledad de un cuarto en un edificio anónimo. El poeta se ha vuelto el explorador de los subsuelos psíquicos y sociales, el “reporter” de los movimientos de la conciencia al internarse en sí misma, el cronista de las aglomeraciones urbanas y de esos islotes que son, en el mar de la ciudad, las parejas de enamorados. Las dos grandes influencias en nuestra poesía han sido el cine y el periódico; el montaje, las yuxtaposicioes, la velocidad, la ruptura de la continuidad temporal y la presentación simultánea de espacios diversos y de situaciones contradictorias. Además, la tipografía: Mallarmé confesó alguna vez que las páginas de los diarios, con su variedad de caracteres y de encabezados, habían inspirado la disposición de un coup de dés.

¿Y la duración? Los artículos no están hechos para durar; sin embargo, unos cuantos, los mejores, sobreviven. Lo mismo sucede con los poemas. La buena poesía moderna está impregnada de periodismo. Es natural. Los diarios y los otros medios de comunicación –radio y televisión– son la forma en que se presenta o se oculta, alternativamente, la historia. Si queremos comprender un poco lo que pasa hoy, tenemos que leer a la prensa, aunque sepamos que, más debajo de las noticias, operan realidades y fuerzas invisibles que apenas si logramos vislumbrar. Son lo que muchos llaman “la casualidad histórica”; los antiguos, quizá con mayor cordura, la llamaban Fortuna: el factor imprevisible. Dos de los grandes poemas de nuestro siglo, ”Zone”, de Apollinaire, y “The Waste Land”, de Eliot, están marcados por una tensión que no es exagerado llamar periodística. O sea: Histórica. Lo contrario no es menos cierto: un artículo de Ortega y Gasset o de Unamuno, un comentario de Eugenio d’Ors o de Bergamin poseen la forma estricta del poema. ¿Y qué decir de Ramón Gómezde la Serna, quien hizo reverdecer las páginas de diarios y de revistas con una prodigiosa lluvia de semillas semánticas?

Todo escritor tiene un ideal de escritura. A mí me gustaría dejar unos pocos poemas con la ligereza, el magnetismo y el poder de convicción de un buen artículo de periódico…y un puñado de artículos con la espontaneidad, la concisión y la transparencia de un poema”

Simplemente notable, como todo lo que he leído de Octavio Paz.

prof. Benedicto González Vargas

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