En la obra, hay dos épocas que se van entrecruzando para ir tejiendo una historia que nos atrapa desde el principio. Una, ambientada en la época de la publicación, ya entrado más de un lustro del siglo XXI y la otra, nos devuelve a la Argentina de la segunda mitad de la déceda del 70 del siglo XX, con golpe militar y con las costumbres de una época que ya fue.
El protagonista, Benjamín Chaparro, ha sido durante muchos años, el eterno secretario de un juzgado y ya se ha jubilado sin avanzar ni retroceder profesionalmente. Los años pasaron y para espantar el tedio de ya no tener que levantarse para ir atrabajar, decide escribir una novela relativa a un caso que le resultó inolvidable, por lo cruel, por lo injusto del resultado de las investigaciones y resoluciones judiciales posteriores, y porque nunca pudo olvidar la mirada del esposo de la víctima, con esa pregunta lacerante reflejada en los ojos, buscando la respuesta al porqué del asesinato de su esposa y al justo castigo que debía recibir el asesino. Pregunta que Chaparro, pese a sus empeños, nunca pudo responder del todo bien.
En la novela que escribe Chaparro -ficción dentro de la ficción- este obscuro funcionario se convierte en un héroe que busca hacer justicia, aunque no lo consigue. Se convierte en un ser dotado de un empeño, una fuerza interior y una inclaudicable perseverancia tras el objetivo, se convierte en lo que quiso y lo que debió ser. Aquí es donde irrumpe con toda su crudeza la realidad de la época, las decisiones políticas del gobierno militar, que terminan dejando al criminal libre y, peor aún, promovido en altas esferas del gobierno
Es probable que muchos de mis lectores no hayan leído esta estupenda obra, pero conocen la historia. Muchos ya adivirano que se trata de la novela que dio origen a esa joya cinematográfica llamada El secreto de sus ojos. Así es, esta es la novela donde surgió la magia atrapante de esta obra. Sacheri ha triunfado en sus esfuerzos y aunque han pasado casi 20 años desde su publicación, puedo decir, igual que el Zorzal criollo, que veinte años no es nada y que febril la mirada, nuestra mirada, merece volver a posarse o encontrarse por primera vez con esta novela inolvidable.
prof. Benedicto González Vargas
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