No reina el mal en el corazón de la ballena es una narración compleja que estimula en el lector distintos planos y líneas de indagación.
Ismael, el protagonista de la historia, narra las peripecias de una investigación periodística iniciada en su juventud y que ahora, cuarenta años después, termina para cerrar un círculo fundamental en su vida. La investigación se refiere a balleneros chilenos, exploradores de otras epocas, náufragos en las costas chilenas, ballenas mitológicas y otras reales que son carne de cazadores inclementes. El hilo principal de la investigación se refiere al vínculo posible entre Chile y Moby Dick, la oceánica obra de Melville, y también al mundo ballenero chileno y sus últimos representantes.
La historia -una obsesión, como la define el narrador- se desarrolla en un ir y venir que se desplaza entre, al menos, cuatro momentos temporales: el momento del engendramiento de la obra, que se ubica en la infancia (la búsqueda tiene mucho de aventura juvenil); un momento de encargo de la obra (está marcado por la figura de Alfonso Alcalde) y de los primeros pasos de la investigación; el momento del regreso y la reescritura y, en fin, el momento póstumo.
La novela depliega una constelación de personajes diversa y con una muy sólida construcción de los perfiles. Desde luego está el protagonista y narrador principal. -Ismael, el homónimo del narrado de Moby Dick- que va evolucionando hasta la terminación de la novela. En este sentido, No reina el mal en el corazón de la ballena es una novela de formación que hubo de quedar incompleta por la irrupción de los acontecimientos de 1973, que luego se completa 40 años después. En la narración se alude dentro de ese proceso de formación a un "giro" desde una farsa de curiosidad por la caza de la ballena a otra en que prevalece el interés por la conservación. Pero la formación tiene un sentido más profundo: el enfrentamiento con los demonios interiores.
La novela de Atria está en un permanente diálogo con Moby Dick, la cual es citada numerosas veces. La persecución de una ballena se convierte en la búsqueda de respuestas para preguntas esenciales acerca de la vida y, sobre todo, acerca de sí mismo.
Ismael se mueve bajo el halo de dos figuras tutelares, que son dos polos antitéticos: las figuras de Alfonso Alcalde (la novela posee, a no dudarlo, un saludo cariñoso hacia el gran poeta, escritor y editor) y de Jonás Linderos, una suerte de representación simbólica del mal, el eje omnipresente y solapado que mueve las distintas hebras de la historia. Más latente en gran parte de la narración se ubica también la mediación de Silvia, la pareja del protagonista, que asumirá un papel esencial hacia el final de la novela
Atria hace evolucionar a su protagonista en el periodo que corre .entre la primera fase de la investigación -en 1972- y la segunda fase, décadas después cuando la replantea y concluye: en ese periodo que se traza entre el esbozo original de escritura y la escritura propiamente tal del libro, que es el libro que nos encontramos leyendo, se da la maduración.
El narrador y protagonista, Ismael, es presentado por el autor como una figura ambigua en permanente huída de un quiebre que lo acosa y la búsqueda perenne de algo que en buena medida es inasible. Eso que va quedando en el camino es a veces Pilar, es la historia inconclusa que investiga, es el Chile de principios de los 70, es su vida errante de corresponsal. Linderos, esa aparición misteriosa que no lo abandona en su vida, es también un individuo escurridizo, una presencia ausente y persecutoria. Lo vio una vez y lo intuyó decenas de veces. La idea de "isla" y "aislamiento", de islas remotas que cambian de nombre, aparecen y desaparecen, del atractivo poderoso que ejercen las islas en algunas personas es central en una novela jalonada de símbolos y abierta a lecturas alegóricas. Resuena el "Never man is island", de John Done, citado por Hemingway. Hay en Ismael una cierta falta de compromiso con la mujer y sus circunstancias políticas más inmediatas (el reverso de su pasión por las ballenas), movido por la pulsión de investigar, una falta de compromiso que va dejando cosas sin resolver a sus espaldas. La escritura, la escritura del libro que estamos leyendo, es la forma que emplea el narrador para saldar las deudas, para cerrar y conectar los hilos de la madeja que constituye su vida.
Rodrigo Atria es un narrador con oficio en el arte de novelar. Es capaz de integrar un conjunto de líneas narrativas diversas en una unidad de intriga, reflexión y lucidez. Amena, inquietante y conmovedora, leída como aventura y redención a la vez, captura y enternece.
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