El diario La Tercera de hoy publica un artículo relativo a los
resultados de la evaluación docente 2005. En él se señala que el 41 % de los
profesores evaluados logró bajos resultados en dicha evaluación, quedando
ubicados en las las categorías más bajas: 37,3 % en nivel básico 3.8 %
insatisfactorio. Los docentes calificados competentes son un 52.3 % y sólo un
6.6% logró la categoría de destacado. Estos resultados deben llevarnos a
meditar respecto del verdadero estado de la profesión docente, porque, más allá
de discrepancias respecto de los instrumentos de evaluación utilizados y de las
competencias evaluadas, está claro que un resultado así de contundente nos está
dando muchas claves en relación con lo que está pasando en los colegios y es
perfectamente coherente con el estancamiento que se revela en el SIMCE y los bajos resultados en
las mediciones internacionales.
Hay aún otro grupo de profesores que no aparece
en las estadísticas, pero que el propio Mineduc reconoce como docentes de
excelencia, son aquellos que voluntariamente se sometieron a una exigente
evaluación para alcanzar el A.E.P.
¿Qué es el AEP? La asignación de Excelencia Pedagógica, que equivale a una suma
cercana a los quinientos mil pesos anuales para aquellos que la obtienen. Es
aquí donde me asalta una duda: Se discutió mucho respecto de cuánto debía
pagarse a los docentes que por ser evaluados en forma insatisfactoria durante
tres años tenían que abandonar el sistema, las cifras oscilaban desde los tres
hasta los siete millones de pesos. No me molesta que se pague eso, pero, tiene
sentido que a los docentes de excelencia se les reconozca con un incentivo de
apenas quinientos mil pesos? en tres años, un millón y medio. Saquen ustedes
las cuentas y díganme qué vale más la pena, esforzarse por hacer buenas clases
y dejar evidencia de ello o no hacer nada y salir del sistema público. A mí me
parece un incentivo perverso. Por otra parte, casi todo ha estado mal en la
implementación de la Reforma. Así de claro, ni las provinciales han tenido
clara su labor, ni menos los departamentos de educación municipales.
En
cualquier medida, sólo los docentes en el aula saben, con todas sus carencias,
lo que debe hacerse y lo hacen con esfuerzo y entrega. Los sucesivos ministros
saben que las siempre mayores cantidades de recursos no han logrado llegar
mayoritariamente a las salas de clases. Se ha perdido dinero en programas de
escaso rendimiento, como el Monte Grande, el Chile Califica y otros similares.
El Mineduc tiene una deuda con la formación de los docentes y con la
capacitación efectiva. La mayoría de los cursos de capacitación del CPEIP tienden a ser más teóricos
que prácticos y las universidades siguen entregando profesionales que no están
a la altura del siglo XXI. Ojalá que la verdadera revolución en educación
llegue pronto, porque estos cambios demoran años. Si hacemos los ajustes ahora,
recién dentro de diez o doce años empezarán a notarse en el sistema. Hay que evaluar a los docentes, es
imperativo. Pero también hay que evaluar a los directivos y a todos aquellos
que tienen incidencia en el mejoramiento de la calidad de la educación. Les
aseguro que cuando se haga esa evaluación (y siempre que sea objetiva) los
resultados porcentuales arrojarán más sorpresas que los que comento en este
post. ¿Quién se atreve a ponerle el cascabel al gato?
prof. Benedicto González Vargas
publicado originalmente en mi
blog de Atinachile el 29 de marzo de 2006
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