viernes, 29 de septiembre de 2023

Urgencias educacionales y dilemas de fondo

 

Como siempre, sigo los excelentes comentarios, notas, apuntes y artículos de José Joaquín Brunner quien, en la última edición dominical de El Mercurio, piublicó la columna cuyo título encabeza esta entrada y que reproduzco in extenso por su importancia, claridad y oportunidad. Los invito a leerla y comentarla.

"Nuestro sistema educacional enfrenta un cúmulo de asuntos urgentes, ante los cuales las autoridades del Mineduc y las partes involucradas muestran una baja performance.

Mientras en el campo de la educación el país enfrenta una serie de urgencias críticas, no puede soslayar los dilemas de fondo que allí aparecen.

En lo inmediato, la agenda de las urgencias es abultada y compleja. Hay que volver a estabilizar el sistema gravemente dañado por la pandemia, El diagnóstico integral de aprendizajes aplicado en 2020 reveló que los estudiantes de entre 6° básico y 4° medio no alcanzaron los conocimientos mínimos necesarios ni en Lectura ni en Matemáticas. Al conocer estos resultados el ministro de educación de entonces, dijo: "Estamos ante un terremoto educacional y las réplicas se pueden sentir por años".

Así exactamente ocurrió. Y, como era previsible, los principales afectados fueron los alumnos de las familias con menores recursos sociales, económicos y culturales. Un grupo significativo de niños y adolescentes no regresó a clases; otro lo hizo, pero irregularmente. Aquellos que volvieron tenían severos vacíos formativos, el ánimo alterado y hábitos de estudio debilitados.

Según la prueba SIMCE aplicada en 4° básico, solo un 40% de los alumnos alcanza un rendimiento adecuado en lectura; en 2° medio, un menguado 18%. En matemáticas los resultados son aún peores. Apenas un 16% y un 15% de los alumnos alcanzaron el nivel adecuado en 2° básico y 4° medio, respectivamente.

Además, hay otras urgencias que reclaman atención: un deterioro del clima escolar, la pérdida de autoridad de los docentes, una escalada de microviolencias físicas, psicológicas y tecnológicas, frecuentes interrupciones de clases por paros y otros motivos, atascamiento del proceso de desmunicipalización y confusión respecto del reconocimiento de la deuda histórica de profesores y condonación de deudas estudiantiles, etc.

En breve, nuestro sistema educacional enfrenta un cúmulo de asuntos urgentes, ante las cuales las autoridades del Mineduc y las partes involucradas en el sector muestran claramente una baja performance.

Al mismo tiempo, la sociedad y sus grupos dirigentes necesitan hacerse cargo de los dilemas de fondo de la educación y del lugar que se espera ocupe en el futuro de la nación.

Por ejemplo, el dilema entre dos enfoques educacionales alternativos. Uno dirigido a la capacitación de la fuerza de trabajo, las competencias de empleabilidad y la productividad de la economía. El otro centrado en el desarrollo de capacidades humanas, la cohesión social y la responsabilidad democrática. Si bien ambas orientaciones de valor no son excluyentes entre sí, su combinación a nivel curricular, de la enseñanza formal y los perfiles formativos es difícil y altamente conflictiva.

De hecho, durante las últimas deçadas, el énfasis está puesto en la vinculación entre educación y economía como condición para ensanchar el capital humano de la sociedad. Por el contrario, se otorga menor relevancia al vínculo entre educación y democracia como condición para el despliegue de las capacidades humanas. (Sen y Nussbaum). Este desbalance lleva a conferir mayor importancia a los conocimientos, valores y habilidades propios de la cultura industrial (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas; STEM, según su sigla en inglés), en desmedro de aquellos identificados con el arte, las humanidades y las ciencias sociales. Ya a mediados del siglo pasado esa tensión fue conceptualizada como una pugna entre dos culturas. Desde el punto de vista de la educación, lleva a una confrontación entre aprendizajes útiles y rentables y aquellos que se cultivan porque nos hacen más libres y otorgan una vida mejor.

Estas cuestiones no son meros refinamientos académicos. Al contrario, tienen implicaciones prácticas y de política pública decisivas.

Lo vemos, por ejemplo, en la división habitual dentro de nuestro sistema escolar entre enseñanza media humanístico científica y técnico profesional. Ahí las dos culturas se combinan entre sí para dar lugar a una nueva dicotomía, esta vez entre las artes liberales (de hombres libres), y el entrenamiento técnico vocacional para quienes deben ingresar al mercado laboral. Tanto así que los académicos imbuidos en el idealismo alemán del siglo XIX distinguían entre saberes prácticos que traen pan y aquellos propios de las ciencias puras que generan fama. A nadie escapa que tras estos contrastes subyace una compleja discusión sobre oposiciones entre trabajo mental y manual, clases sociales, tipos de conocimiento y distinciones de estatus.

Un segundo ejemplo es el trato diferencial que las políticas de financiamiento ofrecen a las disciplinas STEM y aquellas del mundo de las artes, humanidades y ciencias sociales. Por cierto, el supuesto  es que las primeras contribuyen al crecimiento económico, mientras las segundas aparecen como un gasto (prescindible) en ornamentos estéticos y en ejercicios espirituales sin un impacto inmediatamente discernible.

Efectivamente, la moda de este año es hablar de investigación aplicada, pensando  en litio, energías renovables, hidrógverde y una segunda fase exportadora. No se piensa en los mismos términos, sin embargo, en la investigación educacional, inexplicablemente postergada por décadas en nuestro país y nuestras universidades. Solo en el siglo XXI ha comenzado a establecerse sobre bases más firmes de profesionalización y financiamiento.

Pero el apoyo todavía es insuficiente, tanto para hacer frente a las urgencias como a los retos planteados por los dilemas de fondo. Estos, por lo demás, están multiplicándose rápidamente: cómo incorporar la inteligencia artificial a los procesos de enseñanza aprendizaje; qué hacer para transferir cada vez más autonomía, responsabilidad y recursos de apoyo a los colegios en los territorios; cuándo se asumirá en serio y proactivamente la necesidad de atender a las y los infantes que nacen en condiciones de extrema desigualdad sociocultural; cuál debe ser la preparación inicial y continua de profesores  en condiciones de impulsar una radical superación de los actuales niveles de desempeño docente.

Por último, resulta imprescindible impulsar enérgicamente iniciativas de investigación en las ciencias sociales y humanidades con el fin de elevar las capacidades de respuesta de la sociedad frente a la crisis de los fundamentos democráticos, del medioambiente, de la organización del estado y del sentido de la vida en medio del torbellino de la modernidad. "

Hasta acá el artículo de Brunner, quedo a la espera de sus comentarios.

Benedicto González Vargas

GRACIAS POR PINCHAR LA PUBLICIDAD EN ESTE BLOG



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Estimado visitante, gracias por detenerte a leer y comentar, en cuanto pueda leeré tu comentario y te responderé.